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Ciudad del Vaticano (Lunes, 23-10-2017, Gaudium Press) Durante un encuentro con sacerdotes de la Arquieparquía de Akka de los greco-melquitas, en Haifa, el Cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, destacó que los fieles de la Iglesia greco-melquita experimentaron el drama que «hace muchos años aflige a Siria y otras áreas de Oriente Medio» por causa del sufrimiento «infligido también, o en ciertos casos, solamente por causa del nombre de Jesús».
Fuga y martirio del Pueblo Cristiano
Tanto en la segunda como en esta tercera etapa del viaje que el Cardenal realiza actualmente en Tierra Santa, el purpurado quiso recordar el éxodo de millares de personas que fueron obligadas a huir dejando todo lo que tenían, porque, como la Sagrada Familia en Belén, no había lugar para ellos en su tierra. La diferencia es que, esta vez no hay lugar para ellos, «no en el hospedaje, sino en aquella que hasta pocas horas era la propia casa».
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El Cardenal Sandri comentó el sufrimiento inocente del pueblo cristiano que «en ciertos casos llegó hasta un verdadero martirio, por medio de secuestros y hasta de tortura y muerte». Para el Cardenal, por la gracia del Señor, este hecho «se convierte en un tesoro de gracia para la Iglesia entera, que lava las propias vestiduras -a veces llenas de polvo- en la sangre del Cordero Inmolado».
El Purpurado observó también que existe una «participación cotidiana y consciente posible para cada uno de nosotros en la obra de edificación y santificación de la Iglesia», que pasa por «nuestros ‘sí’ cotidianos, al Señor antes que nada, por medio de la oración, la celebración de los Sacramentos», y por «nuestros ‘sí’ a los hermanos, gracias al ministerio de la caridad». Una solidaridad concreta para con los materialmente más pobres, pero también «por la pobreza interior con que se puede entrar en contacto».
Oriente y Occidente
En los países de Occidente, esta pobreza es representada por un estilo de vida «como si Dios no existiese», mientras en Oriente podría existir «el riesgo de una participación confesional fuerte – «soy cristiano, soy católico, soy melquita, armenio, latino, caldeo» – que en algunos casos lleva «a vivir con un corazón y un estilo no exactamente deseoso de un sincero estilo evangélico en las relaciones internas en las comunidades propias o con las otras comunidades, entre nosotros padres, entre nosotros y el obispo», afirmó el Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.
Monte Carmelo y Nazaret y el Silencio
El Cardenal visitó la Iglesia del Monte Carmelo. Allí rezó en la gruta del Profeta Elías y encontró a la comunidad de las Carmelitas Descalzas formada por religiosas provenientes de Tierra Santa, Italia, Perú, Madagascar y otros países. En esa ocasión, el purpurado compartió con ellas confiando a sus oraciones las intenciones del Papa Francisco, las intenciones de la Iglesia y, especialmente por Oriente Medio y también sus propias intenciones y de la Congregación que dirige.
En Nazaret, el Cardenal fue acogido junto a la Basílica de la Anunciación, por el Rector y Guardián de la Basílica, Bruno Varriano y por la comunidad.
En la Misa que celebró próximo a la gruta de la Anunciación, el Prefecto recordó el Fiat de Virgen María y el gran misterio que en aquel lugar se contempla:
«En Nazaret -dijo el Cardenal- el sí de María fue preparado en el silencio, y en el silencio fue guardado el misterio de la encarnación, del crecimiento de Jesús…». Delante de esto, comentó el Cardenal, nace la invitación a la sociedad y a la Iglesia, en medio del «ruido de la comunicación que invade nuestros días», a encontrar «el silencio como lugar fecundo del cual nace la vida verdadera y auténtica». (JSG)
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