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Algunos aspectos del maravilloso don del Espíritu Santo llamado Sabiduría

Redacción (Viernes, 31-10-2014, Gaudium Press) «Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano», nos dice el Padre Royo Marín en su Teología de la Perfección Cristiana. (1)

Antes de entrar específicamente en el don de Sabiduría, esclarezcamos con el P. Royo la última parte de la definición general de don, cuando dice «al modo divino»: «La causa eficiente [de las virtudes infusas y los dones] es la misma: Dios, autor de todo el orden sobrenatural. Pero la causa motora es completamente distinta. En las virtudes es la misma razón humana (ilustrada por la fe, si se trata de virtud infusa), y siempre bajo la previa moción de Dios, que en el orden sobrenatural representa una gracia actual; en los dones en cambio la causa motora es el mismo Espíritu Santo, que mueve el hábito de los dones como instrumentos directos suyos. Por eso del hábito de las virtudes infusas podemos usar cuando nos plazca -presupuesta  la gracia actual, que a nadie se niega- mientras que los dones sólo actúan cuando el Espíritu Santo quiere moverlos». (2)

Por qué 7 dones y no 10 o 1, es algo para lo que remitimos al lector a la bibliografía de abajo. Lo cierto es que uno de esos dones, y el más importante es el don de sabiduría.

Es este don el encargado de perfeccionar la virtud de la caridad, la principal de las virtudes. Cada don del Espiritu Santo perfecciona una particular virtud infusa.

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El don de sabiduría es un «hábito sobrenatural inseparable de la caridad por el cual juzgamos rectamente de Dios y de las cosas divinas por sus últimas y altísimas causas bajo el instinto especial del Espíritu Santo, que nos las hace saborear por cierta connaturalidad y simpatía». (3)

Destaquemos primero que el don de sabiduría juzga de Dios, es decir no sólo aprehende, como el don de la fe, sino también juzga, y directamente de Dios, de quien «nos da un conocimiento sabroso y experimental que llena el alma de indecible suavidad y dulzura». (4) Pero a través de este don el hombre no sólo ‘saborea’ al Creador, sino que «en virtud de esta inefable ‘experiencia’ de Dios, el alma juzga todas las demás cosas que a Él pertenecen» (5).

Pero como a Dios pertenece en definitiva todo lo creado, «aún las cosas creadas son contempladas por el don de sabiduría ‘divinamente’ «. (6) Es decir, el alma en que Dios actúa con el don de sabiduría extiende también su juicio «a las cosas creadas, descubriendo en ellas sus últimas causas y razones, que las entroncan y relacionan con Dios en el conjunto maravilloso de la creación». (7)

Entonces, resumiendo: cuando actúa el don de sabiduría el hombre juzga de Dios, pero de forma experiencial, conociéndolo sí, pero también «saboreándolo». Y esta «degustación divina», se da también con las cosas creadas cuando son vistas bajo los efectos del don de sabiduría: la creación muestra toda su riqueza profunda y simbólica -símbolo de Dios- haciendo que el hombre deguste a Dios en ella.

Maravilloso, y muy importante para estas nuevas, débiles y sensitivas generaciones de la imagen, que somos todos nosotros, que requerimos del contacto con lo concreto, y mejor si es con lo concreto gustoso.

Por lo demás, las características descritas del don de sabiduría encajan enteramente en la doctrina del flash de Plinio Corrêa de Oliveira, doctrina apropiadísima y camino maravilloso para las nuevas generaciones.

Por Saúl Castiblanco

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1 Royo Marín, Antonio, O.P. Teología de la Perfección Cristiana. BAC. 7ma edición. Madrid. 1994. p. 154

2 Ibídem, p. 159

3 Ibídem, p. 528

4 Ibídem, p. 529

5 Ídem.

6 Ídem.

 

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