viernes, 19 de abril de 2024
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El río milagroso

San Pablo (Jueves, 13-10-2016, Gaudium Press) Amazonas, San Francisco, Negro, Araguaia, Tocantins, Madeira: son nombres de gigantes. Ellos están entre los mayores ríos del Brasil.

De entre esos verdaderos «mares de agua dulce» hay uno que sobresale por un acontecimiento que marcó de forma indeleble la historia de todos los corazones brasileños. Es el río Paraíba del Sur, que atraviesa el bello valle que lleva su nombre.

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Fueron en sus aguas calmas que tres pescadores, Domingo García, João Alves y Filipe Pedroso, milagrosamente, encontraron primeramente la cabeza y después el cuerpo de la Virgen Aparecida, en la segunda quincena del mes de octubre del año 1717.

Después del encuentro de la Imagen, la pesca que hasta entonces se encontraba infructífera, se tornó tan abundante que precisaron volver, al puerto de Itaguaçu, pues los tres barcos ya no podían soportar el peso de tantos peces. Todo muy semejante con la pesca milagrosa narrada en los Santos Evangelios, cuando Nuestro Señor Jesucristo dijo a Pedro: Hazte fuera, y lanzad vuestras redes para la pesca. (Lucas 5:4)

Y la pesca no terminó… Durante esos trescientos años la Imagen milagrosa continúa haciendo milagros, curas, ayudas, consuelo a los que la buscan, «pescando almas» para su Divino Hijo.

***

Ir a Aparecida en peregrinación es algo especial. Ya por la auto-estrada que conduce hasta la ciudad de Aparecida del Norte, encontramos grupos de personas caminando. Algunas de ellas cargando cruces y otras con rosarios en las manos, rezando. Ellos son pagadores de promesas y van al Santuario a agradecer gracias alcanzadas.

¡Milagros, milagros y más milagros certifican la bondad de Nuestra Señora hacia aquellos que tienen fe! Las pruebas -hay gente que necesita de ellas…- están guardadas en una gran sala donde se reúnen testimonios, fotos y ex-votos: cabezas, manos, pies de cera que certificaban la intercesión de la Madre de Dios.

En días de fiesta, junto a la pequeña Imagen de color morena, revestida de su manto azul desfila un largo cortejo: interminable.
Allá encontramos hombres y mujeres, viejos y jóvenes; algunos con las manos levantadas al cielo en señal de agradecimiento; otros traen lágrimas en los ojos: son llantos de esperanza y alegría. Hay otros además que, con dificultad, caminan de rodillas llevando enormes velas que serán quemadas en honra de la Madre Aparecida.

Todas las miradas buscan esa Virgen de Misericordia allí representada por la pequeña y milagrosa Imagen. Y de esa búsqueda nace un lenguaje sin palabras que llega al infinito y alcanza lo sagrado: Paran, por algunos instantes, hacen sus preces, sus pedidos… ¡y continúan su caminar! De su nicho, Ella oye a todos. Ella es madre de los pobres y los ricos; de los inocentes y los pecadores; de los afligidos y los que esperan en su dulce protección. Ella es definida en una palabra: ¡Ella es la Madre Aparecida, Reina y Patrona del Brasil!

Por Lucas Miguel Lihue

 

 

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