viernes, 29 de marzo de 2024
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Cuaresma es tiempo de desenmascarar tres tentaciones, dice el Santo Padre

Ecatepec (Lunes, 16-02-2016, Gaudium Press) En Ecatepec en la celebración de su segunda misa en este Viaje Apostólico a México, (14-02), Francisco afirmó que la Cuaresma es tiempo de desenmascarar tres tentaciones: la riqueza, la vanidad y el orgullo. Él resaltó que las tentaciones de orgullo son las peores.

Cuaresma

El Papa recordó que el miércoles pasado se inició el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Es la ocasión en que la Iglesia nos invita a prepararnos para la celebración de la gran fiesta de la Pascua.

Es un tiempo especial para recordar el don de nuestro Bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios.

La Iglesia nos invita a reavivar el don recibido para no dejarlo caer en el olvido como algo pasado o guardado en una «caja de recuerdos».

Hijos amados del Padre

Francisco recordó también que el tiempo de la Cuaresma es la ocasión para recuperar la alegría y la esperanza de sentirnos hijos amados del Padre.

Un Padre que nos espera para librarnos del cansancio, la apatía, la desconfianza y revestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre y una verdadera madre saben dar a sus hijos.

Nuestro Padre es padre de una gran familia: es Padre nuestro, recordó Francisco. Nuestro Padre es un Padre que sabe tener un amor, pero no engendrar y criar «hijos únicos».

Es un Dios que entiende de familia, de fraternidad, de pan partido y compartido. Es el Dios del «Padre Nuestro».

Armonía y santificación

Cuaresma: tiempo para regular los sentidos, abrir los ojos para tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar aquellas tres grandes formas de tentación que rompen, hacen en pedazos la imagen que Dios quiso plasmar.

Tres tentaciones de Cristo… Tres tentaciones del cristiano que buscan arruinar la verdad a la que fuimos llamados. Tres tentaciones que visan degradar y degradarnos.

Cuando la riqueza es conseguir el pan con el sudor ajeno o hasta con la vida ajena. Tal riqueza es pan que tiene gusto de tristeza, de amargura y de sufrimiento. hijos.

La vanidad: la busca de prestigio basada en la descalificación continua y constante de aquellos que «no son nadie».
La busca exacerbada de aquellos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los otros.
Y, «alegrándose con la desgracia ajena», se abre camino a la tercera tentación – la peor: el orgullo.

El orgullo, o sea, colocarse en un plano de superioridad de cualquier tipo, sintiendo que no se comparte «la vida común de los mortales» y rezando todos los días: «Gracias, Señor, porque no me hiciste como ellos».

Tres tentaciones

Tres tentaciones de Cristo…

Tres tentaciones que el cristiano enfrenta diariamente. Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y el frescor del Evangelio; que nos cierran en un círculo de destrucción y pecado.

Por eso vale la pena preguntarnos:

¿Hasta qué punto estamos conscientes de estas tentaciones en nuestra vida, en nosotros mismos?

¿Hasta qué punto nos acostumbramos a un estilo de vida que considera la riqueza, la vanidad y el orgullo como la fuente y la fuerza de vida?

¿Hasta qué punto estamos convencidos de que cuidar del otro, preocuparnos y ocuparnos con el pan, el buen nombre y la dignidad de los otros sea fuente de alegría y de esperanza?

Escogemos a Cristo

Escogemos, no al diablo, sino a Jesús; Si recordamos lo que escuchamos en el Evangelio, veremos que Jesús no contesta al demonio con ninguna palabra propia y sí con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura porque, hermanos y hermanas, tengamos en nuestras mentes, con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar porque él va vencer siempre.

Solamente la fuerza de la Palabra de Dios puede derrotarlo. Escogemos a Cristo, no al demonio.

Queremos seguir sus pasos, pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder.
Por eso, la Iglesia nos ofrece este tiempo de Cuaresma, nos invita a la conversión con una única certeza:

Él está a nuestra espera y quiere curar nuestro corazón de todo aquello que lo degrada, degradándose o degradando. (JSG)

(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de la Radio Vaticano)

 

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