martes, 16 de abril de 2024
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Uno de los siete Ángeles que están delante de Dios

Redacción (Martes, 16-08-2016, Gaudium Press) Pleno de gratitud para con Rafael, Tobías quiso recompensarlo con bienes materiales, pues juzgaba que él fuese un ser humano. Entonces, Rafael llamó aparte a Tobit y Tobías y afirmó, entre otras cosas:
Cántico profético

«Bendecid a Dios y celebradlo delante de todos los vivientes, por todos los beneficios que Él os hizo […] Publicad las obras de Dios con la honra que merecen. Los que cometen pecado e iniquidad son enemigos de sí mismos». Y dirigiéndose a Tobit dijo: «Cuando orabas, tú y Sara, yo presenté el memorial de vuestra oración en presencia de la claridad del Señor» (Tb 12, 6.10.12).

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San Rafael, Catedral de Burgos, España

Y concluyó:

«Yo soy Rafael, uno de los siete Ángeles santos que asistimos delante de la claridad del Señor y entramos en su presencia» (Tb 12, 15). O sea, «uno de los espíritus celestes más elevados en dignidad» (1), que son citados en el Apocalipsis (cf. Ap 1, 4; 8, 2).

Cuando oyeron esto, ambos se prosternaron tomados de miedo. Rafael los tranquilizó y ordenó que asentasen por escrito todo lo que ocurrió. ¡Y subió al Cielo!

Tobit, entonces, escribió una bellísima oración que es un verdadero cántico profético, pues descubre «grandiosas perspectivas mesiánicas». (2)

Prefigura del Cielo empíreo y de la Iglesia Católica

Destacamos algunos puntos de ese cántico.

– Dios «os castigará por causa de vuestras iniquidades […] ¡Convertíos, pecadores!» (Tb 13, 5-6).

– Jerusalén será punida debido a sus malas obras. Practicad buenas obras y bendecid al Rey de los siglos, para que su Templo sea de nuevo edificado en ti (cf. Tb 13, 9-10). La ciudad santa ya sufriera mucho debido a los ataques de enemigos, pero todavía estaba de pie, así como el Templo, cuando Tobit compuso su cántico. (3)

– «¡Una luz fulgurante brillará en todos los confines de la Tierra! Muchas naciones vendrán a ti de lejos» (Tb 13, 11). Tales palabras «predicen la conversión de los pueblos paganos al verdadero Dios, y la catolicidad de la Iglesia de Cristo». (4)

– Tobit maldice a todos los que fallen contra Jerusalén, destruyan sus muros, abatan sus torres; y bendice a todos los que la temen. Declara que son felices todos los que se entristecieren por sus castigos, pues contemplarán toda su alegría (cf. Tb 13, 12.14).

– Prevé la reedificación de la ciudad de Jerusalén y del Templo. Y también la gloria futura de Jerusalén, cuyas puertas serán construidas con zafiro y esmeralda, las murallas con piedras preciosas, las torres con oro, las plazas pavimentadas con cristales y piedras de Ofir (cf. Tb 13, 16-17).

Los Libros de Isaías (54, 11-12) y del Apocalipsis (21, 18-21) traen descripciones semejantes respecto a la nueva Jerusalén.

Jerusalén en este caso es prefigura del Cielo empíreo, o sea, un Cielo material, de magnificencia indecible, en el cual los cuerpos de los justos, después de la resurrección de los muertos, podrán disfrutar una eternidad feliz. (5) Y también de la Iglesia Católica, la cual, aunque pase por épocas de persecuciones internas o externas, jamás será destruida, conforme la promesa de Nuestro Señor: «Las fuerzas del Infierno no podrán vencerla» (Mt 16, 18). Su pulcritud se debe manifestar en las construcciones y en la decoración de los templos, en las músicas así como en los ornamentos, objetos y ceremoniales litúrgicos.

Protector de los enfermos y los viajeros

Cuando Tobit quedó ciego, tenía 62 años de edad. Después que recuperó la vista, vivió largos años en la abundancia, dio limosnas y celebró la grandeza de Dios (cf. Tb 14, 2).

Estando próximo de la muerte, llamó a su hijo y le recomendó que se mudase con su familia para la Media – actual Irán -, pues, según afirmaban los profetas de Israel, entre los cuales citaba Naum, Nínive y todo el imperio asirio serían destruidos.

Tobit previó también que todas las naciones se convertirán, pero las personas que quedaren empedernidas en el pecado «desaparecerán de todos los países» (Tb 14, 7). Tales palabras hacen recordar la profecía de Nuestra Señora, en Fátima: «¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!»

Y Tobit recomendó a Tobías: «En el mismo día en que sepultares a tu madre», la cual moriría luego después, salga de Nínive con su familia, «pues veo que es grande la iniquidad en su medio, es grande la perfidia que en ella se comete, y nadie se siente avergonzado» (Tb 14, 10). Y en el momento en que Tobit dijo: «ahora mi alma se va…» (Tb 14, 11), lo acostaron en un lecho y murió; tenía 112 años.

Cuando su madre falleció, Tobías con su familia fue para la capital de la Media, donde pasó a residir con su suegro Raguel. Después de la muerte de sus suegros, él recibió la herencia, como ya había recibido la de su padre.

Tobías, bien anciano, supo de la destrucción de Nínive – acontecida en el 612 a. C. – y vio sus habitantes siendo deportados para la Media. Y bendiciendo al Señor, murió cercado de honra, a los 117 años de edad.

Cuanto al Ángel, la Iglesia lo venera como San Rafael, perteneciente a uno de los más altos coros angélicos. Él es el protector de los enfermos y también de los viajeros. (6) Su fiesta, juntamente con la de San Miguel y San Gabriel, es celebrada el 29 de septiembre.

Por Paulo Francisco Martos

(1)FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923, v.III, p. 370.
(2)Idem, ibidem, p. 334.
(3)Idem, ibidem, p.372.
(4)Idem, ibidem, p. 372.
(5)Cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. E seremos repletos de grandeza… .In Revista Dr. Plinio, São Paulo, n. 49, abril 2002, p. 16.
(6)Cf. FILLION. Op. cit., p.347.

 

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