viernes, 29 de marzo de 2024
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En el origen de grandes conversiones

Redacción (Martes, 14-02-2017, Gaudium Press) No raras veces, recorriendo las páginas de la hagiografía y de la Historia de la Iglesia, encontramos el buen ejemplo en la raíz de las más estupendas conversiones. En esos casos, el fulgor de las virtudes de algún gran Santo sirve a Dios como instrumento para herir con su dardo de amor el alma de aquellos que desea atraer enteramente para Sí.

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La vida de San Ambrosio está cuajada de hechos magníficos, sin embargo la «más preciosa piedra de su corona de gloria es la conversión de San Agustín». Repleto de la sabiduría del mundo, pero lejos de la de Dios, Agustín erraba por las vías del pecado y de la herejía, habiendo adherido a la doctrina de los maniqueos. Conocía algunos puntos de la doctrina católica, pero no se dejaba conmover.

Mudando de Roma para Milán, allí encontró al Obispo Ambrosio. «Tú me conducías a él sin yo saberlo, para que yo sea por él conducido conscientemente a Ti»,1 escribió más tarde en sus Confesiones. Las palabras de Ambrosio prendían la atención de Agustín, pero su contenido no lo preocupaba. Con el tiempo, él fue abriendo el corazón a las enseñanzas del Obispo, hasta decidir buscar argumentos que demostrasen la falsedad del maniqueísmo: «La fe católica no me parecía vencida, pero para mí aún no aparecía vencedora».2

Entretanto, lo que de hecho lo llevó a adherir a la verdadera Religión fue el ejemplo del santo Obispo de Milán: «Le gustaba no solo oír sus sermones, pero también de pasar horas enteras en su gabinete, en silencio, viendo ese hombre de Dios trabajar o estudiar».3 Finalmente, declara San Agustín: «Desde entonces comencé a preferir la doctrina católica».4 Afirma el Papa Benedicto XVI: «De la vida y del ejemplo del Obispo Ambrosio, Agustín aprendió a creer y a predicar».5

Algo semejante ocurrió en la conversión de San Justino. Después de recorrer en vano las escuelas filosóficas más en boga en su tiempo, en busca de conocer a Dios, él encontró la verdad al contemplar la serenidad y arrojo de los mártires avanzando rumbo al suplicio. Este espectáculo le hizo reconocer la autenticidad y superioridad de la Religión cristiana.6 Es el testimonio del propio Santo: «Por las obras y la fortaleza que los acompañan, pueden todos comprender que este – Jesucristo – es la Nueva Ley y la Nueva Alianza».7

Por la Hna. Patricia Victoria Jorge Villegas, EP

(Del IFTE – in «Revista Arautos do Evangelho» – Diciembre 2015)

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1- SAN AGUSTÍN. Confesiones. L.V, c.13, n.23.
2- Idem, c.14, n.24.
3- BECCARI, Luiz Francisco. Destemido defensor da Igreja. In: Arautos do Evangelho. São Paulo. Ano III. N.36 (Dez., 2004); p.36.
4- SAN AGUSTÍN, op. cit., L.VI, c.5, n.7.
5- BENEDICTO XVI. Audiência geral, 24/10/2007.
6- Cf. RUÍZ BUENO, Daniel (Ed.). Actas de los mártires. 5.ed. Madrid: BAC, 2003, p.303.
7- SAN JUSTINO. Diálogo com Trifón, XI, apud RUÍZ BUENO, op. cit., p.303.

 

 

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