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Papa Francisco: el Obispo, un gran don

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 05-11-2014, Gaudium Press) En la catequesis de hoy en la Plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos, el Pontífice habló de la trascendental figura del obispo: «Hemos escuchado las cosas que el Apóstol Pablo dice al Obispo Tito: ‘¿Pero cuántas virtudes debemos tener los obispos?’ ¿Hemos oído todos, no? No es fácil. No es fácil porque nosotros somos pecadores. Pero nos confiamos a sus oraciones para que al menos nos acerquemos a esas cosas que el apóstol Pablo aconseja a todos los obispos. ¿De acuerdo? ¿Rezarán por nosotros?», preguntó el Papa a la multitud.

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A través de los ministros ordenados, «la Iglesia ejerce su maternidad -continuó el Papa-, nos engendra en el Bautismo como cristianos, haciéndonos nacer de nuevo en Cristo; vigila nuestro crecimiento en la fe; nos acompaña entre los brazos del Padre para recibir su perdón; prepara para nosotros la mesa eucarística, donde nos alimenta con la palabra de Dios y el Cuerpo y la Sangre de Jesús; invoca sobre nosotros la bendición de Dios y la fuerza de su Espíritu, sosteniéndonos en todo el transcurso de nuestra vida y envolviéndonos con su ternura y su calor, sobre todo en los momentos más delicados de prueba, de sufrimiento y de muerte».

Es entretanto, particularmente por medio de la persona del Obispo y de su ministerio que «esta maternidad de la Iglesia se expresa». «Los obispos, sus sucesores [de los apóstoles], son colocados a la cabeza de las comunidades cristianas, como garantes de su fe y como un signo vivo de la presencia del Señor en medio de ellos».

El modelo, los Santos Obispos

Los obispos tienen su modelo en «los santos Obispos -y hay muchos en la historia de la Iglesia, muchos obispos santos- [quienes] nos muestran que este ministerio no se busca, no se pide, no se compra, sino que se recibe en obediencia, no para elevarse, sino para abajarse, al igual que Jesús que ‘se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz’ (Flp 2,8)».

El Pontífice se refirió también a lo que constituye el colegio episcopal. «Cuando Jesús escogió y llamó a los apóstoles, los pensó no separados el uno del otro, cada uno por su cuenta, sino juntos, para que estuvieran con Él, unidos como una sola familia. También los Obispos constituyen un único colegio, reunidos en torno al Papa, que es el custodio y garante de esta profunda comunión, tan querida por Jesús y por sus mismos apóstoles. ¡Qué bello es, entonces, cuando los obispos junto con el Papa expresan esta colegialidad y buscan ser más y más, más, más servidores de los fieles, más servidores en la Iglesia!».

Cuando se piensa en la alta dignidad episcopal y en las labores de un obispo, «todo esto nos hace comprender por qué las comunidades cristianas reconocen en el Obispo un gran don, y están llamadas a alimentar una comunión sincera y profunda con él, empezando por los presbíteros y diáconos. No es una Iglesia sana si los fieles, los diáconos y los presbíteros no están unidos al obispo».

Y concluyó: «Jesús ha querido esta unión de todos los fieles con el obispo, también de los diáconos y de los presbíteros. Y esto lo hacen en la conciencia de que es justamente en el Obispo que se hace visible la relación de cada Iglesia con los Apóstoles y con todas las otras comunidades, unidas con sus Obispos y con el Papa en la única Iglesia del Señor Jesús, que es nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica».

Con información de Radio Vaticano

 

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