sábado, 20 de abril de 2024
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"La fe comporta abrirse a la eternidad", dice el Arzobispo de Curitiba, Brasil

Curitiba (Jueves, 09-07-2015, Gaudium Press) «Ser religioso o ser una persona de fe: distinciones» es el tema del más reciente artículo de Mons. José Antônio Peruzzo, Arzobispo de Curitiba, en el Estado de Paraná, Brasil. Él afirma que impresiona el elevado grado de religiosidad diseminada por todas partes, siendo que desde los tiempos del iluminismo se anunciaba el fin de la religión.

Con todo, según el Prelado, por más que la genialidad humana sea pródiga en su fuerza inventiva, cuando todo estaría a sugerir que la familia humana sería más feliz y justa, aún así se enumeran las contradicciones de la historia. Él explica que hombres y mujeres, necesitados y ricos, parecen siempre más inquietos, unos por carencias, otros excesos. «Y Dios es siempre recordado. En muchos casos, infelizmente, hasta para legitimar la violencia», completa.

De acuerdo con el Arzobispo, es muy común confundir experiencia religiosa con experiencia de fe. Para él, también se hacen verdaderos hibridismos entre religión y espiritualidad, y, aunque sean cuestiones conexas, si falta discernimiento, prevalecerá mucho más la disputa entre religión y fe que el encuentro entre estas dos dimensiones. Mons. José destaca que la religión se refiere a lo sagrado, a lo inaccesible, dotado de omnipotencia, y la persona religiosa se expresa con ritos y cultos, haciendo sus ofrendas y presentando sus pedidos.

«En muchas situaciones envuelve una gran fascinación. Tiene fuerte componente emotivo. También forma parte de la experiencia religiosa la adhesión a un cuerpo doctrinal. Pero todavía no llega a ser una vivencia de encuentro con un Dios amoroso. En este sentido, hasta nuestras novenas, alguna vez, pueden carecer de mayores discernimientos. Ellas corren el riesgo de ser apenas ejercicios de religiosidad, lo que es ambiguo», agrega.

Otra cuestión abordada por el Prelado es que la experiencia de fe tiene hondas raíces en la religión, pero trae consigo algunos elementos diferenciadores. Según él, la fe pide actitudes de relación, de confianza, de obediencia, pero no se trata de relación sumisa, ni confianza ciega, tampoco se piensa en obediencia fanatizada. Mons. José resalta que en la experiencia de fe cuenta mucho, decisivamente, la libertad personal.

Además, él resalta que hombre o mujer de fe no es aquel o aquella que tiene certezas intelectuales ni es fe aquella actitud psicológica parecida con pensamiento positivo. Según el Prelado, estas son virtudes humanas, pero que todavía no integran o construyen relaciones de confianza. Para él, tiene fe quien se dispone a adherir y vincular su libertad en favor de alguien que confiere sentido a la vida presente y futura. Mons. José refuerza que la fe tiene una dimensión religiosa porque comporta abrirse a la eternidad, a lo infinito, a lo omnipotente, pero más que aspectos de ritos, valen los vínculos de relación.

Retomando un pasaje del evangelio, podemos percibir que el más serio problema de los discípulos no era el viento tempestuoso, no era la amenaza de las olas, sino era su poca confianza. «El mar agitado era poderoso. El viento fuerte era amenazador. A los discípulos parecía más lógica la certeza venida de un milagro expectante que la confianza en la fuerza, la autoridad y la palabra que de Jesús habían oído. Ellos eran hombres religiosos. Pero todavía no tenían fe. El viento y el mar se curvaron ante la voz de Jesús. Los discípulos, sin embargo, se asustaron», recuerda. (FB)

 

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