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La carta que “nicaragüenses en el exilio” enviaron al Papa, dolorosa, profética

En agosto del año pasado, una misiva era dirigida a Francisco por organizaciones de la sociedad civil y exiliados. Temían ya por la suerte de Mons. Álvarez.

Carta

Redacción (14/02/2023 13:30, Gaudium Press) En agosto del año pasado, cuando apenas se iniciaba el calvario de Mons. Rolando Álvarez que hoy alcanza su clímax, un grupo de organizaciones de la sociedad civil y de exiliados nicaragüenses dirigía una Carta al Papa Francisco.

De esa comunicación, y dada la actualidad renovada que hoy tiene dadas las sombrías condiciones de prisión del Obispo de Matagalpa, destacamos algunos apartes.

Se definían los remitentes como un grupo “de ciudadanas y ciudadanos nicaragüenses obligados a vivir en el exilio”, que clamaban a Francisco pidiendo su auxilio.

Lo hacían como “víctimas de la violencia oficial de un Estado bajo el control y dominio de Daniel Ortega, su esposa Rosario Murillo y sus ciegos seguidores”. Lo hacían desde su “desesperación”, en su nombre, pero también “en nombre de decenas de miles de nicaragüenses quienes -dentro del territorio de Nicaragua viven bajo zozobra y amenazas permanentes por temor a represalias- no podrán plasmar sus firmas en este documento”.

“Nos sentirnos conmovidos e indignados por las imágenes que vimos el día de la fiesta de San Juan María Vianney en las cuales Monseñor Rolando José Álvarez, Obispo de la diócesis de Matagalpa y Administrador Apostólico de la Diócesis de Estelí, aparece rodeado de agentes de la Policía Nacional hincado con el Santísimo en custodia en las manos tras ser impedido a ingresar al templo para celebrar los oficios religiosos propios de ese día. Desde hace algunos días, la Policía ha notificado que están investigando a Monseñor Álvarez y le han impuesto arresto domiciliario. Tememos por lo que le pueda suceder”, afirmaban.

Tras mencionar los vejámenes sufridos por el P. Uriel Vallejos, también de la diócesis de Matagalpa, los ataques de las fuerzas sandinistas a la “radioemisoras operadas por la Iglesia católica”, la cancelación de “1,174 organizaciones de sociedad civil” -“entre ellas varias organizaciones religiosas que brindan aliento a la población más empobrecida” de las cuales una eran las “Misioneras de la Caridad”-, la persecución a Mons. Silvio Báez y al P. Erwin Román exiliados en la Florida, afirmaban no saber “cuántos más se verán obligados a tomar este camino forzoso también” del exilio.

“La Iglesia, sus templos e imágenes sagradas han sufrido atentados terroristas que no han sido investigados ni aclarados por las autoridades. El más terrible de todos, el ataque con bombas incendiarias que destruyó la venerada imagen de La Sangre de Cristo en la Catedral de Managua, en el pasado reciente”.

“Desde abril del 2018 más de 380 nicaragüenses han perdido la vida asesinados por paramilitares, víctimas de la represión estatal, tal como han certificado organizaciones internacionales defensoras de los Derechos Humanos. En la actualidad más de 180 hermanos y hermanas son presos políticos, injustamente encarcelados por el régimen Ortega-Murillo, solo por el hecho de ser opositores y querer expresar sus pensamientos libremente”, decían.

Temor por la suerte del Obispo de Matagalpa

“Tememos por la vida de Monseñor Álvarez” y de otros presos políticos, advertían.

“La persecución y el odio del régimen contra la Iglesia Católica no tienen ninguna justificación. Sus pastores solamente han cumplido con el mandamiento del amor y el consuelo a los más débiles y oprimidos. Sus obispos son acusados de ser cómplices de un intento de golpe de estado, cuando en realidad lo que han hecho es buscar una salida pacífica y democrática a la profunda crisis que consume al país”.

“Nuestros pastores no pueden ser acusados de haber promovido un golpe de estado. La Iglesia de Nicaragua está siendo perseguida y martirizada por un régimen que se dice cristiano y católico, que manipula las manifestaciones externas de la religiosidad y la devoción Mariana para fines políticos y con esto ofende la fe católica”.

Concluían clamando, como nacionales de “un país pequeño y empobrecido”, pero “solo quiere vivir en paz y libertad”: “Su Santidad Francisco, por todo lo anterior y todo el dolor vivido en Nicaragua, le rogamos, le imploramos: “No nos dejen solos”. No nos dejen solos en estos momentos. Escuchen nuestra palabra”.

La misiva era suscrita por 59 organizaciones nicaraguenses además de otras “organizaciones de sociedad civil y territoriales que por encontrarse dentro de Nicaragua y estar expuestas al terroismo de Estado suscriben de forma anónima”.

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