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"Es desafiante y noble la tarea del profesor", afirma el Arzobispo de Puerto Alegre, Brasil

Puerto Alegre (Miércoles, 14-10-2014, Gaudium Press) El Arzobispo de la Arquidiócesis de Puerto Alegre, Brasil, Mons. Jaime Spengler, en su más reciente artículo reflexionó sobre la profesión del profesor, a quienes se recuerda el 15 de octubre. Según el Prelado, esta fecha fue reconocida públicamente el día 14 de octubre de 1963, por el Decreto Federal 52.682.

Para el Arzobispo, el decreto definía la esencia y la razón del feriado: «Para conmemorar condignamente el Día del Profesor, los establecimientos de enseñanza promoverán solemnidades, donde se enaltezca la función del maestro en la sociedad moderna, haciendo participar a los alumnos y las familias».

Mons. Spengler resalta que el profesor es maestro y su trabajo considera aquello que ya se comenzó en casa. Él explica que, como maestro, el profesor desarrolla la noble tarea social de preparar las nuevas generaciones para la fase adulta, formándolas para ingresar en la vida con responsabilidad. Además, el maestro coopera para la formación de auténticas personalidades; el maestro-profesor tiene la misión de organizar el aprendizaje, percibiendo las necesidades del alumno y relacionándolas con un principio y método educativo.

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Según el Prelado, el profesor-maestro busca estar atento a todo lo que dice respecto al crecimiento integral del alumno y discípulo.

De acuerdo con el Arzobispo, la modernidad tiene el hábito de todo fragmentar – inclusive el proceso educativo, ¡del cual el profesor es el corifeo! Él resalta que tal hábito presenta un desafío: ¿cómo conducir de forma integrada las diversas áreas del saber, con la intención de formar personas verdaderamente integradas? Para Mons. Spengler, se corre el riesgo de segmentar lo intelectual de lo corporal, lo humano de lo espiritual, sin considerar, a veces, la totalidad del ser humano.

Él resalta que es desafiante y noble la tarea del profesor y, por eso, celebrando el Día del Profesor, nos recordamos de la nobleza, dignidad y grandeza de esta vocación, pues el profesor no es simplemente profesión; es antes que nada vocación.

«La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar -en su etimología latina educere- significa conducir para fuera de sí mismo al encuentro de la realidad, rumbo a una plenitud que hace crecer a la persona. Este proceso se alimenta del encuentro de dos libertades: la del adulto y la del joven. Esto exige la responsabilidad del discípulo, que debe estar disponible para dejarse guiar en el conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe estar dispuesto a darse a sí mismo» (Benedicto XVI).

Además, el Prelado destaca que en su misión de educar y enseñar, el profesor sabe que esto es más difícil que aprender, no porque él deba poseer la mayor suma de conocimientos y tenerla a cada momento a su disposición, ¡sino porque enseñar es dejar aprender!

Para él, el profesor tiene por tarea siempre y de nuevo aprender el dejar aprender. El Arzobispo enfatiza que cada alumno tiene su ritmo y por eso el profesor en el relacionamiento de profesor y alumnos, cuando es verdadero, jamás permite entrar en juego la autoridad de quien sabe mucho y la influencia autoritativa del autoritario de quien fue incumbido de la misión.

«La escuela es lugar de diálogo, cohesión y escucha. En ella, cada joven es valorizado en sus capacidades y riquezas interiores. Allí él también aprende a apreciar y a respetar cada ser humano y lo que compone el medio ambiente. A través del trabajo característico de los profesores-maestros, cada uno va aprendiendo más intensamente a vivir y convivir, teniendo en vista una sociedad más humana y fraterna», evalúa.

Por último, Mons. Spengler afirma que cuando celebramos el día del profesor, proponemos a estos hombres y mujeres la siguiente oración: «¡Señor! Inspírame en mi vocación de maestro y comunicador para mejor poder servir. Quiero renovar cada día el coraje de siempre recomenzar. ¡Señor! Inspírame en mi vocación de maestro y comunicador para mejor poder servir. Bendice a todos los que se empeñan en este trabajo iluminándoles el camino. Gracias, mi Dios, por el don de la vida y por hacer de mí un educador hoy y siempre. Amén». (FB)

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