viernes, 29 de marzo de 2024
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El Dolor es cristiano, el resentimiento no, enseña el Papa

Ciudad del Vaticano (Martes, 14-02-2017, Gaudium Press) El Papa Francisco ofreció la Misa celebrada ayer en la Capilla de la Casa Santa Marta en las intenciones del padre Adolfo Nicolás, que fue prepósito-general de la Compañía de Jesús de 2008 a 2016 y que ahora retorna al Oriente para dar continuidad a su trabajo. «Que el Señor retribuya todo el bien hecho y lo acompañe en la nueva misión», dijo Francisco.

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La primera Lectura sirvió de base para la homilía del Pontífice. Ella es un trecho extraído del Libro del Génesis, que habla de Caín y Abel.

Francisco recordó que por primera vez en la Biblia «se dice la palabra hermano». Ella narra la historia de una «fraternidad que debía crecer, ser bella y acaba destruida».

Recuerda el Papa que también es una historia que comienza «con un poco de celos»: Caín se irrita porque su ofrenda en sacrificio no agrada a Dios y él comienza, entonces, a abrigar un sentimiento en su corazón.

Él tenía medios de controlarlo, pero no lo hace:

«Y Caín prefirió el instinto, prefirió cocinar dentro de sí este sentimiento, aumentarlo, dejarlo crecer. Este pecado que cometerá después, que está oculto atrás del sentimiento. Y crece. Crece. Así crecen las enemistades entre nosotros: comienzan con una pequeña cosa, un celo, una envidia y después crece y nosotros vemos la vida solamente de aquel punto y aquel cisco se torna para nosotros una viga, una viga nosotros que tenemos, está allá. Y nuestra vida gira alrededor de aquello y destruye el vínculo de fraternidad, destruye la fraternidad».

Su sentimiento malo va creciendo y, poco a poco, Caín se vuelve «obcecado, perseguido» por el mal que él plantó y que crece siempre más:

«Y así crece, crece la enemistad y acaba mal. Siempre. Yo me distancio de mi hermano, él no es mi hermano, es un enemigo, que debe ser destruido, expulsado… y así se destruyen las personas, así las enemistades destruyen familias, pueblos, ¡todo! Aquel corroer el hígado, siempre obcecado con aquello. Eso sucedió con Caín, y al final acabó con el hermano. No: no hay hermano. Solamente yo. No hay fraternidad. Solamente yo. Eso que ocurrió al inicio acontece a todos nosotros, la posibilidad; pero este proceso debe ser detenido inmediatamente, al inicio, en la primera amargura, detenido. La amargura no es cristiana. El dolor sí, la amargura no. El resentimiento no es cristiano. El dolor sí, el resentimiento no. Cuántas enemistades, cuántas rupturas».

Cositas que destruyen la fraternidad

Estaban concelebrando con el Papa Francisco algunos nuevos párrocos. Fue entonces que el Pontífice dijo que también en nuestros presbiterios, en nuestros colegios episcopales: ¡cuántas rupturas comienzan así!

¿Por qué dieron la sede a él y no a mí? ¿Y por qué eso? ¿Y aquello? Son pequeñas cositas… rupturas… se destruye la fraternidad».

Y Dios pregunta: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». La respuesta de Caín «es irónica»: «No sé: ¿Acaso soy el guardia de mi hermano?». «Sí, eres tú el guardia de tu hermano». Y el Señor dice: «La voz de la sangre de tu hermano está clamando por mí, de la tierra».

Cada uno de nosotros puede decir que jamás mató a alguien: pero «si usted tiene un sentimiento malo por su hermano, usted lo mató; si insulta a su hermano, usted lo mató en el corazón. El asesinato es un proceso que comienza con una cosa pequeña» afirmó Francisco que además continuó:

«Y cuántos poderosos de la Tierra pueden decir esto… ‘Tengo interés por este territorio, tengo interés por aquel pedazo de tierra, por aquel otro… si la bomba cae y mata 200 niños no es culpa mía: es culpa de la bomba. Tengo interés en aquel territorio…’. Y todo comienza con aquel sentimiento que lo lleva a distanciarse, a decir al otro: ‘Este es fulano, él es así, pero no hermano…’, y acaba en la guerra que mata. Pero usted mató al inicio. Este es el proceso de la sangre, y la sangre hoy de tantas personas en el mundo clama a Dios de la tierra. Pero está todo ligado, ¿eh? Aquella sangre allá tiene una relación – tal vez una pequeña gota de sangre – que con mi envidia, mi celo hice derramar, cuando destruye una fraternidad».

Oración

Para concluir, el Papa Francisco hizo una oración:

«Que el señor nos ayude a repetir esta palabra suya: ‘¿Dónde está tu hermano? ‘, nos ayude a pensar en aquellos que «destruimos con la lengua» y «a todos los que en el mundo son tratados como cosas y no como hermanos, porque es más importante un pedazo de tierra que el vínculo de la fraternidad». (JSG)

 

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