viernes, 29 de marzo de 2024
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En el Ángelus dominical, el Papa meditó sobre el sermón de la montaña

Ciudad del Vaticano (Lunes, 30-01-2017, Gaudium Press) Ayer, en el Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco meditó sobre el sermón de la montaña, donde Jesús expone las bienaventuranzas, que son consideradas la «Carta Magna» del Nuevo Testamento (Cfr. Mt 5, 1-12a). 

» ‘Bienaventurados’, es decir, felices», indica el Papa, señalando que «el motivo de la bienaventuranza, es decir, de la felicidad, no está en la condición pedida – «pobres de espíritu», «afligidos», «los que tienen hambre y sed de justicia», «perseguidos»… – sino en la sucesiva promesa, de recibirlo con fe como don de Dios», de recibir esas condiciones con ojos sobrenaturales.

Refiriéndose a la primera bienaventuranza, «Felices los pobres de espíritu, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos» (v. 4), comentó el Pontífice que «pobre de espíritu es aquel que ha asumido los sentimientos y las actitudes de los pobres que en su condición no se rebelan, sino saben ser humildes, dóciles, disponibles a la gracia de Dios».

«El pobre de espíritu es el cristiano que no confía en sí mismo», dijo el Papa Francisco, insistiendo en la humildad que ya había señalado. También «los pobres, en este sentido evangélico, se presentan como aquellos que tienen despierta la meta del Reino de los cielos». El pobre de espíritu es humilde, piensa y espera todo de Dios, y tiene como finalidad el Reino de Dios.

El Papa concluyó su meditación, pidiendo a «la Virgen María, modelo y primicia de los pobres de espíritu porque totalmente dócil a la voluntad del Señor, nos ayude a abandonarnos a Dios, rico en misericordia, para que nos colme de sus dones, especialmente de la abundancia de su perdón».

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