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Tres refugiados de Corea del Norte encuentran a Dios al dejar su país

Seúl (Sábado, 03-09-2016, Gaudium Press) La situación de extrema violación de la libertad religiosa en Corea del Norte volvió a quedar en evidencia tras el bautismo de 60 refugiados de este país en Corea del Sur el pasado 18 de junio (ver noticia anterior). El informativo italiano Tempi entrevistó a tres de los nuevos creyentes y retrató la particular historia de quienes habitan un país en el cual la religión continúa prohibida por la ley. «Yo ni siquiera sabía que había algo llamado Dios», relató una de ellos, Young-ae Kim, quien refirió que sólo al llegar a China pudo oír este concepto para él revolucionario.

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La única forma de culto admitida en Corea es la referida a los líderes políticos de la revolución. Foto: J.A. de Roo.

El P. Raymond Lee, quien presidió la emotiva celebración del sacramento del Bautismo de los refugiados expresó su preocupación por la realidad vivida en Corea del Norte en materia religiosa. «Hay personas que han sido encerradas en la cárcel; incluso alguien ha sido obligado a mirar mientras sus padres fueron ejecutados», predicó el sacerdote. » Ustedes han pasado todo tipo de dificultades y tienen una gran necesidad de amor. Les deseo lo mejor ahora que renacen en el amor de Dios. Oro por su felicidad».

El proceso de preparación de los nuevos católicos se inició en octubre de 2015, cuando el P. Lee estableció el grupo de formación que se reunió una vez cada semana. El mensaje del sacerdote era imposible de conocer en Corea del Norte. «Yo no creía en Dios porque no tenía ni idea de que había un Dios», comentó Keum-ho Yoo, de 43 años. Su educación fue estrictamente atea y nunca conoció un cristiano hasta que huyó del país por cansancio del régimen. La única noción que tenía de la religión era: «el que cree en una religión puede ser disparado».

No fue fácil dejar Corea del Norte, ya que fue repatriado desde China en dos oportunidades. Durante una de sus fugas escuchó hablar de Dios, así que decidió intentar orar en su último intento. «Yo nunca lo había hecho antes y sorprendentemente mi intento de fuga fue logrado», comentó. «Si logré escapar es a causa de Dios, es por eso que me convertí al catolicismo». Sin embargo relató que su educación anterior le hizo difícil comprender ciertos conceptos religiosos, pero la experiencia de caridad cristiana de la comunidad de católicos le impresionó de forma notable. «Toda mi conversión fue un viaje de amor que me trajo a Dios y la fe de hoy me permite vivir en paz conmigo mismo y tener una esperanza de vida», concluyó. «Espero que el pueblo de Corea del Norte vivirá un día en la libertad y en la paz «.

No todos los casos son de completa ignorancia de la existencia de Dios. Sehyon Ahn, de 26 años, quien recibió el nombre cristiano de Ángela, dejó su país para poder estudiar música y afirma que «siempre he creído en su existencia y en ocasiones también oré». Sin embargo la primera vez que pudo conocer de forma concreta sobre Jesucristo fue a través de libros y películas en Corea del Sur y luego a través de la invitación de un miembro de un centro de apoyo para refugiados conoció la Iglesia Católica. «Puedo decir que mi conversión fue un viaje alegre, porque ahora estoy muy feliz y me siento en paz», expresó. «Increíblemente, me parece que todo va bien».

Young-ae Kim, María según su nombre cristiano, no se adapta aún del todo a la cultura de Corea del Sur, donde a pesar de contar con la libertad que nunca tuvo «no me gusta el excesivo individualismo y el egoísmo. por esto encontró también un hogar en la comunidad de creyentes. «Estoy impresionada por la comunidad de amor que es la Iglesia. Nunca había tenido el deseo de servir a los demás, ahora lo hago y este es el mayor cambio que ha producido en mí la fe», indicó.

El P. Lee y los refugiados esperan ansiosamente el día en que Corea del Norte se abra a la fe y puedan llevar el mensaje del Evangelio a sus hermanos. «Yo espero que suceda pronto», expresó Ángela, quien no teme perder su alegría cuando vuelva a estar en contacto con el régimen que la mantuvo bajo su dominio. «A través de la oración, he encontrado la fuerza para perdonar», concluyó.

Con información de Tempi.

 

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