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Papa indica un diálogo esencial con Dios: "A Ti la justicia, a mi la vergüenza"

Ciudad del Vaticano (Martes, 27-02-2018, Gaudium Press) En la homilía de la Misa de ayer (26-02), celebrada en la Capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano, el Papa Francisco quiso resaltar el consejo de Jesús sacado del Evangelio del día (Lc 6,36-38):
No juzguéis y no seréis juzgados.

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No juzgar, perdonar

El Papa Francisco recuerda que, de hecho, nadie podrá huir del juicio universal: todos seremos juzgados. Por eso la Iglesia nos hace reflexionar sobre la actitud que tenemos con el prójimo y con Dios.

En relación al prójimo, nos invita a no juzgar, sino a perdonar.

Francisco observó que «Cada uno de nosotros puede pensar: ‘Pero nunca juzgo, yo no hago de juez».

Entretanto, el Papa invitó a que, envés de eso, examinar nuestras actitudes: «¡cuántas veces el argumento de nuestras conversaciones es juzgar a los otros!», diciendo «esto no está correcto».

«Pero, preguntó el Pontífice, ¿quién lo nombró juez?». «Juzgar a los otros es algo feo porque el único juez es el Señor», reiteró, reafirmando la tendencia del hombre a juzgar a los otros:

En las reuniones que nosotros tenemos, un almuerzo, o lo que quiera que sea, pensemos en dos horas de duración: de esas dos horas, ¿cuántos minutos fueron usados para juzgar a los otros? Este es el ‘no’. ¿Y cuál es el ‘sí’? Sean misericordiosos. Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso. Y más: sean generosos. De ahí y os será dado. ¿Qué me será dado? Una buena medida, calcada, sacudida, desbordante. La abundancia de la generosidad del Señor, cuando nosotros seremos plenos de la abundancia de nuestra misericordia en no juzgar.

Ser misericordioso, ser humilde, reconocerse pecador

La invitación, pues, dice el Papa, es ser misericordiosos con los otros porque, del mismo modo, el Señor será misericordioso con nosotros. La segunda parte del mensaje de la Iglesia, hoy, es la invitación a tener una actitud de humildad con Dios, reconociéndose pecadores.

Y nosotros sabemos que la justicia de Dios es misericordia. Pero es preciso decirlo: «A Ti conviene la justicia; a nosotros, la vergüenza».

Y cuando se encuentra la justicia de Dios con nuestra vergüenza, allí está el perdón.

¿Yo creo que pequé contra el Señor? ¿Yo creo que el Señor es justo? ¿Yo creo que es misericordioso? ¿Yo me avergüenzo delante de Dios, de ser pecador?

Tan simple: a Ti la justicia, a mi la vergüenza. Y pedir la gracia de la vergüenza.

Es una gran gracia, la vergüenza. Así recordamos: la actitud en relación al prójimo, recordar que con la medida con la cual juzgo seré juzgado. Y si digo algo sobre el otro, que sea generosamente, con mucha misericordia. En la actitud delante de Dios, este diálogo es esencial:

«A Ti la justicia, a mí la vergüenza». (JSG)

(De la Redacción Gaudium Press, con informaciones Vatican News)

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