jueves, 28 de marzo de 2024
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Ser luz y ser sal, misión del cristiano, expresó el Papa en el Ángelus

Ciudad del Vaticano (Lunes, 06-02-2017, Gaudium Press) En el Ángelus del día de ayer, ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco meditó la lectura del día, que habla de la misión de los discípulos, de los de los primeros tiempos y los de todos los tiempos: «En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos»» (Mt 5, 13-16).

Con estas palabras «Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz, a través del testimonio de las obras buenas», puesto que el Señor es «Aquél que es Luz», señaló el Pontífice.

La luz que porta el cristiano es particularmente la luz de la fe, la cuál, «donándose, no se apaga sino que se refuerza. En cambio puede debilitarse si no la alimentamos con el amor y con las obras de caridad. Así la imagen de la luz se encuentra con aquella de la sal. En efecto, la página evangélica nos dice que, como discípulos de Cristo somos también «sal de la tierra» (v. 13)».

En ese sentido «la misión de los cristianos en la sociedad es aquella de dar ‘sabor’ a la vida con la fe y el amor que Cristo nos ha donado y, al mismo tiempo, mantener lejos los gérmenes contaminantes del egoísmo, de la envidia, de la maledicencia, y demás». Esos gérmenes no solo dañan nuestras vidas, sino que también «arruinan el tejido de nuestras comunidades». Esta purificación, propia y de la sociedad, «no termina nunca, debe ser realizada continuamente, hay que hacerla todos los días».

El Pontífice concluyó su meditación pidiendo la protección de la Virgen, «primera discípula de Jesús y modelo de los creyentes que viven cada día en la historia, su vocación y misión. Nuestra Madre, nos ayuyde a dejarnos siempre purificar e iluminar por el Señor, para transformarnos también en ‘sal de la tierra’ y ‘luz del mundo’v «.

Con información de Radio Vaticano

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