jueves, 18 de abril de 2024
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"Todos los Domingos podemos subir a la montaña para contemplar a Jesús resucitado y escuchar su Palabra", afirma el obispo de Frederico Westphalen, Brasil

Frederico Westphalen (Martes, 18-03-2014, Gaudium Press) Mons. Antonio Carlos Rossi Keller, obispo de la diócesis de Frederico Westphalen, en Río Grande del Sur, Brasil, escribió un artículo sobre la transfiguración del Señor en el Monte Tabor.

Él inicia su reflexión recordando que en el primer domingo de la Cuaresma consideramos la lucha de Jesús con el tentador, en el desierto. Para el prelado, esa página bíblica nos recuerda que Cristo combatió, rechazando aprovecharse de su condición divina: Jesús humilde, discreto, pobre, pasando hambre, tentado como un hombre cualquiera.

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Trasfiguración – Museo de Arte Sacra de Evora, España

De acuerdo con el obispo, en el episodio de la transfiguración, contemplado en el último domingo, nosotros contemplamos su divinidad oculta por su humanidad. Él destaca que este hecho aparece en una altura en que Jesús se aproxima al final de su misión. «Al principio, grandes multitudes lo seguían, pero ahora Jesús comienza a exigir una verdadera fe. Él es el Mesías. Las obras que realiza revelan su poder divino, pero Él no es el Libertador glorioso y triunfalista. Él se identifica con el siervo sufridor del que habla Isaías. Las autoridades judaicas lo rechazan, le arman trampas y quieren darle la muerte. Jesús se aleja de Judea, se dedica a la formación de los Apóstoles», afirma.

Mons. Antonio además resalta que después de la profesión de fe hecha por Pedro, Jesús habla abiertamente de su muerte en Jerusalén (Mateo 16,21). El prelado resalta que el que será el primer Papa rechaza este plan, pero Jesús está determinado y habla de la Resurrección y de la gloria, que vendrá después de la muerte en Cruz. Según él, seis días después se da este maravilloso episodio de la Transfiguración: la presencia de Moisés y Elías, la nube luminosa, la voz del Padre, el rostro de Jesús transfigurado, todo este escenario de manifestación gloriosa enseñará a los discípulos que es por el trabajo que se llega al descanso, por la lucha que se llega a la victoria, por la muerte que se llega a la resurrección.

«Subamos con Jesús al Monte Tabor. Subir implica esfuerzo. El horizonte visual es cada vez más amplio, el aire más fresco, más puro. Hay un gran silencio allá en lo alto. Recordemos que la montaña simbólicamente remete para lo sagrado. Permite el aislamiento, favorece la contemplación. Dios se deja ver cuando estamos solos, nos hace oír su voz cuando hacemos silencio».

El prelado también enfatiza que Pedro, Santiago y Juan, futuras columnas de la Iglesia, vieron el rostro de Jesús luminoso, brillante como el sol, pues él se transfiguró delante de ellos. Además de eso, vieron a Moisés y Elías, hablando con Jesús, ellos oyeron la voz del Padre y quedaron bien confirmados: «Este es mi Hijo Escuchadlo». Conforme Mons. Antonio, Jesús les anticipa la experiencia de la gloria futura, dejándoles ver el fulgor de su rostro resucitado.

Por último, el obispo agrega que Jesús quiso fortalecer con la visión de la gloria a aquellos que también vendrían a ser testigos de su humillación en la agonía del Getsemaní. Él afirma que para no sucumbir con el peso del sufrimiento provocado por la humillación de su santa humanidad en la Agonía, en el Jardín de los Olivos; para no desfallecer con la crueldad y violencia de la pasión que culminará en la Crucifixión, Jesús los fortaleció primero con la visión de su divinidad, en el Monte Santo.

«Comprenderán, más tarde, que era necesario que el Mesías sufriese la muerte para entrar a la gloria de la Resurrección. Sobre todo, San Pedro que también tendrá días de lucha, de sufrimiento, durante su vida apostólica, recordará siempre el misterio de la transfiguración del Señor en la cumbre del monte santo», completa.

Para Mons. Antonio, la transfiguración aparece después del anuncio de la Pasión, y todos los Domingos podemos subir la montaña para contemplar a Jesús resucitado y escuchar su Palabra, para descender a la vida cotidiana llenos de fuerza divina para enfrentar los muchos problemas. «En esta Cuaresma, para escuchar mejor la voz de Dios que nos habla en el silencio de nuestro recogimiento, ¿tendremos algún tiempo de retiro?», pregunta. (FB)

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