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La Montaña del Príncipe Pío

Bogotá (Miércoles, 05-05-2010, Gaudium Press) Mayo fue un mes trágico para España a comienzos del siglo XIX, cuando Bonaparte la invadió con más de 20 mil soldados perfectamente equipados para la guerra con la presunta intención de llegar a Inglaterra. Goya se encargó de representar esas horripilantes escenas con su pincel que aunque liberal y afrancesado, terminó ‘cristalizándose’ y chocado contra el invasor de su Patria.

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‘La Montaña del Padre Pío’ de Goya

Los Fusilamientos de la ‘Montaña del Príncipe Pío’ y la ‘Carga de los Mamelucos en la Puerta del Sol’, son dos obras que retratan el dramatismo turbulento del choque de dos mentalidades, con toda la fuerza y la pasión de la aversión. Los franceses no podían creer que un pueblo cuyos monumentos eran iglesias y cuyos héroes eran santos les estuviera dando semejante paliza a las invencibles tropas liberales de un corso ignoto, que se autoproclamó emperador de la Francia revolucionaria.

Esas enormes pinturas de Goya representan lo que pasó el dos y el tres de mayo de 1.808 en Madrid. Casa por casa, calle a calle, y plaza a plaza, los coraceros e infantes de la Francia bonapartista morían golpeados por un pueblo que se levantó sin líderes: Gran parte de la aristocracia borbónica ya era influida por Godoy y su secreto círculo, que había logrado permear la Corte y hasta las propias tropas del rey.

Lo que Bonaparte y sus generales no calcularon era que habían pisado una mina anti-persona de indignación popular sembrada en lo más hondo de un pueblo católico hasta la médula. Son las repentinas y sorpresivas vueltas que da la vida, cuando la soberbia no deja ver bien para dónde van las corrientes más profundas de la opinión pública.

Esa reacción enteramente popular y sin cabezas visibles, obligó a que bien pronto se preparara un plan de emergencia que terminó fortaleciendo la monarquía de Fernando VII, al que su pueblo -quizá un poco más alto que él- llamaba con ternura campesina El deseado. Y abrió el sendero de la santidad para dos almas que años más tarde influirían mucho en la Corte en medio de intrigas palaciegas y calumnias, pero defendiendo la religión Católica con todas las fuerzas del alma: San Antonio María Claret y la hoy Beata Sor Patrocinio, la Monja de las llagas, ambos rezando ahora en el Cielo por su patria.

En esa ocasión el menudo pueblo de Dios, sin quien lo dirigiera, salvó a su patria en incluso salvó a Inglaterra, creó las condiciones para una reacción que iría hasta finales de 1.868 y dejó sentado un precedente histórico que ningún historiador olvida: hay momentos en la vida de un pueblo que para reaccionar no necesita dirigentes, y pone mártires y santos en el Cielo.

Por Antonio Borda

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