viernes, 29 de marzo de 2024
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El ‘flash’, la mística y la lucha

Redacción (Martes, 20-01-2015, Gaudium Press) «La vida es una lucha mientras el hombre esté sobre la tierra». En tiempos idos, cuando siendo aún joven cumplíamos con el servicio militar, el carnet que nos identificaba como soldados activos traía en uno de sus bordes la contundente reflexión de arriba que atribuía a MacArthur, vencedor de los japoneses en las batallas del pacífico sur durante la II Guerra Mundial. Entretanto, con el correr de los años y un conexo mayor conocimiento de la historia, un día cualquiera y feliz nos fue revelado que la fuente del insigne pensamiento era infinitamente más alta, era sagrada…

‘Militia est vita hominis super terram, et sicut dies mercenarii dies ejus’ (Job 7, 1): «Milicia es la vida del hombre sobre la tierra y como días de mercenario son sus días», es esa la sentencia que en la Vulgata profiere el Espíritu Santo por boca del Santo Job, aquel que en medio de gran dolor, pero de mucha resignación, constataba la realidad del sufrimiento que le fue permitido por Dios en su vida, y que con valentía aceptaba.

Ocurre que justamente en nuestros tiempos -estos del ‘Fast Food’, del ‘Easy Living’ y del ‘Always Happy’- se nos quiere hacer creer que no, que el hombre nació fue para un tipo constante de felicidad hedonista, de excesivos placeres de los sentidos, los cuáles efectivamente poco a poco van amolleciendo al hombre, lo ablandan, lo tornan enemigo del sacrificio, del esfuerzo, de la lucha. La vida para muchísimos de nuestros contemporáneos no puede ser lucha sino placer carnal.

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Castillo Tomar, fortaleza templaria

Mientras, sigue resonando por los siglos otra sentencia de la Escritura, que nos recuerda que es necesario el combate para llegar a la vida eterna. «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11, 12), declara el Señor. Vencerse a sí mismo, vencer las malas inclinaciones y ordenar las pasiones, sin lo cual no se llega al cielo, comporta batallas terribles; pero quien lucha, con el favor de Dios vence.

No es sólo tener un ánimo decidido para la lucha, sino pedir la ayuda de Dios y confiar en que esa ayuda vendrá, pues sin auxilio divino nada podemos hacer.

No es porque sí que la psicología moderna ha profundizado bastante en el concepto «motivación», pues también por vías distintas a la revelación constató que los hombres deben «controlar sus impulsos», muchas veces tienen que «postergar las gratificaciones», y desarrollar «patrones de conducta de resolución de problemas» para lograr un cierto equilibrio psíquico. Y constatando también que no le es fácil al hombre empeñarse en la lucha, ha querido encontrar y facilitar los mecanismos con los que se puede mover al hombre al esfuerzo, al sacrificio.

Entretanto, Dios tiene una vía de motivación maravillosa que Plinio Corrêa de Oliveira llamó ‘Flash’, que son ciertos momentos fugaces pero intensos, en que algunas realidades adquieren un brillo sobrenatural, mostrando aspectos de Dios. Decíamos en anterior nota que el ‘flash’, que es una gracia de orden místico, «produce un conocimiento ‘sabroso’ de las cosas de Dios, e instala en la voluntad un puro amor que tiene como efecto el acrecentamiento del afecto por Dios y la Iglesia, y una fuerza renovada para combatir la tentación y el pecado».

Realmente consideramos y constatamos a todo momento, que sin una buena motivación el hombre no lucha. Y ello nos mueve a pensar que realmente es muy importante seguir profundizando en esa ‘motivación divina’ llamada ‘flash‘.

Para luchar, para levantarse tras caer, para vivir ese gaudio maravilloso que se obtiene cuando se alcanza un objetivo tras ardua lucha. O esa paz de alma que se instaura cuando incluso en medio de la derrota, o del sinsentido, o del dolor, el alma está unida con el Dios crucificado por medio del estado de gracia, estado que solo se mantiene con lucha. La vida del hombre sobre la faz de la tierra, cuando éste la asume como una lucha por la virtud, ya es una alegre y bella vida.

Ya lo decían los luchadores templarios con alegría: ‘La plus belle aventure du monde, c’est la nôtre’, «La más bella aventura del mundo, es la nuestra»…

Por Saúl Castiblanco

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