viernes, 29 de marzo de 2024
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“¡Dios mío, pero si son obispos!”: La sorpresa de algunos peregrinos en el Camino de Santiago

El Arzobispo de Oklahoma, el Obispo de Lincoln, y el Obispo de Gallup en Nuevo México, hicieron el Camino de Santiago a finales de agosto.

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Mons. James Conley – Foto: Facebook de Mons. Conley

Redacción (13/09/2022 16:47, Gaudium Press) Al inglés, y su legítima descendencia americana, le gusta el verde, casi se podría decir que ese sería su color identitario, como el verde del trébol de San Patricio. De este gusto por los prados y espacios abiertos no escaparon tres prelados, que sobre todo quisieron santificar sus pasos haciendo el famoso Camino de Santiago.

Se trata del Mons. Paul Coakley, Arzobispo de Oklahoma (67 años), Mons. James Conley, Obispo de Lincoln en Nebraska (67) y Mons. James Wall, Obispo de Gallup en Nuevo México, de 57 años. Ya tienen sus años los prelados, lo que hace la peregrinación más meritoria. Ellos hicieron la travesía a finales de agosto pasado, y el 1 de septiembre arribaron a la ciudad del Apóstol.

Que tres sucesores de los Apóstoles – de la misma estirpe del Apóstol cuyos restos iban a encontrar – hiciesen el camino, era todo un acontecimiento, especialmente al llegar a los diversos pueblos del trayecto, cuando caía la tarde. Ahí, ellos sacaban su “kit de supervivencia” (un cáliz, una patena, un corporal, un purificador, y dos botellas de plástico para el agua y el vino) y concelebraban o presidían la misa en la iglesia local. Es claro, también llevaban en su ligero equipaje el alba, una casulla ligera, la estola símbolo del poder de su sacerdocio pleno, y la cruz pectoral.

Camino de Santiago

Dos semanas y media duró la travesía. Esas personas, sagradas por carácter episcopal y ya no jóvenes, hacían lo de muchos peregrinos, 25 kilómetros diarios. Y aunque no ocultaban “que éramos obispos”, en el camino estaban vestidos con el estilo caminante americano reconocible en todo el mundo. Por eso, cuando junto con otras personas arribaban a ciertas poblaciones, y “llegaba la hora de misa, nos vestíamos, y decían: ‘¡Dios mío, pero si son obispos!’. Después, empezábamos una conversación sobre Dios o sobre otras cosas», dijo Mons. Conley a CNA.

Su grey, y también sus intenciones propias

Estos prelados no sólo ofrecían el bello sacrificio del Camino por las intenciones de la Iglesia, y su grey. También llevaban sus cuitas propias, que iban a poner a los pies de Santiago, para que él, su hermano en todo el sentido de la palabra, les ayudase.

Por ejemplo, el Obispo de Lincoln contó que estaba ofreciendo su caminar en acción de gracias por la ayuda divina en la superación de una depresión que sufrió en el 2018.

Pero claro, también estaban presentes sus fieles: “Quise ofrecer cada día el Camino por una intención especial. Elegía a una persona, o un apostolado, de mi diócesis, y, simplemente, ofrecía por ellos todo el dolor y sufrimiento de ese día”, dijo. Él se comunicaba vía internet por las noches con aquellos por los que estaba ofreciendo el sacrificio del día.

El Camino de Santiago también fue un descanso de las arduas labores episcopales: “Sabíamos que estábamos dejando nuestras diócesis bien cuidadas, con nuestros vicarios generales y nuestro personal. Hacer el Camino fue una sensación maravillosa”, dijo Mons. Conley.

Sin embargo las más de quince jornadas no fueron propiamente un ‘paseo’. Por ejemplo, Mons. Conley había sido intervenido recientemente en sus dos pies, cirugía que se manifestó a lo largo de los días. “Una vez mis compañeros se me adelantaron tanto que terminé desviándome del Camino y acabé en un pueblecito, a un kilómetro de la ruta. Tuve que acercarme a unos vecinos y se dieron cuenta de que estaba perdido, porque su pueblo no estaba en el Camino”, comentó el Obispo. Pero al final, todos llegaron a la meta.

Con información de ReligiónEnLibertad

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