viernes, 29 de marzo de 2024
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Primado del Brasil destaca la necesidad de que seamos cristianos incluso en las vacaciones

Redacción (Jueves, 29-12-2016, Gaudium Press) Ser cristiano en tiempo de vacaciones. Esta es una de las recomendaciones hechas por el Arzobispo de Salvador y Primado del Brasil, Mons. Murilo Krieger, en uno de sus más recientes artículos, a todos aquellos que aprovecharán el inicio del nuevo año tomando algunos días para descanso físico y mental.

1.jpg«Las vacaciones anuales son un derecho de todos los trabajadores. Actualmente, la preocupación de muchos no es ni con las vacaciones, sino con el propio trabajo, ya que el desempleo ha sido una amenaza constante. Quien, con todo, tiene la posibilidad de, en las vacaciones, conocer otras realidades y convivir con otras personas, solo la idea de viajar ya es suficiente para alegrar el corazón», escribe ya al inicio del texto.

Al mencionar la palabra alegría, Mons. Krieger destaca que, «en verdad, cada cual busca la felicidad, el paraíso perdido y, tal vez sin saber, el propio Dios».

«Encontrar a Dios, entretanto, no es fácil. La cultura de nuestros tiempos no tiene un lugar para aquel que se reveló en Jesucristo. Muchos creen que pueden solucionar todos los problemas con el trabajo y el dinero. Crece, por otro lado, una insatisfacción generalizada, una expectativa no bien definida. Se espera alguna cosa, pero no se sabe bien qué, ni de qué manera vendrá. En esa situación, no es difícil asumir como filosofía de vida la que el apóstol Pablo percibió en su época, y así resumió: ‘Comamos y bebamos porque mañana moriremos’ (1Cor 15,32)».

De acuerdo con el Arzobispo de Salvador, «para que las vacaciones sean restauradoras precisan de un ‘alma’ que las anime. O, en otras palabras, se debe evitar en ellas todo lo que es deshonesto y nocivo y buscar una armonía entre el descanso y las exigencias espirituales».
Conforme el Primado del Brasil, «las vacaciones son una excelente ocasión para el cultivo del silencio».

«No pienso, aquí, en la simple ausencia de ruido, sino en la capacidad de cada uno escucharse a sí mismo, a los otros y a Dios. Ya San Agustín había intuido la necesidad de entrar en aquel desierto donde están solamente Dios y el propio yo. ¿Y qué decir del encuentro que las vacaciones nos posibilitan con la naturaleza? Las estrellas del cielo, el sol que nace, la planta con su colorido, el mar que es siempre diferente… todo eso nos identifica con el corazón del salmista, que cantaba: ‘Los cielos proclaman la gloria de Dios’ (Sl 19)».

Al final del artículo, Mons. Krieger refuerza a los lectores que las vacaciones, «es tiempo de un encuentro especial con Dios». (LMI)

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