viernes, 29 de marzo de 2024
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Papa en el Ángelus: Junto a Jesús "todos los pequeños y atemorizados se hacen grandes"

Ciudad del Vaticano (Lunes, 11-08-2014, Gaudium Press) En el camino de la fe de San Pedro se ve reflejado el camino de la fe de muchos, según la catequesis del Papa Francisco ayer en el Ángelus, ante miles de peregrinos que lo escucharon en la Plaza de San Pedro.

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Foto: Radio Vaticano

El Evangelio del domingo pasado narra el maravilloso milagro de Jesús caminando sobre las aguas del Lago de Genesaret en la noche, unas aguas que estaban turbulentas «pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar» (Mt 14, 24-25). Poco antes había ocurrido el milagro de la multiplicación de los panes y los peces; era pues un tiempo de gran manifestación de la divinidad del Salvador.

«Cuando lo ven -expresó el Papa Francisco-, los discípulos se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él los tranquiliza: ‘¡Animo, soy yo, no tengan miedo!’ Pedro, con su típico impulso, le pide casi una prueba: ‘Señor, si eres tú, ordéname de ir hacia ti caminado sobre las aguas’; y Jesús le dice: ‘¡Ven!’. Pedro baja de la barca y se pone a caminar sobre las aguas; pero el fuerte viento lo embiste y comienza a hundirse. Entonces grita: ‘¡Señor, sálvame!’, y Jesús le tiende la mano y lo saca».

Este episodio concreto, que tiene al primer Papa como protagonista, es también «una bella imagen de la fe del apóstol Pedro». El llamado de Jesús, que le dice «Ven», es el «eco del primer encuentro sobre la orilla de ese mismo lago, y luego, una vez más, deja la barca y va hacia el Maestro», expresó el Pontífice. Pero el pasaje evangélico es también un resumen del itinerario de la fe de muchos.

Realmente el apóstol Pedro «¡Camina sobre las aguas! La respuesta confiada y rápida a la llamada del Señor hace realizar siempre cosas extraordinarias. Pero, Jesús mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, fe en Él, fe en su palabra, fe en su voz. En cambio, Pedro comienza a hundirse en el momento que deja de mirar a Jesús y se deja envolver por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor esta siempre ahí, y cuando Pedro lo llama, Jesús lo salva del peligro. En el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, es descrita nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y todavía victoriosa, la fe del cristiano camina al encuentro del Señor resucitado, en medio de las tormentas y los peligros del mundo», afirmó el Papa.

Jesucristo es la fortaleza de los débiles

El Papa Francisco también profundizó en la simbología de los hechos que siguieron, el aplacamiento de las aguas y la manifestación de la fe de los demás apóstoles:

«También es muy importante la escena final. Apenas subieron en la barca, el viento cesó. Aquellos que estaban en la barca se prostraron delante de Él, diciendo: ‘¡De verdad tu eres el Hijo de Dios!’. En la barca están todos los discípulos, acomunados por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, ‘de la poca fe’. Pero cuando sobre aquella barca sube Jesús, el clima cambia en seguida: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos los pequeños y atemorizados se hacen grandes en el momento en el cual se arrojan de rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas veces también a nosotros nos sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos salir adelante, ¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal vez escondido, pero siempre presente y listo para socorrernos».

Finalmente el Pontífice habló de otra importante simbología, y es la de la barca como imagen de la Iglesia, «una barca que debe afrontar la tormenta y a veces parece que va a ser hundida. Lo que la salva no es la calidad o el valor de sus hombres, sino la fe, que le permite caminar incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre al lado, que nos tiene de la mano para alejarnos del peligro. Todos nosotros estamos sobre esta barca, y aquí nos sentimos seguros no obstante nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, ¡adorar a Jesús!, el único Señor de nuestra vida. A esto nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos dirigimos con confianza».

Con información de Radio Vaticano

 

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