sábado, 20 de abril de 2024
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San Junípero Serra, el humilde franciscano tenaz como el hierro y dulce como la miel

Decir San Junípero es decir entrega a la misión. Era doctor en teología. Cuanto le deben los EE.UU.

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Redacción (01/07/2022 12:25, Gaudium Press) San Junípero Serra, hombre de quien se podría decir que en cada fase de su vida sufrió con paciencia la “demoras de Dios”. Hombre cuyo nombre está impereceramente asociado a la misión.

Nació él en Petra, Mallorca, el 24 de noviembre de 1713.

Su nombre de pila era Miguel José. Sus padres, honrados labradores, eran terciarios franciscanos del Convento de San Bernardino, y eso hizo que su juventud trascurriese bajo la sombra del manto de San Francisco.

Chiquito y enfermizo

A los 16 años, y después de haberse preparado durante un año estudiando filosofía, pide su ingreso en la orden de los frailes menores, pero como era bajo y un tanto enfermizo, no fue recibido de inmediato. Comienza la tortura de las esperas, siempre llevadas con resignación. Finalmente el testimonio de sacerdotes que lo conocían vencen la resistencia y es aceptado en el Convento de Jesús, en Palma de Mallorca.

Su deseo profundo, el que Dios había colocado en sus entrañas: Ser misionero. Pero para esto también tendría que esperar: ¡Dos décadas!

Profesa de manera solemne en septiembre de 1731, y entonces asume el nombre que había sido del humilde discípulo de San Francisco, Junípero, cumpliendo así el deseo del Seráfico Padre que un día soñaba: “¡Quiera Dios que de tales Juníperos yo tuviese una vasta selva!”

Fue ordenado presbítero en 1737. Se hizo predicador y recibió el doctorado en teología en la Universidad Luliana de Palma, donde lo tomaron de profesor. Dos de sus alumnos se hicieron misionarios junto a él en California, Fray Juan Crespí y Fray Francisco Palau, que fue su biógrafo y compañero durante 40 años.

Tras mucho pedir, ya huele los mares rumbo a América

En la cuaresma de 1749, y después de pedírselo a la Virgen y San Francisco Solano, Fray Palau recibió la comunicación del encargado de las misiones franciscanas, diciéndole que debía partir con Fray Junípero al puerto de Cádiz, pues algunos de los religiosos que se habían destinado a la misión a América se había retirado. Su gran terreno de arado fue California, pero ella estaba distante aún una década…

Zarpó el barco de Cádiz el 30 de agosto de 1749, llevando 20 franciscanos y 7 dominicos. Después de 99 días llega a México, a Veracruz, tras muchas “incomodidades y sustos”.

Prodigios, pero también un cruel mosquito

De Veracruz partieron al Colegio Apostólico de San Fernando, en Ciudad de México, siendo agraciados de prodigios y auxilios sobrenaturales por el camino, especialmente del glorioso patriarca San José, a quien se habían encomendado. Pero Dios quiso probarlo con una herida en la pierna fruto de la picadura de un insecto, herida que nunca cicatrizó, y que le causaba con frecuencia hinchazón y sangrado. Esta herida y el asma fueron cruces que cargó hasta su muerte.

De la capital mexicana partió en Misión a la Sierra Gorda en Querétaro, donde ejercería su apostolado por ocho años, junto a los indios jonaces y pames.

Su método de apostolado era la bondad, para vencer la desconfianza de los indios. Muchos eran aún nómadas, y aunque ya habían sido bautizados, era preciso realizar una labor civilizadora, enseñarles a leer, a contar, y sobre todo a trabajar, en oficios diversos como agricultura, crianza de ganado, carpintería, etc. Las mujeres tenían también su enseñanza de artes. Además los misioneros les enseñaban a convivir “en la paz y la caridad cristianas, sin permitir escándalos o malos ejemplos”.

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Fue en septiembre de 1758 cuando la voz de la obediencia mandaba a San Junípero a Texas, a la misión de la Santa Cruz de San Sabá, donde evangelizaría a apaches y comanches, pueblos fieros, que pocos meses antes habían destruido la misión, masacrando a los misioneros y destruyendo las edificaciones. Sin embargo, la muerte del virrey, dejó todo en suspenso, quedando él en la capital. De esa manera, San Junípero pasó nueve años más de espera en Ciudad de México, haciendo misión entre cristianos. Pero la misión afuera no paraba: Recorrió las diócesis de Puebla, Morelia y Oaxaca, trasportándose siempre a pie. Caminó cerca de 10.000 kilómetros en ese periodo, aún con la molestia que le producía la herida del mosquito de Veracruz.

Al fin… California

Tenía 54 años, edad no poca para esos tiempos, cuando Dios lo llamó a California. La expulsión de los jesuitas de los territorios de dominio de Carlos III rey de España, hizo que los franciscanos asumieran la misión en la Baja California.

Primero fue a la misión de Loreto. Pero como los rusos habían hecho incursiones en América, en el Pacífico Norte, el gobierno español quiso que las misiones fueran hasta la Alta California, para ayudar a frenar su expansión. Ahí, y en los últimos 16 años de su existencia, Fray Junípero hizo brillar su tenacidad indomable.

Fundó 9 misiones y encabezó una expedición de reconocimiento al Pacífico Norte, que marcó los destinos de América. No se detenía ante dificultades materiales o morales, ni siquiera la traición de algunos indios.

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Después de su muerte en 1784 sus sucesores fundaron más de 21 misiones, que dieron origen a igual número de ciudades. Prestaron atención espiritual a poblados que no habían sido fundados por ellos, como Los Ángeles.

Después de 35 años de misión, la labor de San Junípero Serra se muestra inabarcable. Da una idea de ella saber que había administrado 8 mil bautismos y 5 mil sacramentos de la confirmación, la mayoría entre hijos de no cristianos.

Su obra perduró en sus hijos espirituales, siempre auxiliados por él desde el cielo, como les prometió al momento de morir. Y la maledicencia de los enemigos de la Iglesia no logrará nunca mancillar la obra de este humilde ser de hierro.

En EE.UU. se le conmemora el 1 de julio.

Con información de Revista Arautos do Evangelho.

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