viernes, 29 de marzo de 2024
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Copitos de nieve

Redacción (Miércoles, 17-12-2014, Gaudium Press) Pensar que la nieve que cae en algunos países durante la Navidad es una lluvia leve, condensada de diminutas estrellitas de seis puntas esbeltas, simétricas y estilizadas como la del rey David, que todavía hoy no se explica bien por qué toman esa forma, y que ninguno de esos copitos se parece a otro, cada uno con su estructura propia, puede ser una de las tantas bellas abstracciones espirituales que esta temporada nos trae.

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Todo indica que la fría noche que nació Jesús efectivamente nevó. Cuando el Profeta Isaías (11, 1-10) comenta que con la presencia del Redentor los animales de temperamentos más antagónicos convivirán con el instinto aplacado, que incluso el niño meterá la mano en el escondite de la víbora y esta no lo morderá, el buen cristiano comprende uno de los significados del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo: la paz, la verdadera paz cristiana y única. Entonces es fácil deducir que esa noche un manto blanco de paz de nieve envolvió toda la tierra y pacificó completamente los espíritus aunque sea por unas horas. Fueron unas horas en que los odios, las envidias, los resentimientos y los rencores del paganismo e incluso de los judíos decadentes, se aplacaron misteriosamente pero muy pocos lo percibieron. Cayeron ídolos, se perturbaron culturas endemoniadas por todos los cuadrantes de la tierra.

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Los animales frecuentemente nos recuerdan los aspectos negativos de las distintas descargas temperamentales que padecemos los hombres cuando nos dejamos llevar por el desorden moral. A veces reaccionamos como panteras y lobos energúmenos. Nos volvemos fieros como un león y peligrosos como un oso. Son las expresiones de nuestro amor propio y nuestro egoísmo impaciente que destruye amistades, fraternales lazos familiares e instaura las divisiones y rivalidades del odio y el rencor implacables, sentimientos y actitudes de las que estaba anegado el paganismo, especialmente la potencia materialista de esos tiempos que San Pablo describió tan bien en su carta a los Romanos. Horribles sentimientos que querríamos no volver a padecer en esta tierra, sobre todo ahora que estamos redimidos por Jesús, pero que el neo-paganismo hedonista de nuestros días amenaza traerlos de nuevo.

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La nieve, el frío y las noches frescas de la Navidad en otras latitudes son una expresión de la paz, la mansedumbre y la tranquilidad. Es difícil concebir una noche navideña en un calor sofocante sin cielo azul oscuro profundo y tachonado de estrellas resplandecientes.
¡Cuántos villancicos hay que nos describen esa noche maravillosa! Noche de paz y amor como nos lo dice el famoso villancico alemán. Noche oscura de la que caen brillantes estrellitas de David blancas y transparentes porque en un hijo de su estirpe se ha encarnado el Redentor del mundo.

Por Antonio Borda

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