viernes, 29 de marzo de 2024
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El obispo que se casa, la monja hoy mesera, el diablo del mundo y el imperio de la gracia de Dios

Noticias sobre dos religiosos circulan por estos días en titulares de medios del mundo entero.

Foto: Sivani Bandaru en Unplash

Foto: Sivani Bandaru en Unplash

Redacción (22/11/2022 10:21, Gaudium Press) Noticias sobre dos religiosos circulan por estos días en titulares del mundo entero.

Una es la de del antiguo obispo de Albany, capital del estado de Nueva York, en el noreste de los EE.UU. Se trata de Mons. Howard Hubbard, de 84 años, quien enfrenta acusaciones de abuso sexual en menores, y ha admitido la reasignación consciente de sacerdotes abusadores, según reporta The Pillar Catholic.

El Obispo ahora ha pedido al Papa la reducción al estado laical, pues alega que se le ha restringido injustamente el ejercicio de su ministerio sacerdotal, algo que niega la diócesis de Albany. Afirma The Pillar que el obispo ha declinado responder preguntas sobre todo el asunto, y que algunas fuentes le han dicho al medio que sí ha manifestado su deseo de casarse si el Vaticano le da estatuto de laico. Es decir, lo que el obispo querría de fondo sería la dispensa del celibato sacerdotal para poder contraer matrimonio.

La otra noticia que está circulando bastante es la de la antigua religiosa Cristina Scuccia, quien ganó un publicitado reality musical en Italia en el 2014, adquiriendo con ello notoriedad en el mundo entero, más que por ganar por ser la monja que ganó cantando músicas profanas.

Scuccia había hecho votos perpetuos en el 2019, reporta Aciprensa.

Ahora, el pasado fin de semana, apareció en el programa italiano Verissimo, contando la actualización de su historia, diciendo que vive en España, que trabaja como camarera y sigue dedicándose a la música. “La exposición mediática, con el tiempo, fue el motor de muchos interrogantes. Entré en una crisis, no podía descifrar quién era, comencé el camino con una psicóloga”, relató la antigua religiosa a la conductora del programa. Ella sentía que su “maduración personal se estrujara en el hábito y sus reglas”; en otras palabras, ella ya quería otra cosa para su vida que ya no compaginaba con la vida en comunidad. “Sigo creyendo en Dios y no tengo intención de abandonar el camino de fe”, aseguró en el programa la otrora Hna. Scuccia.

Rezamos por ella y por el obispo, y nuestras siguientes consideraciones no son juicios de valor sobre ellos.

Las delicias del mundo vs. las delicias de Dios

Pero solo fue mirar los titulares de lo ocurrido con esta ex religiosa, que se nos vinieron a la mente las imágenes de su presentación en el reality italiano, y particularmente la exultación de sus hermanas de vocación que estaban entonces acompañándola, quienes hoy deben estar lamentando su partida. Mientras la religiosa con su hábito y su crucifijo saltaba al ritmo de No One, las compañeras, de más edad, tal vez ahí la superiora, acompañaban con excitación el canto, los aplausos de los presentes, la sorpresa y gritos del jurado. Y cuando el jurado la escoge, las imágenes muestran a estas tres religiosas saltando y gritando de alegría.

Lejos estaban ellas seguramente de imaginar el drama por el cual pasaría la hoy ex religiosa, y ciertamente también la comunidad, un drama iniciado y aupado por las luces, las cámaras y los repetidos vítores, drama que fue expuesto a grandes rasgos en Verissimo.

Sin embargo era un drama al que por lo menos se debía temer, si no prever, pues el mundo es el mundo, y aunque debemos actuar en el mundo, no debemos ser del mundo, sino de Cristo: “Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. (Jn 17, 16)

No one, no one, no one / Can get in the way of what I’m feeling / No one, no one, no one / Can get in the way of what I feel / For you, you, you: Nadie, nadie, nadie / Puede interferir en la manera en que me siento / Nadie, nadie, nadie / Puede interferir en la manera en que me siento / Por ti, ti, ti; así reza el estribillo, que por lo demás es falso.

Es falso, porque el prójimo y el mundo sí pueden interferir para bien o para mal en mi relación con los hermanos y con Dios. Y también puede interferir el demonio, que es en el decir de San Pedro, “como un león rugiente, buscando a quien devorar” (1 Pedro 5, 8). No es sino dejar de estar prevenidos contra él, y abrirle una puerta, que él se lanza a devorar de verdad.

Debemos hacer apostolado en el mundo, pero tenemos que precavernos mucho, porque el mundo tiene sus máximas, sus lógicas, su gobierno y su ‘rey’, que no es propiamente Dios. Y si nos embadurnamos de mucho mundo, no nos prevenimos contra el mundo y no nos limpiamos del mundo, pues terminamos adquiriendo los colores del mundo, los olores del mundo, el sabor del mundo. No hay salida.

Esto vale para todos, laicos, religiosos, y hasta para el Papa. Valía también para Judas, que fue “uno de los doce”, de las columnas, de los elegidos, pero quien se dejó penetrar por la lógica del mundo, y al final “más le valdría no haber nacido”. (Mt 26, 24)

De pronto hasta se podría establecer una regla inversamente proporcional de precaución: la fuerza del mundo en nos, es inversamente proporcional a la cantidad de vida de piedad y de precaución contra el mundo que tengamos. Es decir: si las obligaciones nos llevan a desarrollar nuestra actividad en un ambiente muy ensalzado por el mundo, es necesario que usted duplique, triplique, cuadruplique su vida de oración y de piedad, para que el mundo no le corte su relación con Dios. Y que de vez en cuando se recoja, se retire de ese ambiente, para readquirir las buenas perspectivas de eternidad, y sacudirse los smogs del mundo que siempre se pegan.

Por lo demás, este mundo, además de bien pecaminoso, cada vez más se va tornando monótono y aburrido, pues va siendo solo orgullo y sensualidad, ausencias de bien y marcas registradas de satanás. Y lo que debemos es pedir a Dios que destroce el mundo del maligno para que venga un verdadero reino cristiano, donde vigore la humildad y la gracia, que den origen a las maravillas de las verdaderamente bellas artes, del caritativo y cristiano relacionamiento humano, de todos los esplendores de la civilización cristiana, como ya existió y existirá, pues “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”, y con el triunfo de María el triunfo del imperio de la gracia de Dios.

Por Saúl Castiblanco

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