viernes, 29 de marzo de 2024
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Lo que dice la Escritura de los Difuntos

Cuatro textos de la Biblia sobre la vida después de la muerte, el destino eterno.

Funeral 4

Redacción (02/11/2021 07:36, Gaudium Press) Hoy, cuando la Iglesia propone a los fieles que recuerden a sus seres queridos que ya partieron a la otra vida, siguen textos de la Sagrada Escritura sobre

Libro de la Sabiduría 3,1-9.

Las almas de los justos están en las manos de Dios

y no los alcanzará ningún tormento.

Los insensatos pensaban que los justos habían muerto,

que su salida de este mundo era una desgracia

y su salida de entre nosotros, una completa destrucción.

Pero los justos están en paz.

La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo,

pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad.

Después de breves sufrimientos

recibirán una abundante recompensa,

pues Dios los puso a prueba

y los halló dignos de sí.

Los probó como oro en el crisol

y los aceptó como un holocausto agradable.

En el día del juicio resplandecerán

y se propagarán como chispas en un cañaveral.

Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos,

y el Señor reinará eternamente sobre ellos.

Los que confían en el Señor comprenderán la verdad

y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado,

porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.

Salmo 27(26),1.4.7.8.9.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es el baluarte de mi vida,

¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,

y esto es lo que quiero:

vivir en la Casa del Señor

todos los días de mi vida,

para gozar de la dulzura del Señor

y contemplar su Templo.

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,

apiádate de mí y respóndeme!

Mi corazón sabe que dijiste:

Busquen mi rostro”.

Yo busco tu rostro, Señor,

no lo apartes de mí.

No alejes con ira a tu servidor,

tú, que eres mi ayuda;

no me dejes ni me abandones,

mi Dios y mi salvador.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.

Espera en el Señor y sé fuerte;

ten valor y espera en el Señor.

Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-9.

Hermanos:

¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.

Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.

Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.

Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.

Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.

Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.

Evangelio según San Mateo 25,31-46.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el Rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’.

Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’.

Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

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