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La admirable Fe del centurión

Redacción (Jueves, 24-01-2019, Gaudium Press) Un oficial romano, que residía en Cafarnaúm, tenía en su casa un siervo a quien estimaba mucho, y que estaba enfermo, al borde de la muerte. Sabiendo que Jesús se encontraba en esa ciudad, el oficial pidió a algunos ancianos de los judíos que se dirigiesen a Nuestro Señor y le rogasen que fuese a salvar a su esclavo.

Los centuriones eran muy respetados por los judíos

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Los ancianos fueron al lugar donde estaba el Divino Maestro y «le pidieron con insistencia: ‘El oficial merece que le hagas este favor, porque él estima a nuestro pueblo. Él hasta nos construyó una sinagoga.’

«Entonces Jesús se puso en camino con ellos. Sin embargo, cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial mandó algunos amigos decir a Jesús: ‘Señor, no te incomodes, pues no soy digno de que entres en mi casa. Ni siquiera me creí digno de ir personalmente a tu encuentro. Pero ordena con tu palabra, y mi empleado quedará curado. Yo también estoy debajo de autoridad, pero tengo soldados que obedecen mis órdenes. Si ordeno a uno: ‘¡Ve!’, él va; y a otro: ‘¡Ven!’, él viene; y a mi empleado ‘¡Haz esto!’, y él lo hace’.

«Oyendo eso, Jesús quedó admirado. Se volvió para la multitud que lo seguía, y dijo: ‘Yo os declaro que ni siquiera en Israel encontré tamaña Fe.’ Los mensajeros volvieron para la casa del oficial y encontraron al empleado en perfecta salud (Lc 7, 2-10). San Mateo, narrando ese episodio (cf. Mt 8, 5-13), especifica que el oficial era un centurión, o sea, jefe de cien soldados.

«Aunque paganos, los centuriones gozaban de gran popularidad entre los judíos, por ser tenidos por militares bien conceptuados, capaces y experimentados en el arte de la guerra, además de respetados por su autoridad.»

En realidad, ese «empleado» era un esclavo. Según el Derecho Romano, el esclavo era considerado cosa, siendo generalmente tratado con brutalidad por su señor, que podía inclusive sacarle la vida.

«¡Ni siquiera en Israel encontré tamaña Fe!»

Así, quedamos admirados por la compasión del oficial hacia su siervo. Eso muestra que él poseía rectitud de alma y estaba siendo trabajado por la gracia divina.

Debido a su cargo, era un hombre acaudalado; y también bastante generoso, pues mandara construir una sinagoga para los judíos.
Además de eso era humilde, juzgándose indigno de que Jesús entrase a su casa. Y amaba la jerarquía como lo demuestra su afirmación de que estaba sujeto a un superior, y tenía soldados que obedecían sus órdenes.

En su súplica, él emplea el término «ordena». Comenta Monseñor João Clá:

«Acostumbrado a la disciplina, el centurión conocía el poder de una orden, sobre todo en el ejército romano, cuyo rigor prescribía la pena capital a los insubordinados. Tal intransigencia disciplinar había creado un reflejo en su alma, llevándolo a reaccionar en el campo sobrenatural, al serle infundida la Fe, de acuerdo con el entrenamiento militar. Pues, del mismo modo que una única orden era suficiente para movilizar a sus soldados sin la necesidad de la presencia física del comandante, él creía bastar una sola palabra del Maestro para todo resolverse.»

A su vez, afirma Fillion:

«Bajo este lenguaje directo, totalmente militar, había una Fe y una humildad admirables. El centurión suponía con acierto que Nuestro Señor era el dueño de todas las fuerzas de la naturaleza, y podía darles órdenes cuando quisiese.»

De todas las virtudes del oficial, referidas arriba, la fundamental era la Fe, que fue la única elogiada por Nuestro Señor: «¡Yo os declaro que ni siquiera en Israel encontré tamaña Fe!» (Lc 7, 9).

Roguemos a Nuestro Señor que venga a nuestras almas

«Debemos compenetrarnos de la necesidad de dirigirnos a Nuestro Señor en nuestras dificultades -tanto espirituales cuanto temporales- con la certeza de que nuestra Fe moverá su infinita misericordia a atendernos».

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – 178)
(/JSG)
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Bibliografía

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2012, v. VI.
Cf. FILLION, Louis-Claude. La sainte Bible avec commentaires – Évangile selon S. Luc. Paris: Lethielleux. 1889, p. 149.
FILLION, Los milagros de Jesucristo, Barcelona/México: Circulo Latino, 2005, p.296.

 

 

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