jueves, 25 de abril de 2024
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Pedro y Pablo "redimidos por la misericordia de Cristo"

Erexim (Viernes, 26-06-2015, Gaudium Press) «Redimidos por la misericordia de Cristo» es el tema del más reciente artículo de Mons. José Gislon, Obispo de la Diócesis de Erexim, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil. En su reflexión, él afirma que en este fin de semana la Iglesia celebra con solemnidad el testimonio de fe de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Para el Obispo, eran hombres de formación y de realidades tan distintas, pero por causa del testimonio de la fe en Cristo Jesús, ambos tuvieron un destino común, el martirio.

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San Pedro y San Pablo, representación en la catedral de Salamanca

Según el Prelado, Pedro, el humilde pescador de Galilea, que aceptó la invitación del «ven y sígueme» hecho por Jesús, también precisó aprender que para ser discípulo no bastaba caminar con Jesús, sino que debía estar con Jesús, confiar en Él y testimoniarlo con la vida.

Mons. Gislon recuerda que Pedro, que era tan seguro de su fidelidad al Maestro (cf. Mc 14,27-31), cuando precisó dar testimonio de discípulo lo negó: «No conozco a ese hombre de quien ustedes están hablando» (cf. Mc 14,71).

Una herida curada por el amor

Pedro había dicho a Jesús: «Aunque yo tenga que morir contigo, no te negaré» (cf. Mc 14,31). De acuerdo con el Obispo, Pedro lloró al percibir que, temiendo por su vida, prefirió negar que conociera a Jesús y que era uno de sus discípulos. «Su llanto es señal del dolor que dilaceraba su corazón por no haber tenido la fuerza de testimoniar su fidelidad al Maestro. La herida abierta en el corazón de Pedro por la falta de coraje en testimoniar al Señor fue curada por el amor y la misericordia de Cristo Jesús, que en la cruz con su sangre redimió la humanidad», resalta.

El Prelado afirma que Pablo, a su vez, que era fariseo y perseguidor de los cristianos, símbolo del hombre nuevo, renacido y redimido por la gracia y la misericordia de Dios, se tornó el apóstol de las naciones. Él explica que antes de la conversión, Pablo recorría las ciudades para perseguir y aprisionar a los cristianos; como hombre nuevo y discípulo del Señor, coloca toda su erudición y sabiduría al servicio del Reino.

«Como apóstol, recorrió las ciudades anunciando de forma incansable el Evangelio de Cristo. Como prisionero, llegó a Roma y de la prisión escribe a Timoteo: ‘Cuanto a mí, yo ya estoy para ser derramado en sacrificio; se aproxima el momento de mi partida. Combatí el buen combate, completé la carrera, guardé la fe (cf. 2 Tm 4,6-7)’. Entregó su vida por la causa del Evangelio para vivir la eternidad en la casa del Padre», evalúa.

Por último, Mons. Gislon destaca que el camino recorrido por los apóstoles Pedro y Pablo fue de discípulos que dejaron la fe moldar sus vidas y guiar sus pasos hasta el martirio y la comunión definitiva con el Maestro Jesús. (FB)

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