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Una Catedral nacida… de sangre derramada

Redacción (Lunes, 25-04-2016, Gaudium Press) Ubicada en el corazón de San Petesburgo, la Catedral del Salvador sobre la Sangre Derramada es un prodigio arquitectónico de singular belleza. Su silueta típicamente rusa, a la vez complicada y pintoresca, encanta al visitante por su ornamentación, riquísima en ladrillos esmaltados, baldosas, azulejos, mármoles italianos y diversos tipos de piedras semipreciosas rusas, provenientes de los elevados Urales y del misterioso y recóndito Altaï.

Su interior guarda una de las colecciones de mosaicos más extensas de Europa, con una superficie de 7500 m2 y en los que están representadas 68 escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento.

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San Petersburgo, Catedral del Salvador sobre la Sangre derramada

Fotos: Gustavo Kralj / Gaudium Press

Pero las facetas más interesantes de la Catedral radican en el singular y sugestivo título por la que es conocida: ‘Catedral sobre la sangre derramada…’

Viajemos en el tiempo al tumultuoso ambiente de las últimas décadas del siglo XIX. Es el 13 de Marzo de 1881.

En este día, Alejandro II, Zar de todas las Rusias, se dirige en su carroza a asistir a una parada militar donde inspeccionará las tropas imperiales. Entre el público que se apretuja para verlo pasar, se encuentra un estudiante anarquista que, inesperadamente, arroja una bomba a los pies de la carroza que transporta al soberano. El zar, sin embargo resulta ileso de la explosión pues el carruaje está constituido de un revestimiento blindado. Alejandro II, no obstante, decide salir de su transporte a auxiliar a los heridos… en ese momento, una segunda bomba, arrojada por otro anarquista, escondido entre la multitud, ciega la vida del monarca, quien sucumbe horas más tarde, víctima de las heridas ocasionadas por el mortal explosivo.

Curiosamente, entre el tumulto yace abandonado dentro del carruaje, el decreto que – elaborado por el propio Zar- transforma el autocrático Imperio Ruso en una monarquía constitucional, regida por un parlamento.

No transcurre mucho tiempo sin que el inmediato sucesor al Trono, Alejandro III, hijo del Emperador fallecido, desee la construcción de una Iglesia cuyo altar sea construido exactamente sobre el lugar donde trágicamente se derramara la sangre de su padre. Y es esa la causa de que, hoy en día, en el fatídico cruce del Parque Mikhailovskij con el Canal Griboedov, podamos ver la Catedral, plácidamente reflejada en las aguas del Canal, marcando su presencia para siempre en el tiempo y en la Historia.

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Algunas curiosidades arquitectónicas remarcan el alto valor simbólico del edificio. En efecto, la cúpula central se eleva exactamente a 81 metros de altura, simbolizando el año del trágico atentado: 1881. Las cúpulas laterales, en cambio, se alzan a 62 metros, haciendo referencia a a edad con que el Zar falleciera: 62 años.

Desde los hechos tumultuosos que le dieron origen, la historia de la Catedral siguió jalonada por episodios que muchas veces han amenazado su providencial existencia. En los primeros años de la década de 1960, por ejemplo, mientras la cúpula principal sufría reparaciones estructurales, unos azorados trabajadores se depararon con una bomba alemana, remanente del tristemente célebre sitio de la ciudad, y de los incesantes bombardeos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial. Sin que nadie se hubiese percatado de su presencia, la bomba había permanecido alojada en la cúpula, con su carga explosiva intacta… por 19 años.

* * *

Así, la ‘Catedral del Salvador sobre la sangre derramada’, nos sugiere una fuerte lección para nuestra vida espiritual.

En efecto, de los cimientos empapados por la sangre de un autocrático monarca, entre episodios de carnicería y de violencia indescriptibles, se eleva hacia los cielos una feérica construcción que paradójicamente nos invita a meditar sobre un misterio incómodo y para nada placentero: se trata del misterio singularmente incomprensible del dolor y de la muerte.

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Un misterio tan singularmente incomprensible, subrayamos, que hasta el Salmista llega a preguntarse entre mil angustias:»Quæ utilitas in sanguine meo?» esto es, »Qué provecho hay en mi sangre?’ (Sal 30, 7)
Verdaderamente, ante la óptica de consideraciones puramente humanas, la sangre, la tragedia y el sufrimiento no parecen tener el más mínimo sentido. Entretanto, nuestras ponderaciones humanas, que únicamente podrían dar al sufrimiento oscuros tintes de desesperación, insensatez e incongruencia, solo pueden encontrar una respuesta sólida, en la solemne y serena réplica de la Fé: ‘…sine sanguinis effusione non fit remissio’. ‘Sin la efusión de sangre, no hay redención…’ Heb 9, 22

Es en la aceptación de esa inexorable regla puesta por la Providencia, que encontraremos la paz de alma y la serenidad que nos eleve de las realidades sórdidas del pecado, del mundo y de la carne, hacia las consideraciones altísimas del mundo sobrenatural.

En esta perspectiva, no nos sorprendería constatar que, algún día, la Catedral nacida de la sangre derramada, fuera a ser rebautizada con un nombre aún más bello y quizás más apropiado: «Catedral de la efusión de Sangre, sin la cual, no hay Redención»…

Vea más imágenes de la Catedral en las galerías de Gaudiumpress

Por Gustavo Kralj

 

 

 

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