sábado, 20 de abril de 2024
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¿Realmente nació el Niño Jesús el 25 de diciembre?

Durante muchos siglos, el 25 de diciembre se celebra una de las solemnidades más distinguidas de la cristiandad. Sin embargo, ¿fue en realidad este el día el Nacimiento del Niño Dios?

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Redacción (26/12/2022 16:15, Gaudium Press) Aunque se celebra el 25 de diciembre en casi todo el mundo –con la excepción de algunas comunidades orientales[1]– la fiesta de Navidad y su fecha han involucrado gran discusiones y controversias en la Historia de la Iglesia.

Empezaron a surgir hipótesis…

Entre los primeros cristianos no existía la costumbre de celebrar el día del nacimiento para esta vida terrena de Cristo -nuestro conocido “cumpleaños”- sino sólo el “dies natalis”, es decir, el día en que se entraba en la patria definitiva, recordando la victoria de Jesucristo sobre la muerte y el pecado. Quizás esta sea una de las razones por las que desconocemos el origen de las fiestas navideñas. Sólo sabemos que su difusión se produjo a mediados del siglo IV.

La primera celebración oficial de la Navidad el 25 de diciembre tuvo lugar en el año 354 por el Papa Liberio, influenciado por San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno. Sin embargo, la fijación definitiva de esta fecha no se produjo hasta el año 529, cuando el emperador Justiniano la declaró como día festivo. Ante la falta de información precisa sobre el día en que realmente tuvo lugar la Navidad de Cristo, comenzaron a surgir hipótesis…

El día del “Sol Invicto”

Una de las teorías más difundidas fue la del día del Sol Invicto. En 274, el emperador Aureliano había construido en Roma un templo al Sol Invicto – Mitra, el vencedor de las tinieblas – cuya inauguración tuvo lugar el 25 de diciembre[2]. La Iglesia, como lo hizo en varias ocasiones, habría indicado a los paganos que en este día debían celebrar el nacimiento de otro sol: el Sol iustitiae, profetizado por Malaquías (cf. Mal 14,2), que entró en el mundo para iluminar los días oscuros en que vivió la humanidad.

Hay, sin embargo, objeciones a esta hipótesis. En primer lugar, la falta de informes de los eclesiásticos de la época, que seguramente habrían comentado esta gran novedad en la Iglesia, pone en duda la teoría. Además, la psicología de los primeros cristianos no nos lleva a deducir que transformarían el día de una fiesta pagana en un día que marcaría la solemnidad de un misterio central en el cristianismo. Por estas y otras razones, varios autores, incluido Joseph Ratzinger, afirman que hoy en día estas teorías son insostenibles [3] y defienden una más simbólica.

De la Creación a la Redención

En la antigüedad, los simbolismos que rodeaban los misterios de la historia humana eran tomados con gran atención por la gente. [4] Entre los primeros cristianos, la tradición se mantuvo. Ellos creían que la Creación del Universo habría tenido lugar el 25 de marzo; por tanto, la nueva Creación, consumada en el Calvario por la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, debería tener lugar también el 25 de marzo. En la perfección de su naturaleza, Él sólo pudo haber vivido en este mundo un número perfecto de años y por lo tanto se habría encarnado el 25 de marzo. Teniendo en cuenta que su gestación se produjo en un perfecto número de meses, se concluye que su nacimiento se debía haber producido el 25 de diciembre.

Mucho más bella es esta teoría defendida por Benedicto XVI. Sin embargo, la falta de datos que acrediten históricamente estas fechas puede generar incertidumbre. Así, datos más precisos se encontrarían y comprobarían en estudios del siglo XX.

Una fecha verdaderamente histórica

Tomando como base de sus investigaciones los cuatro Evangelios, los exegetas buscaron una fecha que indicara el nacimiento del Mesías, información de la que todos ellos carecen. La única mención que tenemos son las palabras del Arcángel en la Anunciación: “También Isabel, tu pariente, ella también concibió un hijo en su vejez; y la que se tiene por estéril ya está en el sexto mes” (Lc 1,36). Y fue a partir de estos datos que comenzaron los cálculos.

Sumando los seis meses de gestación de Santa Isabel a los nueve meses desde la Anunciación del Ángel, se concluye que Jesús vino al mundo quince meses después de la concepción de San Juan Bautista. Así, descubriendo cuándo tuvo lugar esta concepción, encontraríamos la fecha del nacimiento del Salvador. Ahora, de la Escritura podemos intuir esta fecha.

Mientras Zacarías estaba trabajando en el templo, “se le apareció un ángel del Señor, de pie al lado derecho del altar del incienso. […] Pero el ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada: tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan’ (Lc 1,11.13). Los sacerdotes servían en el templo dos veces al año durante una semana, y Zacarías pertenecía al turno de Abías, es decir, al octavo turno. [5] Su servicio tuvo lugar, por tanto, a finales de septiembre, época en la que también se celebraban las festividades del Yom Kippur –el “día de la expiación”–, y cuya tradición dice que es la fiesta durante la cual Zacarías ayudaba en el Templo.

Así, sumando seis meses a este hecho de finales de septiembre, obtenemos el tiempo de la Anunciación a Nuestra Señora (probablemente el 25 de marzo); a los nueve meses, el Nacimiento de San Juan Bautista (24 de junio) y quince meses después, el Nacimiento de Jesús a finales de diciembre.

Aún frente a varias tesis e hipótesis, demostramos que dos mil años no han podido borrar la memoria del único hecho que dividió la Historia. Cada Navidad podemos no sólo recordar, sino revivir aquella noche sublime en que “brilló una luz para el mundo” (cf. Jn 1, 9).

Pidamos al Divino Infante que, a través de su Santísima Madre, haga que esta Luz venza todas las tinieblas que dominan nuestro mundo de incertidumbres y aprensiones.

Por Enrique Soares

[1] Donde la Navidad se celebra el 6 de enero – Solemnidad de la Epifanía – por una antigua tradición oriental. Cf. BRADSHAW, Paul. La liturgie chrétienne en ses origines: sources e méthodes. Trad. Jean Laporte. Paris: Du Cerf, 1995, p. 227.

[2] Cf. RIGHETTI, Mario. Historia de la liturgia. 2. ed. Madrid: BAC, 1955, v. 1, p. 689.

[3] Cf. RATZINGER, Joseph. El espíritu de la liturgia: Una introducción. Trad. Raquel Canas. Madrid: Cristiandad, 2001, p. 130.

[4] Ibid., p. 131.

[5] Cf. LEAL, Juan. PARAMO, Severiano del. ALONSO, José. La Sagrada Escritura. Madrid: BAC, 1964, v. 1, p. 536.

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