martes, 23 de abril de 2024
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¿Y después de la calamidad?

Redacción (Domingo, 12-04-2020, Gaudium Press) ¿Quién podrá reorganizar el mundo después del caos? Es la pregunta que muchos intelectuales, académicos y pensadores se hacían ya en las postrimerías de la segunda guerra mundial (1939-1945). Estalló apenas veinte años después de la primera (1914-1918). Había sido prevista por la Virgen María en la tercera aparición en el mes de julio de 1917.

Con el fin del horror de la primera guerra y con las apariciones en Fátima, un comprobado sentimiento de profundo fervor religioso comenzó resurgir en Europa y América: Congregaciones Marianas, Legión de María, Cofradías devotas del Sagrado Corazón de Jesús y de algunos santos, incremento de vocaciones religiosas de los dos sexos, aumento de la participación de los fieles en las misas y oficios religiosos, los colegios católicos comenzaron a tener más alumnado, en fin los años veinte presagiaban para la Cristiandad un reverdecer prometedor y maravilloso, especialmente en Brasil -el país de mayor población católica- y en toda América Latina. Junto a este panorama también el miedo al comunismo y la amenaza soviética se hacía cada vez más palpable. En 1922 Stalin y su banda sin escrúpulos ya eran dueños absolutos del poder en Rusia y todavía resonaba en el mundo católico el eco de la misteriosa advertencia de Nuestra Señora aquel mismo día de julio de 1917: «(Rusia) esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia».

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Pero los años veinte fueron también de un optimismo aberrante inoculado artificialmente por una poderosa maquinaria publicitaria: Hollywood irrumpía con el cinematógrafo de manera abrumadora. Las modas femeninas comenzaron a volverse más atrevidas. El arte, la literatura, la música, el cigarrillo, el psicoanálisis, descubrimientos científicos, el pelo corto en las mujeres y otros fenómenos sociales y culturales revolucionaron completamente todo. Radio, prensa, publicidad, cine, salones de baile, jazz, tango y charlestón. Los años locos, los años maravillosos, la fiesta interminable, los llamaron después algunos escritores y periodistas. La juventud se veía atrapada entre estas dos mentalidades, la religiosa y la mundana.

Para dirimir el conflicto, la american way of life de Estados Unidos -que fuera decisivo para terminar la primera guerra mundial- llevaba el liderazgo. Pero en 1929 su sistema económico «colapsó» y un capitalismo con cierto tipo de intervencionismo estatal socializante y socializador, por no decir incipiente socialismo moderado, cambió las reglas del juego capitalista a nivel mundial con el «New Deal» de Roosevelt, cuatro veces consecutivas presidente de la nación en aquellos tiempos de crisis y que curiosamente también en esos años, reanudó las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Como el comunismo comenzaba a ser una amenaza innegable a través de los partidos comunistas tolerados por el liberalismo democrático en los países Occidentales, un deseo de combate y lucha heroica -con algunos lamentables tintes románticos- surgió entre las juventudes católicas del mundo. Esa reacción debía ser canalizada por alguien pero no se iba a tolerar que lo hicieran líderes Católicos auténticos. Entonces la prensa y el mundo académico comenzaron a prestigiar al facismo y al Nacional-Socialismo. Otra vez Italia y Alemania en el centro de los acontecimientos como lo había sido varias veces en el pasado por causa del enfrentamiento entre el Papa y el Emperador. Churchill acostumbraba decir que la historia se repite con mucha frecuencia y solamente cambian los protagonistas.

Vino la guerra mundial, el caos, el horror, hambre, desolación, viudas y huérfanos en cantidades alarmantes, pobreza extrema. Y otra vez Estados Unidos le tendía la mano al continente europeo y a los desequilibrados mercados mundiales, pero ahora imponía condiciones y designaba los líderes para la reconstrucción. Comenzaba la guerra fría o paz caliente como la llamaron algunos políticos. Guerras y conflictos de baja y mediana intensidad, suficientes para seguir amedrentado el mundo, esta vez con una guerra termonuclear y con la frase de Einsten como fondo de cuadro: Si hay una tercera guerra mundial, la cuarta será a palo y piedra.

¿Quién y cómo reconstruirá el mundo tras esta pandemia? Debemos tomar plena conciencia de que en muchos países las cosas no volverán a ser como antes. Habrá cambios muy serios y profundos para los cuales debemos estar preparados desde ya. Y únicamente la fe y la confianza en Dios nos darán la fortaleza para sobrellevar lo que se venga. En la mejor de las hipótesis tal vez tengamos un respiro de algunos meses pero después puede venir la sorpresa pues el sistema quedará muy desarticulado y vulnerable.

Nuestra Señora en Fátima también afirmó que al final de todo el horror que podría surgir si no se le hacía caso a sus maternales advertencias, su Inmaculado Corazón triunfará. Esa es la esperanza y no debe haber otra entre las gentes de fe urbi et orbi. ¡Confianza! La solución no vendrá de las propuestas políticas de los oportunistas y demagogos ni de fenómenos novedosos y misteriosos que puedan aparecer repentinamente. Dios proveerá a pesar de los sufrimientos y carencias que nos toque padecer. Lo importante ahora es sentirnos sus hijos amados mirando al Cielo con el rosario en la mano ya que los templos nos fueron cerrados. Y como la Santísima Virgen bien puede hacer una intervención inesperada, muy a tiempo la lectura del más reciente libro de Mons. Joao Clá Dias sobre la Virgen, que puede servirnos estos días de reclusión para conocer, confiar y amar más a María, porque como dijo alguna vez el Dr. Plinio a los devotos de Ella: «Pleno peligro es plena protección de Nuestra Señora».

Por Antonio Borda

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