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Dos construcciones, dos épocas, dos mentalidades

Redacción (Lunes, 11-09-2017, Gaudium Press) En seguida vemos un contraste resaltante entre las dos construcciones, la catedral de Colonia y el puente moderno. Saltan a los ojos las diferencias de dos épocas, la medieval que nos legó un magnífico edificio, y la moderna que corta el panorama con la estructura metálica.

1.pngMás que meros desiguales, percibimos un profundo abismo de mentalidades divergentes. Analicemos separadamente cada una de ellas, a partir de las fotografías, y demos rienda suelta a nuestra imaginación, acompañando a las diversas personas, en todos los tiempos, que por ahí pasaron y pasan.

Edad Media, estamos en 1248, gran regocijo en la ciudad de Köln (Colonia) por el inicio de la construcción del Templo sagrado. Todo el pueblo satisfecho y contento celebra el acontecimiento. Se ve en las fisionomías una piadosa alegría: en fin la ciudad tendrá su propia catedral. Todos se unen en un común esfuerzo con la intención de ayudar en los preparativos de la construcción.

Pasa el tiempo y, por fin, llega el día tan esperado de la dedicación, 27 de septiembre de 1322. Aunque el templo todavía no esté terminado (él solo será enteramente finalizado en 1880), tal es el fervor que su inauguración es anticipada. Así, en la fecha marcada, comparece concurrido público. Se denota en la multitud que acude al recinto un abanico de colores: estandartes, banderas, trajes… Todos en una santa alegría acompañan entusiasmados la ceremonia que es presidida por un virtuoso prelado. Son almas elevadas por el ambiente que es la propia expresión en albañilería del interior medieval, sereno y alegre.

2.pngPasan los siglos, prácticamente unos 700 años, Colonia ya no es la misma. No que su arquitectura fuera totalmente rehecha, ella aún conserva muchos de sus antiguos monumentos. El principal cambio fue el obrar en las almas. Los pasantes que allá se encuentran no tienen más la levedad de los medievales, no vemos más en los rostros el bienestar espiritual, la virtud cediera lugar a la inquietud, a la agitación. Todos pasan rápida y nerviosamente a la búsqueda del dinero o el placer.

De este modo, bien cerca de la catedral se encuentra un puente. Sin embargo de la misma forma que la catedral expresa una mentalidad, este también. Es una estructura colosal, toda en hierro, fría, color natural de suciedad, soporta ella un enmarañado de carriles por donde pasan rápidamente escandalosos trenes. En suma expresa el progreso moderno, donde todo es grande y de estilo… asustador.

Imaginemos que por un cualquier prodigio un medieval llegase a los días de hoy. ¿Pasaría él benévolamente por el puente? ¿No tendría él un shock, escalofrío por ver tal monstruosidad?

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Pero paralelamente, las personas de hoy todavía pasan por la catedral. Muchas van a la búsqueda de lo que ya hace mucho el mundo no les puede ofrecer: la paz de alma, verdadera felicidad. Así se ve hoy multitudes que anualmente visitan el monumento de la «Edad de las Tinieblas»… El domo atrae a los que en desespero de causa buscan un apoyo, un refugio espiritual, o quien por una mera curiosidad, por puro turismo es lanzado por la belleza del predio de la «oscura Edad Media». Dicen las estadísticas que este es el monumento más visitado de Alemania, y cada vez más hay quien busque frecuentarlo. Así, en 2001, el número de ingresantes fue de 5 millones, y en 2004 ya fueron 6 millones; cada año más y más…

¿Pasan los hombres contemporáneos por el puente? ¿Claro que sí, pero hacen solamente pasar, o buscan en él algo?

Es innegable que la mayoría apenas pasa, pero – ‘hélas’ – ocurre que algunos van a la búsqueda de la paz, que el mundo moderno no les dio. Y quitándose ella, o entonces en los carriles, buscan atenuar sus penas con el fin de sus vidas…

En fin tenemos en estas dos construcciones un ejemplo típico de mentalidades disonantes, separadas por los siglos. En estas dos antítesis percibimos la superioridad medieval, donde impera lo maravilloso, reflejo de Dios, sobre la sordera moderna regida por las pasiones humanas desarregladas.

Por el Padre Michel Six, EP

 

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