jueves, 18 de abril de 2024
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"Queremos llevar al mundo la alegría del Evangelio", dice Obispo de Joinville, Brasil

Joinville (Viernes, 03-10-2014, Gaudium Press) Mons. Irineu Roque Scherer, obispo de la Diócesis de Joinville, en el estado de Santa Catarina, Brasil, escribió un artículo donde él afirma que el mes de octubre siempre nos lleva a un nuevo despertar para las misiones en la Iglesia y el mundo. Según el Prelado, en el documento de Aparecida, que está organizado en 554 párrafos, las palabras Misión y Misioneros marcan el texto entero.

Para el Obispo, vale la pena saborear, meditar, interiorizar esas palabras y llevarlas a lo concreto. Él cuestiona: ¿Quién todavía no oyó hablar de la «misión continental»? ¿De la Iglesia «en estado permanente de misión»? Pues bien, eso exige de todos nosotros una «conversión pastoral que va más allá de una pastoral de mera conservación para una pastoral decididamente misionera» (DA 370).

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De acuerdo con Mons. Scherer, no podemos imaginar que la misión sea una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad crista. Él resalta que la Iglesia peregrina es misionera por naturaleza, porque tiene su origen en la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio del Padre. El Prelado también destaca que con tanta insistencia sobre misión, el peligro es hacer misión de cualquier manera, es caer en una misión vaga, genérica, dispersiva, sin objetivos claros y verdaderos.

«El documento quiere evitar esos peligros y apunta orientaciones. Por tanto, la Misión ‘no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana’ (DA 144). Ella es una necesidad, una urgencia permanente: ‘Ay de mí si yo no anunciar el Evangelio’ (1Cor 9,16)», agrega.

Asimismo, el Obispo resalta que Jesús dijo al enviar a los apóstoles para anunciar el año de la gracia: «Es que os envió como ovejas en medio a lobos voraces» (Cf. Mt. 10,16). Y, cuando, mal recibidos en una ciudad, Juan y Santiago pretendían mandar el fuego de los cielos sobre aquel pueblo, pero Jesús los reprehendió «No sabéis de que espíritu sois (Cf. Lc. 9,55)».

Mons. Scherer afirma que la primera actitud del misionero debe ser la mansedumbre, pues el anuncio de la Buena Nueva es un anuncio de paz. El texto del profeta Isaías leído por Jesús en la sinagoga de Nazaret (Cf. Lc. 4,16-22) y a sí propio aplicado, dice: «El Espíritu del Señor está sobre mí, es porque me ungió y me mandó evangelizar a los pobres, sanar a los de corazón contrito, anunciar el año de gracia» (Cf. Is. 61, 1-4).

Y, luego a seguir, en el Sermón de la Montaña, recuerda el Prelado, revirando todos los principios y conceptos que el pecado instilara en los corazones de los hombres, la sociedad y la cultura, declara bienaventurados los mansos, los misericordiosos y los que promueven la paz (Cf. Mt. 5).

«No es en vano que Santa Teresita fue declarada patrona de las misiones, ella que jamás traspasó los portones de su convento y, partiendo de este mundo a los veinticuatro años, podía prometer que de los cielos enviaría una lluvia de rosas sobre la tierra. San Francisco de Sales, igualmente enseñaba que se golpea más a las moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre», completa.

El Obispo además recuerda que los santos misioneros de todos los tiempos mostraron mucha paciencia y comprensión en la inculturación de la fe en corazones duros y arraigados, en una cultura pagana totalmente diversa de los caminos cristianos. Según él, los santos daban tiempo al tiempo, como el sembrador aguarda con paciencia el tiempo de la cosecha.

«En este contexto la Diócesis de Joinville ha buscado invertir en el trabajo misionero, tanto interna como externamente. Tuvimos el trienio misionero, el año de la visitación por dos veces, enviamos un padre misionero a la Diócesis de Abaetetuba, otro a la Diócesis de Borba y para el próximo año estaremos enviando más cuatro padres para la Diócesis de Juína/MT», enfatiza Mons. Scherer.

Por último, el Prelado cree que el misionero, al llevar la Buena Nueva a un mundo angustiado y sin esperanza, o cuya esperanza se agota con el último suspiro, no puede presentarse triste y desesperanzado, impaciente o ansioso, sino debe manifestar una vida irradiante de fervor y de la alegría de Cristo.

«En ese espíritu, el misionero, sin tergiversar sobre su fe y sobre el mensaje, abra su voz para proponer a los hombres la verdad evangélica y la salvación en Cristo, con absoluta clareza y con todo el respeto por las opciones libres que la consciencia de los oyentes hará. Recuérdese ‘no se abre una rosa apretando el botón'», concluye. (FB)

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