viernes, 19 de abril de 2024
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En su catequesis sobre la Iglesia durante la Audiencia General, el Papa recuerda la visión de Ezequiel

1.jpgCiudad del Vaticano (Miércoles, 22-10-2014, Gaudium Press) Ante una multitud de peregrinos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco continuó con su catequesis sobre la Iglesia – Esposa de Cristo, iniciando en esta ocasión con la magnífica visión relatada en el libro de Ezequiel, que el Santo Padre encomendó a todos a leer en la Biblia.

«En el libro de Ezequiel se describe una visión un poco particular, impresionante, pero capaz de infundir confianza y esperanza en nuestros corazones -expresó el Papa. Dios muestra al profeta una fila de huesos, separados uno del otro y resecos. Un escenario desolador… Imagínense, todo un valle lleno de huesos. Dios le pide entonces que invoque sobre ellos al Espíritu. En aquel momento, los huesos se mueven, comienzan a acercarse y a unirse, sobre ellos crecen primero los nervios y luego la carne y se forma así un cuerpo, completo y lleno de vida (cfr. Ez 37, 1-14). ¡Ésta es la Iglesia! (…) Es una obra maestra, la obra maestra del Espíritu, el cual infunde en cada uno la vida nueva del Resucitado y nos pone uno al lado del otro, uno al servicio y en apoyo del otro, haciendo así de todos nosotros un cuerpo solo, edificado en la comunión y en el amor».

Entretanto, la Iglesia además de cuerpo animado por el Espíritu, es el cuerpo de Cristo: «¡La Iglesia es el cuerpo de Cristo! Un poco extraño…pero es así. No se trata simplemente de un modo de decir: ¡lo somos verdaderamente! ¡Es el gran don que recibimos el día de nuestro Bautismo! En el sacramento del Bautismo, en efecto, Cristo nos hace suyos, recibiéndonos en el corazón del misterio de la cruz, el misterio supremo de su amor por nosotros, para hacernos luego resucitar con Él como nuevas creaturas. ¡Así nace la Iglesia, y así la Iglesia se reconoce cuerpo de Cristo! El Bautismo constituye un verdadero renacimiento, que nos regenera en Cristo, nos hace parte de Él, y nos une íntimamente entre nosotros, como miembros del mismo cuerpo, del cual Él es la cabeza (cfr. Rm 12,5; 1 Cor 12,12 – 13)».

Tras recordar que el Apóstol Pablo afirma que así como el hombre ama «a su mujer como a su propio cuerpo», así también lo «hace Cristo por la iglesia, por nosotros que somos los miembros de su cuerpo» (Ef 5,28-30). La consecuencia fraterna de esos pensamientos, debe ser el «surgir en nosotros el deseo de corresponder al Señor y de compartir su amor entre nosotros, como miembros vivos de su mismo cuerpo», expresa el Papa.

Ante las dificultades que la naciente comunidad cristiana de Corinto encontraba, que incluía divisiones e incomprensiones, «el Apóstol dio a los Corintios algunos consejos concretos que valen también para nosotros: no ser celosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y las cualidades de nuestros hermanos». En ese sentido, el Papa hizo un llamado a combatir los celos, la envidia, e invitó a apreciar en cada «comunidad, los dones y las cualidades de los otros, de nuestros hermanos», y rechazar la tentación del orgullo recordando que todos somos pecadores.

«Queridos hermanos y hermanas, como el profeta Ezequiel y como el Apóstol Pablo, también nosotros invoquemos al Espíritu Santo, para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir verdaderamente como cuerpo de Cristo, unidos, como familia, pero una familia que es el cuerpo de Cristo, y como signo visible y bello del amor de Cristo», concluyó el Pontífice.

Con información y foto de Radio Vaticano

 

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