viernes, 29 de marzo de 2024
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Las 15 promesas de Nuestra Señora para los que recen su Rosario

Redacción (Lunes, 10-10-2016, Gaudium Press) Quince de octubre, día de Nuestra Señora del Rosario.

El Rosario de la Santísima Virgen es de las más preciosas oraciones para alabar a la Santa Madre de Dios. En él son contemplados los principales misterios de la vida, pasión y glorificación del Señor.

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Ningún camino es mejor que este para llegar a Jesús. En este día es muy oportuno publicar las principales promesas de Nuestra Señora para aquellos de sus hijos que recen el Santo Rosario:

A lo largo de los tiempos, varias fueron las apariciones de María Santísima a los hombres. Si prestamos un poco más de atención en estas ocasiones, percibiremos que, indudablemente, hay una relación entre ellas. Las promesas de las apariciones consisten propiamente en huir del pecado, buscar la santidad y vivir los mensajes por ellas anunciadas. Entre las apariciones más recientes, también es muy común el pedido para que las personas reciten el Rosario.

La devoción del Santo Rosario surgió a mediados del siglo IX, con los monjes irlandeses y recibió su forma actual en 1206, cuando la Santísima Virgen apareció a Santo Domingo de Guzmán y entregó esta poderosa arma en la lucha contra los herejes de su tiempo.
Posteriormente Nuestra Señora apareció a un fraile, dominico, llamado Alano que recibió algunas promesas que se destinaban a las personas que fuesen fieles a la devoción del Rosario. Fueron ellas:

1) Quien me sirva constantemente rezando mi Rosario, recibirá cualquier gracia especial.
2) A todos aquellos que devotamente recen mi Salterio, prometo mi especialísima protección y grandes gracias.
3) El Rosario será un arma potentísima contra el infierno, destruirá los vicios y el pecado y abatirá las herejías.
4) El Rosario hará florecer las virtudes y las obras santas, hará conseguir a las almas las copiosas misericordias de Dios, desapegará los corazones de los hombres del amor vano del mundo y los levantará al deseo de las cosas eternas. ¡Oh, cuántas almas se santificarán por este medio!
5) El alma que se encomiende a mí, con el Rosario, no perecerá.
6) Todo aquel que rece devotamente el Rosario con la contemplación de sus sagrados misterios, no será oprimido por las desgracias, no será castigado por la justicia de Dios, y no morirá de muerte repentina, sino que se convertirá si es pecador, se conservará en gracia, si es justo, y se hará digno de la vida eterna.
7) Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Santísimos Sacramentos.
8) Los que recen Mi Rosario tendrán en la vida y en la muerte la luz y la plenitud de la gracia y en vida y en la muerte serán admitidos a participar de los méritos de los bienaventurados del Cielo.
9) Los devotos de mi Rosario que fueren para el Purgatorio Yo los liberaré en el mismo día.
10) Los verdaderos hijos de mi Rosario gozarán grande gloria en el Cielo.
11) Todo lo que sea pedido por el Rosario será concedido.
12) Los que propaguen mi Rosario serán por mi socorridos en todas sus necesidades.
13) Yo conseguí de mi divino Hijo que todos los de la Confraternidad del Rosario tengan, por sus con frailes, todos los de la corte celeste en vida y en la muerte.
14) Los que recen mi Rosario son mis hijos y hermanos de Jesucristo, mi Unigénito.
15) La devoción a mi Rosario es una gran señal de predestinación.

Estas promesas, según la tradición, fueron hechas por la Santísima Virgen al Patriarca Santo Domingo y al Beato Alano de La Roche, y vienen referidas por Coppestein (B. Alani O.P., y en las mismas obras del Beato Alano publicadas en Imola, en 1847), por Miecoviense, por V. Sarnelli, por San Alfonso de Ligorio, por Auriemma, por Morassi, por Reveglione d. C. d. G., por Pasucci, por Lavazzuoli, por Pradel, y, en fin, por muchos Breves de los Sumos Pontífices.

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Fuente: Monsenhor João Filippo, «Maria Santíssima, Árvore da Vida», com autorização de Dom Antônio Cândido de Alvarenga, 3ª. edição, Desclée de Brouwer & Ca., Bruges, Bélgica, 1902. Extraído del periódico La Vergine del Rosario, Roma, Tipografia Vaticana, aprobado y recomendado por el Papa Leão XIII em 13/2/1888.

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