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Arzobispo de Filadelfia aconseja a los católicos desconectarse de la cultura secular

Notre Dame, Indiana (Viernes, 21-10-2016, Gaudium Press) El Arzobispo de Filadelfia, Estados Unidos, Mons. Charles Chaput, impartió el pasado 19 de octubre una conferencia en el Simposio de Obispos 2016, organizado por el Comité de Doctrina de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) y el Instituto McGrath para la Vida de la Iglesia de la Universidad de Notre Dame. En su alocución, el prelado hizo un llamado a una posición más firme por parte de los creyentes, quienes están llamados «desconectarse» de la cultura secular dominante y su promoción de valores contrarios al Evangelio.

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Mons. Charles Chaput, Arzobispo de Filadelfia, Estados Unidos. Foto: HazteOir.org.

En el inicio de su intervención, Mons Chaput, relató que había visto recientemente una ilustración del S. XIII que representaba a la Santísima Virgen dando un puño al demonio. En la imagen no hay lugar para el diálogo o la reprensión verbal, sino un golpe directo. «Cuando la mayoría de católicos pensamos en María, tenemos una de estas dos imágenes en la cabeza: la virginal joven judía que dice sí al plan de Dios; o la Madre de Jesús, la mujer de misericordia y ternura, ‘vida, dulzura y esperanza nuestra'», recordó el Arzobispo. «Podemos olvidar demasiado fácilmente que maría es también la mujer vestida de sol que aplasta la cabeza de la serpiente (…). Ella es la Madre que intercede por nosotros, nos conforta y nos enseña, pero también nos defiende».

El prelado recordó que la religión cristiana es una lucha espiritual contra el mal presente en el mundo y en el interior de la persona. La figura de la Santísima Virgen, modelo de lo que debe ser la Iglesia como Madre y Maestra, muestra cómo se debe combatir al demonio, explicó Mons. Chaput, quien invitó a los Obispo a imitar a San Cirilo de Jerusalén, quien advertía notablemente contra la serpiente infernal que «ve como tantos reciben la salvación y busca a quién devorar».

Apostasía Silenciosa

Sobre la situación particular de la Iglesia en Estados Unidos, el Arzobispo afirmó que el éxito y la prosperidad de los creyentes en el país ha permitido que «muchos de nosotros católicos sean grandemente asimilados y digerido por una cultura que diluye nuestras fuertes convicciones religiosas en nombre de la tolerancia liberal y entorpece nuestro anhelo por lo sobrenatural con un río de ateísmo práctico en la forma de bienes de consumo». Mons. Chaput recordó que Benedicto XVI acuñó el término «Apostasía Silenciosa» para referirse al pecado de abandonar la fe sin hacer una renuncia pública al don del Bautismo sino guardando silencio y abandonando el testimonio de la fe sin compartir su belleza a los demás.

Una de las razones de esta apostasía es la confianza creciente en las habilidades técnicas y tecnológicas, así como en el conocimiento humano, en detrimento de la fe. Varios católicos en posiciones de poder renunciaron a su testimonio para asumir su deber desde una perspectiva «técnica y práctica» en la cual quedó relegada la religión. A esta situación se suma la búsqueda de una igualdad artificial que conduce a posiciones totalitarias que incluso han afectado a la institución de la familia y la autoridad de los padres, de quienes el estado sospecha porque escapan a su control y porque se ve a sí mismo como un mejor educador de los jóvenes.

Mons. Chaput propuso un camino para superar estos males, «tratando de vivir conscientemente de forma diaria las cosas que decimos creer» para obtener serenidad de corazón y «actuando sobre nuestra fe», lo cual «incrementa nuestra fe». Para cambiar la situación, «deberíamos comenzar por renovar en nuestra gente un sentido de que la eternidad es real, que juntos tenemos una misión de la cual depende el mundo, que nuestras vidas tienen consecuencias que trascienden el tiempo».

El prelado indicó que «si los hombres y mujeres están realmente hechos para el heroísmo y la gloria, hechos para estar en presencia del Dios vivo, nunca pueden ser satisfechos con una religión burguesa, mediocre y de sentirse bien. Ellos nunca serán alimentados con un culto feo y una moralidad superficial». El Arzobispo lamentó que esto es lo que se ofrece a los fieles cuando se descarta el llamado a la conversión y se olvida el verdadero drama de la vida de los creyentes, que es la historia de la salvación que pasa por enfrentar a la serpiente.

Recuperar la civilización cristiana

Mons. Chaput advirtió que para reclamar la civilización cristiana y encender un renovado compromiso de fe que significa apartarse del mundo para ser más fieles, más misioneros y más santos, hay que asumir la pérdida numérica de quienes no deseen asumir este desafío. «Perder personas que son miembros de la Iglesia sólo de nombre es apenas una pérdida imaginaria», afirmó. «Podría ser en realidad más honesto para aquellos que se van y más saludable para quienes se quedan». El Arzobispo recomendó hablar claramente con la verdad, sin usar eufemismos, abordando los temas controversiales con franqueza. Ceder ante quienes no creen lo que enseña la Iglesia y no reforman su vida de acuerdo a la verdad de la fe es «un acto de traición y violencia contra los derechos que quienes sí creen y sí buscan vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. La inclusión requiere conversión y cambio de vida; o al menos el deseo sincero de cambiar».

El prelado recordó que al ser nombrado Arzobispo una persona le describió su misión como la de «un radical en la predicación y en vivir el Evangelio», complementado con «un protecto de la memoria cristiana, la fe, la herencia y acontecimientos». Para Mons. Chaput, mantener la relación con el pasado significa asumir obligaciones para el presente, en medio de la comunión de los Santos. «Si queremos reclamar a quienes somos como Iglesia, si queremos renovar la imaginación católica, necesitamos comenzar, en nosotros y en nuestras parroquias locales, por desconectar nuestros corazones de las suposiciones de una cultura que aún parece familiar pero que ya no es nuestra», concluyó. «Es un momento para la valentía y franqueza, pero difícilmente es el primero de su tipo. Es por esto que María – la virginal joven judía, la madre amorosa, la mujer que golpea al demonio en su nariz – era, es y siempre será la gran defensora de la Iglesia».

Con información de Crisis Magazine.

 

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