viernes, 29 de marzo de 2024
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"El sufrimiento nos recuerda la infinitud", afirma el Arzobispo de Curitiba, Brasil

Curitiba (Jueves, 23-07-2015, Gaudium Press) «¿Sentir pesar o amar al sufridor?» es el título del más reciente artículo de Mons. José Antônio Peruzzo, Arzobispo de Curitiba, en el estado de Paraná, Brasil. Él afirma que la temática del dolor y el sufrimiento es una de las más recurrentes en la historia del pensamiento, el arte y los cuestionamientos humanos. Para el prelado, así como el amor, también el dolor encuentra profundas y creativas expresiones en la sabiduría popular, en los proverbios, las canciones, los romances, las páginas de filosofía.

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Mons. José Antônio Peruzzo – Foto: Diócesis de Vitoria

Según el Obispo, la causa, la fuente, el sentido, hasta el poder liberador del sufrimiento se presentan vigorosos en párrafos escritos con sabiduría y profundidad, pero, por otro lado, no pasan desapercibidas las revueltas, las angustias e inquietudes, los cansancios. «Hasta llegamos a reconocer que el dolor es uno de los misterios de la vida, sin embargo los interrogantes permanecen», completa.

Para él, el sufrimiento nos coloca ante la crudeza de la finitud, pero también nos recuerda la infinitud, casi como una añoranza de lo que nunca tuvimos. Mons. Peruzzo explica que es así que se puede entender al evangelista Marcos en el Evangelio del domingo pasado (Mc 6, 30-34). Jesús se retira con los discípulos para un lugar desierto. Buscaban descanso. Precisaban de eso. Fueron en barco, pero, al desembarcar, «Jesús vio una gran multitud y se llenó de compasión por ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas».

«¿Qué significa sentir compasión? Había sufrimiento, desorientación, indiferencia (sin pastor). No parece que se limitó a sentimientos pesarosos, como si apenas tuviese pena de aquella gente muy carente y sin rumbo. El mero sentimiento, aunque noble, es siempre fugaz. Se parece con algo que pasa sin nada inspirar. No mueve ni conmueve. Sería una conmiseración refinada, pero sin efectos, sin aproximación, sin solidaridad, sin vigor interpelativo», evalúa.

De acuerdo con el prelado, la experiencia bíblica de compasión es más que un elevado afecto humano. Él recuerda que, en el Antiguo Testamento, era una de las más pronunciadas características de Dios, pues sus compasiones se desdoblaban en respuestas de aproximación reconciliadora o liberadora. Mons. Peruzzo resalta que en el caso de Jesús, sus actitudes compadecidas daban a conocer las inclinaciones de Dios en favor de aquella gente.

«Si las multitudes eran como ovejas sin pastor, la imagen refiere indiferencia y frialdad ante su situación. Los gestos del Señor compasivo les recordaban que, aunque en cuadros difíciles, aún así eran preciosos a los ojos del Padre.»

Asimismo, el Obispo conviene una mirada al origen etimológico de compasión, el vocablo latino cum/passio («padecer con»). Él explica que para «compasión» es preciso ir hasta el griego antiguo, porque ahí se une a las disposiciones maternas de conservar la vida.

«En aquella lengua los términos compasión y útero son equivalentes. Así como el vientre materno acoge la vida, la envuelve, la protege y la hace nacer, algo semejante hizo el Señor al aproximarse a aquellas ovejas sin pastor: les suscitó la esperanza con expresiones de amor fraterno. Fue una aproximación generativa, esto es, generó algo», resalta.

Por último, Mons. Peruzzo dice que quien mira a los titulares, las elecciones y comportamientos actuales tal vez se deje convencer de que la compasión está perdiendo credenciales en el elenco de las cualidades humanas. Al final, para él, productividad, eficiencia, competitividad son «pobres» de actitudes compasivas.

«Entretanto, habiendo llegado a Curitiba hace pocos meses, sin negar las durezas de la gran metrópolis, debo decir, gratificado, que encuentro muchos testimonios de compasión solidaria. Y percibí que la gracia hace un bien inmenso no apenas a los beneficiarios. Parece que hace un bien mayor a los compasivos», concluye. (FB)

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