viernes, 19 de abril de 2024
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La Salve Regina, la oración de la actitud perfecta de la Sagrada Esclavitud a la Virgen

La Salve Regina es la oración del débil, la vacuna contra el desánimo del miserable.

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Redacción (26/08/2022 17:42, Gaudium Press) En la tercera parte de su obra ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres, (1) Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, recuerda que para el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira la oración de la Salve Regina [Dios Te Salve Reina…] representaba la súplica arquetípica a la Sma. Virgen. Él a su vez manifiesta que es la oración arquetípica del pecador que pide: “Dios como que presta su voz al suplicante para que pueda convivir con su Predilecta”, dice, y por eso propone meditarla como la oración del perfecto esclavo de la Virgen.

Comienza la Salve Regina diciendo que Ella es Reina, y lo es “hasta de la voluntad divina, y goza de una audiencia omnipotente ante el trono del Altísimo. Todo está bajo sus pies, y la Trinidad se complace en ser regida por su Hija, Madre y Esposa”, dice Mons. João Clá. Es pues a una Reina gigantesca, la más, a la que nos dirigimos.

Pero luego nos dice la oración que Ella es Madre, y Madre de Misericordia. “Por así decir, en María se agotan los límites de la misericordia: Ella es la personificación máxima de este atributo divino puesto en una criatura”, dice Monseñor.

Esta misericordia se manifiesta sobre todo en “obtener gracias mayores y superabundantes a fin de que el pecador arrepentido venza sus malas inclinaciones y busque con toda la fuerza de su alma la santidad máxima a la que está llamado”. Y aunque comúnmente las gracias también dependen de los méritos que la persona tiene, “es aquí donde se muestra su perdón, pues Ella prescinde de la necesidad previa de merecimientos para obtener tales beneficios, y aplica copiosamente a cada uno los méritos infinitos de la Redención de su Divino Hijo, de los cuales Ella es la Medianera universal y Dispensadora dadivosa”.

Es como un aluvión de gracias, inmerecidas, para las que incluso hemos hecho méritos pero en contrario, las que esta Reina y Madre de Misericordia otorga al miserable que se pone en actitud de hijo necesitado y de esclavo de Ella.

La Salve Regina hace hincapié en que asumamos nuestra pequeñez, insuficiencia y debilidad para recibir sus mercedes: “A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues Señora, Abogada nuestra, vuelve a nuestros esos tus ojos misericordiosos”.

Ante la sublimidad de las gracias y dones de María, ¿quién podría creerse que es algo? La única postura razonable es contemplarla desde la miseria y la insignificancia de un hijo desterrado de Eva, es decir, admirarla con un corazón humilde”, dice a su vez Monseñor João Clá. Es pues un corazón que se hace pequeño pero primero admira la grandeza de su Señora, que es Madre de los miserables y por tanto su Madre.

Niños-esclavos en el seno de su Madre

Lejos de desdeñar a sus hijos débiles y desvalidos, Ella los acoge, eleva y ennoblece no sólo por desvelo y compasión hacia ellos, sino también por el placer que experimenta al verlos necesitados de su amparo. Ella se alegra con su pequeñez, porque así puede ser plenamente Madre de cada uno”.

Sabiéndose auxiliado por esta Madre Reina, “los fracasos, miserias y faltas no deben ser motivo de abatimiento y desánimo espiritual, sino al contrario, pues la Providencia se sirve de aquello como instrumentos para ‘vaciar’ el alma de sí misma y ‘llenarla’ de la Virgen Santísima, como explica San Luis Grignion de Montfort”.

El esclavo de la Virgen, se coloca místicamente, pues – en la secuencia de la Salve Regina – en el seno de la Virgen a imitación de Cristo “fruto bendito de tu vientre”, y se hace místicamente “carne de María”, como la carne de Cristo era carne de María, y la carne de María era carne de Cristo: Caro Christi, caro Mariae. Es la esclavitud del niño en el vientre de la Madre, que todo lo necesita de Ella y todo lo recibe de Ella.

Recibe el niño-esclavo en ese seno bendito al propio Espíritu Paráclito, fuerza y esposo de la Virgen.

Y entonces solo cabe exclamar: “Oh clemente, oh piadosa, o siempre dulce Virgen María”…

Por Saúl Castiblanco

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(1) Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres – III María, eje de la Historia. Caballeros de la Virgen. Bogotá. 2022.

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