viernes, 29 de marzo de 2024
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Sacerdote anónimo relata dificultades de los católicos en China

Madrid (Miércoles, 03-02-2016, Gaudium Press) El programa de entrevistas Tras las huellas del Nazareno, de la fundación E.U.K. Mamie, destacó el testimonio de un sacerdote católico chino, quien desde el anónimato relató la realidad que padecen los católicos de ese país. Desde la intensa persecución de la llamada «revolución cultural» de mediados del siglo XX hasta las limitaciones a la libertad religiosa de la actualidad, el presbítero destacó la fidelidad de los creyentes. «Si hoy sufrimos por Jesucristo, mañana nos tocará la vida eterna», explicó. «La vida eterna no es una teoría y no es una cosa lejana. Sencillamente, es una cosa del mañana. Esta es nuestra fe».

El sacerdote comentó que su infancia gozó de una cierta libertad para vivir su fe. «Podíamos aprender catequesis con algunas religiosas, y tener algún encuentro o una charla con el sacerdote. Los domingos podíamos asistir a la misa», recordó. «Pero cuando ya fui un poco mayor, las persecuciones se hicieron más fuertes. El obispo fue llevado por el Estado a la cárcel, y también muchos sacerdotes de la diócesis». La experiencia de la necesidad de sacerdotes para sostener espiritualmente a los fieles fue lo que lo motivó a ingresar al Seminario.

El presbítero explicó las condiciones que motivaron la división de la comunidad católica local en las llamadas «Iglesia oficial» e «Iglesia subterránea». » El Estado de China quiso que toda la Iglesia fuese un instrumento del Gobierno y hubo algunos que, por las persecuciones, aceptaron sus condiciones. Pero hubo otra parte que no lo aceptó», realtó el sacerdote. «Y por eso, hasta hoy en día, podemos decir, sencillamente, que hay una Iglesia oficial y otra Iglesia clandestina». También destacó que, a pesar de que ambas comunidades no tienen mucho contacto, la división no surgió «desde dentro de la Iglesia, sino por la fuerza del Estado. Así que, me parece que podemos mantener un mínimo respeto entre estas partes». Lamentablemente, esta no es la única herida abierta en esta Iglesia local.

«Algunos Obispos y sacerdotes perseguidos, a veces, reciben una ‘reeducación'», agregó el sacerdote anónimo. «Conozco a un Obispo auxiliar que vivió en la cárcel unos diez años. Durante este tiempo no podía tener ningún contacto con los demás. Cuando salió de la cárcel, había cambiado mucho su pensamiento, incluso, a veces, muy en contra la Iglesia». La «reeducación» incluye la manipulación de la información y las noticias, así como el aislamiento de las comunidades fieles a la Santa Sede.

Si se descubre que en una casa se celebra la eucaristía de manera clandestina o se imparte catequesis, el dueño queda obligado a pagar una multa o ir a prisión. Además de las penas de prisión (que incluyen trabajos forzados y malas condiciones) existe la detención domiciliaria a la cual se somete a Obispos y sacerdotes. «A veces, viven en un centro estatal y no pueden tener contacto con otros, no pueden visitar a sus familias… En este sentido, ellos no tienen libertad», comentó.

Sin embargo, las dificultades y la presión no logra hacer que los creyentes pierdan la fe. «Según mi experiencia, casi nadie», respondió el sacerdote ante la pregunta de cuántos claudican ante la adversidad. El sacerdote recordó la frase de un compañero de su diócesis. «Lo más importante no es pedir al Señor que salgamos de esta situación, lo más importante es que pidamos las fuerzas para mantener nuestra fe».

Con información de Religión en Libertad.

 

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