jueves, 28 de marzo de 2024
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"La Pascua cristiana exige una celebración en familia", dice el Obispo de Cornélio Procópio, Brasil

Cornélio Procópio (Miércoles, 01-04-2015, Gaudium Press) Mons. Manoel João Francisco, Obispo de la Diócesis de Cornélio Procópio, en Brasil, afirmó en su más reciente artículo que en la Pascua celebramos la resurrección de Cristo, o sea, su victoria sobre la muerte. Para él, al celebrarla, nos identificamos con Jesús. «Con él sufrimos, con él morimos, con él somos sepultados y con él resucitamos» (Rm 6, 1-11).

Según el Prelado, el momento fuerte de esta celebración es la Vigilia Pascual, pues en ella somos invitados a permanecer despiertos, venciendo el sueño, que es símbolo de la muerte. Él resalta que con este gesto queremos decir que todos nosotros, como Cristo, habremos de vencer la muerte, haciendo con que ella no tenga más poder sobre nosotros. Podemos hasta tripudiar sobre ella y escarnecer de ella: «¿Muerte dónde está tu victoria? ¿Muerte dónde está tu aguijón?» (1 Co 15,55).

«La liturgia cristiana, sin embargo, no es un simple teatro. Para ser verdadera, debe corresponder a la realidad vivida por nosotros. En un mundo en que la cultura de la muerte, la violencia y la falta de respeto a la vida predomina, celebrar la Pascua exige un compromiso real con la vida. Celebrar de verdad la Pascua significa comprometerse con la lucha contra el aborto, contra la violencia doméstica, contra la pornografía y todo tipo de abuso infato-juvenil», evalúa.

Para el Obispo, celebrar la Pascua significa implicar en la lucha por una mayor justicia, significa repudiar todo tipo de corrupción, significa respetar la naturaleza y estar en la defensa de nuestras fuentes hídricas y de los recursos biológicos de nuestra flora y fauna.

Él además aclara que la Pascua, antes de ser una fiesta cristiana, fue una celebración del pueblo judío, de carácter profundamente familiar. Conforme Mons. Manoel, en la intimidad de una cena, el hijo más joven preguntaba al padre por qué aquella noche era tan diferente de las demás, y a partir de esta pregunta, se hacía y, todavía hoy, se hace todo el memorial de la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, no como algo pasado, sino como anuncio, esperanza y certeza de la liberación definitiva que todos esperan.

«La celebración de la Cena Pascual, sin duda, ha sido para los judíos, uno de los factores más importantes para conservar, a través de las vicisitudes históricas, su identidad como pueblo y como religión. Pascua, para el judío es memoria del pasaje de la esclavitud egipcia para la conquista de la Tierra Prometida», destaca.

El Prelado también afirma que, para el cristiano, la Pascua es la celebración de la resurrección de Jesús, o sea, de la victoria de la vida sobre la muerte. De acuerdo con él, para el pueblo brasileño deberá ser el pasaje de la tierra de la corrupción, de la impunidad, de la injusticia, de la violencia, de la desigualdad y de tantos otros males generadores de muerte, a una «tierra sin males», de honestidad, de justicia, de compartir, de paz, de fraternidad, de igualdad y de vida.

Otra cosa recordada por el Obispo es que la Pascua cristiana exige, por su naturaleza, una celebración en familia y por eso más allá de la celebración que hacemos en la iglesia, sería muy interesante que en las familias se introdujese la costumbre de la cena pascual. Él refuerza que entre los cristianos del oriente esta es una práctica normal.

«Alguien se queda en casa asando el cordero, mientras los demás miembros de la familia van a la iglesia para, con toda la comunidad, participar de la Vigilia Pascual. A la medianoche se oye un tiro de cañón, anunciando la resurrección. Los fieles entonces se saludan apresuradamente con la expresión: ‘Cristo resucitó’, a lo que otro responde: ‘En verdad resucitó’. Vuelven en seguida a sus casas a fin de, en familia, comer el cordero pascual», explica.

Por último, Mons. Manoel enfatiza que nuestra comprensión y nuestra vivencia del misterio pascual, ciertamente, sería mejor asumida, si en nuestras casas, al menos una vez por año, de forma solemne y ritual si narrase la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo; si la oración en familia hiciese percibir que fue del corazón de Cristo traspasado por la lanza que nació la Iglesia.

«Con certeza tendríamos otra percepción de nosotros mismos, como hijos e hijas de Dios, si al menos una vez por año, en el contexto de la cena pascual, nos fuese contado de nuevo, que por nuestro bautismo fuimos sepultados con Cristo en su muerte y con él de nuevo fuimos llamados a la vida nueva», concluye. (FB)

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