viernes, 29 de marzo de 2024
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El Cirineo y Jesús

Redacción  (Viernes, 19-02-2016, Gaudium Press) «¿Quién era este Simón? ¿Qué se sabe de él sino que era de Cirene? ¿Y qué sabemos de Cirene sino que fue la tierra de Simón?» (1)

Sin embargo algunos historiadores bizantinos afirman que había sido esclavo-liberto en Cirene norte de Libia, y que conservaba todavía en la pantorrilla la marca de su antiguo dueño Romano. Judío de nacimiento, caído en esa desgraciada condición, trabajó juiciosamente hasta conseguir comprar su libertad y regresar a Jerusalén. Ahora vivía allí viudo y con dos hijos mayores, que le ayudaban a trabajar unas tierras de su propiedad, disfrutando una vida más o menos holgada, asistiendo a la sinagoga de los libertos y cumpliendo la Ley.

Simón le contó al personaje de Mika Waltari en su novela-histórica (2) que los libertos eran discriminados y por eso tenían su propia sinagoga. Que el día aquel venía medio distraído por la calle y fue forzado sin remedio por uno de los soldados. Y que nunca olvidaría la mirada de gratitud del pobre reo tan maltratado, aún peor que los otros dos que iban con él para el calvario:. Con una ridícula corona de espinas y una rota túnica de loco a medio colocar sobre la suya empapada en sangre por la flagelación, tambaleaba a punto de caer bajo el peso de la cruz. Desde ese día no podía dormir bien pero que no sentía coraje para buscar a los discípulos que andaban escondidos y acobardados. Ya antes había oído hablar de él pero nunca asistió a algunos de sus famosas predicaciones. Pero ese día del encuentro no lo olvidaba.

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Cristo y el Cirineo, de Tiziano – Museo del Prado

Estando en la sala de su casa nada modesta, pues sus pisos eran de mármol y era amplia y fresca, el Cirineo expresaba sus impresiones con cierta amargura hasta que alguien pasó por al patio interior un poco de prisa lo que no le gustó mucho a éste porque le pareció que su mayordomo seguía con la costumbre de fisgonear las visitas. Al llamarlo este apareció por otra puerta, lo que tranquilizó al buen liberto. La conversación siguió cuando de repente volvieron a ver pasar la persona, lo que hizo al Cirineo levantarse para seguirla. Se detuvo al ver que había huellas de sangre con las pisadas. Marco recordó que también en el huerto del sepulcro, había intentado seguir a quien supuso que era el hortelano que pasó cerca de él pero que lo único que vio fue unas huellas con sangre. Está aquí, pensó. El Cirineo preguntó en voz alta si alguien estaba herido en la casa. Nadie respondió nada. Marco le dijo que no perdiera el tiempo averiguando. Que Jesús estaba por ahí. La atmósfera se puso liviana, mansa y aromática.

Lo cierto y bien cierto de todo esto es que Cirineo no pudo volver a ser el mismo, que el paso de los acontecimientos que se sucedieron después de la terrible injusticia del Sanedrín lo llevaron a ser un cristiano fervoroso y hoy es reconocido como un santo tras la persecución que los judíos desataron contra sus compatriotas cristianos en Jerusalén, los enfrentamientos entre los autores intelectuales del crimen, el caos que sobrevino y la destrucción de la ciudad por las implacables legiones de Tito.

Del Cirineo nos queda ese ejemplo de compasión y valentía, cuando nadie daba nada por Jesús de Nazareth y aparecía como el gran derrotado de aquel mundo de entonces, que rebosaba en sensualidad y arrogancia, prepotencia, materialismo hedonista y gozo de la vida. Lo que no fueron capaces de hacer sus discípulos, ni el propio apóstol San Juan que le seguía oculto entre la gente, lo hizo él con lástima y enfrentando la risotadas de los que lo reconocieron y se le burlaban. Ejemplo inolvidable para cuando veamos que la Iglesia es ridiculizada, despreciada y perseguida. (3).

Por Antonio Borda

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(1) Plinio Correa de Oliveira, «Catolicismo», Viacrucis, V Estación, 1952, Sao Paulo.
(2) Mika Waltari, «Marco El Romano».
(3) Op.cit.

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