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Esteban I de Hungría, Rey, padre de una familia de Santos, consejero… Santo

Redacción (Lunes, 19-08-2019, Gaudium Press) El viernes la Iglesia conmemora a San Esteban, Rey de Hungría. El Rey Santo nació del final del siglo X, hijo del príncipe Geza y de la reina Sarolta. Recibió el nombre Vajk pero, al ser bautizado, pasó a llamarse Esteban, después que la familia real húngara abrazó el cristianismo.

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Juventud
En su juventud, el futuro Rey de Hungría aprendió latín con San Adalberto y de él recibió la educación cristiana.

Se casó con la Beata Gisela da Baviera, hermana del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, San Enrique II.

Cuando su padre murió, lo sucedió en el trono y se tornó rey.

El reinado de un santo

Esteban fue coronado por San Anastasio, discípulo de San Adalberto, que fue enviado por el Papa Silvestre II para esta misión. A partir de ahí, occidente reconoció su reino.

Esteban organizó la vida política y religiosa de la nación, construyó iglesias y monasterios.

Entre sus colaboradores próximos estaban los monjes benedictinos, orden de la cual procedieron los primeros obispos del nuevo reino como San Anastasio, San Beszteréd, San Gerardo Sagredo, el Beato Sebastián de Esztergom, entre otros.

El pueblo estaba acostumbrado a adorar varios dioses, pero eso no lo desanimó en su trabajo de evangelización y fue obteniendo conversiones con la dedicación a su pueblo y el ejemplo de su vida.

San Esteban y su hijo, San Américo, defendieron su pueblo del ataque de las tropas de Conrado II, que intentaba someter el reino.

Un año más tarde, su hijo murió.

Con la ayuda de Dios, el Rey Esteban I consiguió muchas conversiones.

Falleció el 15 de agosto de 1038 y fue sepultado en la Basílica Székesfehérvár, que él mismo había mandado construir y que fue una de las mayores basílicas de Europa.

San Esteban I de Hungría fue canonizado por el Papa San Gregorio VII en 1083 y su fiesta es celebrada el día 16 de agosto.

Vale la pena recordar

San Esteban fue rey de Hungría y esposo de la beata Gisela da Baviera. Del amor de los dos nació San Américo.

Como rey, padre y cristiano ejemplar, Esteban sabía aconsejar y sus consejos tenían fuerza de autoridad porque vivía lo que recomendaba.

Los consejos que transcribimos abajo fueron dados por él a su hijo San Américo a fin de que pudiese gobernar con sabiduría, imponerse con dulzura y ser ejemplo de varón católico para, así, gobernar con santidad.

Cinco consejos de un rey santo

1- Conservar la fe

«En primer lugar, te pido, aconsejo y te recomiendo, amadísimo hijo, si deseas honrar la corona real, que conserve la fe católica y apostólica con tal diligencia de manera que esta sirva de ejemplo a todos los súbditos que Dios te dio, y que todos los hombres eclesiásticos puedan con razón llamarte hombre de auténtica vida cristiana, sin la cual con certeza no merecerías ser llamado de cristiano o de hijo de la Iglesia».

2- El don de la vigilancia y protección

«En el palacio real, después de la fe, ocupa el segundo lugar la Iglesia, fundada primero por Cristo, nuestra cabeza, trasplantada luego y firmemente edificada por sus miembros, los apóstoles y los santos padres de la Iglesia, y difundida por el mundo todo. Y, aunque sucesivamente engendre nuevos hijos, en ciertos lugares ya es considerada como antigua».

«En nuestro reino, amadísimo hijo, debe considerarse todavía joven y reciente, y, por eso, necesita una especial vigilancia y protección; que este don, que la divina clemencia nos concedió sin merecerlo, no sea destruido o aniquilado por tu descuido, pereza o por tu negligencia».

3 – El mismo trato a todos

«Mi hijo amadísimo, ternura de mi corazón, esperanza de una descendencia futura, te ruego e imploro que siempre y en cualquier ocasión, basado en tus buenos sentimientos, sé benigno no solo con los hombres de linaje o con los jefes, los ricos y los del país, sino también con los extranjeros y con todos los que te busquen. Porque el fruto de esta benignidad será el motivo de mayor felicidad para ti».

4 – Compasivo y misericordioso

«Sé compasivo con todos aquellos que sufren injustamente, recordando siempre en el fondo del corazón aquella enseñanza del Señor: misericordia quiero, no sacrificios. Sé paciente con todos, con los capitalistas y con los que no lo son».

5 – Fuerte y honesto

«Sé, finalmente, fuerte; que no os ensoberbezca la prosperidad ni te desanime la adversidad. Sé también humilde, para que Dios os elogie, ahora y en el futuro. Sé moderado, y no te excedas en el castigo o la condenación. Sé manso, sin ir contra la justicia. Sé honesto, de manera que nunca seas para nadie, voluntariamente, motivo de vergüenza. Debes ser púdico, evitando la pestilencia de la obscenidad como un aguijón de muerte».

«Todas estas cosas que te indiqué brevemente son las cuales componen la corona real; sin ellas nadie es capaz de reinar en este mundo ni de llegar al reino eterno». (JSG)

(De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de ACI Digital)

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