miércoles, 24 de abril de 2024
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Mons. Chaput recuerda importancia de la batalla espiritual en el testimonio de la fe

Filadelfia (Viernes, 09-06-2017, Gaudium Press) El Arzobispo de Filadelfia, Estados Unidos, Mons. Charles Chaput, dedicó una columna de opinión en el medio Catholic Philly a reflexionar sobre la doctrina católica sobre la existencia del demonio y el deber de los creyentes de enfrentarlo en una lucha para ganar almas para Dios. «El demonio y el mal están constantemente trabajando en la historia humana y en la lucha por cada alma humana», advirtió el prelado. «Es por eso que la evangelización de la cultura es siempre, en algún sentido, un llamado a la batalla espiritual».

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San Miguel Arcángel. Foto: Joerg Moellenkamp

«Estamos en lucha por las lamas. Nuestro adversario es el demonio. Y mientras Satanás no es rival para Dios y está destinado a la derrota final, puede hacer un amargo daño a los asuntos humanos», recordó Mons. Chaput. «Los primeros cristianos sabían eso. Encontramos su advertencia escrita en casi cada página del Nuevo Testamento».

El Arzobispo indicó que la cultura actual induce a no creer en el demonio, de la misma manera que intenta acallar la fe en Jesucristo. «Ese es el punto. Los teólogos medievales entendieron esto bien. Ellos tenían una expresión en latín: ‘Nullus diabolus, nullus redemptor’. Sin demonio, no hay Redentor», recordó. «Sin el demonio, es muy difícil explicar por qué Jesús necesitaba venir al mundo a sufrir y morir por nosotros. ¿De qué nos redimiría exactamente?». Bajo este principio, considerar al demonio como un mito abre camino a la posibilidad de considerar a Dios de la misma forma.

Esta renuncia a la fe finalmente conduce al hombre a un trato con el maligno, en el cual pierde su propia alma con tal de no rendirse en adoración a Dios. «Eso es cierto para los individuos y es cierto para las naciones. Una cultura que tiene un imperio de la razón y los productos de la razón – ciencia y tecnología – pero le falta la fe ha hecho un negocio con el (muy real) demonio que sólo le puede llevar a la desesperación y la autodestrucción», concluyó el Arzobispo. «Una cultura tal ha ganado el mundo con su riqueza, poder y éxito material. Pero ha perdido su alma».

Con información de Catholic Philly.

 

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