viernes, 29 de marzo de 2024
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El Papa recorrió, con el ciego de Jericó, el camino de mendigo a discípulo

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 15-06-2016, Gaudium Press) Hoy en la Audiencia General el Papa meditó acerca de la curación del ciego en las cercanías de Jericó (Cfr. Lc 18,35-43). Jericó es la ciudad a la que llegó el pueblo de Israel en la búsqueda de la Tierra Prometida, y representa por tanto, el ingreso a esa tierra de promisión.

El evangelista Lucas cuenta que alguien de la multitud le avisó al ciego que el movimiento a su alrededor se daba porque por allí pasaba Jesús de Nazaret.

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«El paso de Jesús es indicado con el mismo verbo con el cual en el libro del Éxodo se habla del paso del ángel exterminador que salva a los Israelitas en las tierras de Egipto (Cfr. Ex 12,23). Es el ‘paso’ de la pascua, el inicio de la liberación: cuando pasa Jesús, siempre hay liberación, siempre hay salvación. Al ciego, pues, es como si fuera anunciada su pascua. Sin dejarse atemorizar, el ciego grita varias veces dirigiéndose a Jesús reconociéndolo como Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, habría abierto los ojos a los ciegos (Cfr. Is 35,5). A diferencia de la multitud, este ciego ve con los ojos de la fe. Gracias a ella su súplica tiene una potente eficacia. De hecho, al oírlo, «Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran»», señaló el Papa.

Jesús pone en el centro de la atención de todos al ciego, y da un ejemplo de misericordia.

«Jesús se dirige al ciego y le pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 41). Estas palabras de Jesús son impresionantes: el Hijo de Dios ahora está frente al ciego como un humilde siervo».

«El ciego pide poder ver de nuevo y su deseo es escuchado: «¡Señor, que yo vea otra vez! Y Jesús le dijo: Recupera la vista, tu fe te ha salvado» (v. 42). Él ha mostrado su fe invocando a Jesús y queriendo absolutamente encontrarlo, y esto le ha traído el don de la salvación. Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús. Por esto la narración termina refiriendo que el ciego «recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios» (v. 43)». De mendigo, el ciego pasa ahora a ser discípulo, entra a formar parte de la comunidad del Señor.

Pero el milagro también cobija a la multitud: «lo que había sucedido al ciego hace que también la gente finalmente vea. La misma luz ilumina a todos uniéndolos en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia sobre todos aquellos que encuentra: los llama, los hace venir a Él, los reúne, los sana y los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor misericordioso», expresó el Pontífice.

El Papa concluyó su meditación invitando a abrir el corazón , para que nos dejemos «llamar por Jesús, y dejémonos curar por Jesús, perdonar por Jesús, y vayamos detrás de Jesús alabando a Dios».

Con información de Radio Vaticano

 

 

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