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Egoísmo, trascendencia y el ‘Love Parade’

Bogotá (Lunes, 26-07-2010, Gaudium Press) La noticia de la muerte por aplastamiento de 19 personas y las heridas de más de 300, en Duisburgo, Alemania, durante el ‘Love Parade’, ha dado la vuelta al orbe, y suscitado las expresiones de condolencia de variadas personalidades, incluyendo las del Sumo Pontífice Benedicto XVI, quien después del Ángelus de ayer en Castelgandolfo, expresó su pesar por la tragedia «en la que han fallecido numerosos jóvenes».

«Encomiendo al Señor en la oración a los difuntos, a los heridos y a sus familiares», dijo el Papa tras la oración dominical.

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El Papa envió sus condolencias

Entre los detalles que se van conociendo del siniestro, hay uno que sorprende de forma particular, y a muchos indigna, por su manifestación de inhumanidad: A pesar de conocida la calamidad, «casi todos los participantes siguieron bailando y las autoridades tampoco difundieron la noticia», según reportan agencias de prensa internacionales.

El que no se haya suspendido la actividad es justificado por algunos por la necesidad de evitar el pánico generalizado. Entretanto, esta razón no explica en absoluto el silencio sobre el drama que se estaba desarrollando.

«Es una locura. La fiesta continuó, todos siguieron bailando, aunque tuvieran amigos muertos. Al final, organizadores dijeron incluso: ‘Les damos las gracias por este hermoso día’ «, declaró Lubbert, un alemán de 31 años allí presente, según reporta el diario El Tiempo.

Si damos crédito a las afirmaciones de Lubbert, cualquiera quedará atónito ante el egoísmo hecho ídolo en quienes no se conmovían con el atroz sufrimiento de aquellos que eran su «amigos». Sin embargo, quien ha sido formado en la escuela cristiana del conocimiento del alma humana, aunque indignado, no se sorprende por entero con noticias como esas.

Es el egoísmo la concretización de esa tendencia profunda del hombre a ver todo en función de sus intereses, a vivir solo en función de ellos y cerrar su horizonte a los demás. Es el egoísmo una de las peores consecuencias -si no la peor- del pecado original. Es una tendencia con fuerte dinamismo, que si no se combate, llega a dominar por completo la personalidad del hombre.

Bien es cierto que el hombre está llamado a tener un recto amor a sí mismo. Como bien afirmaba el entonces Cardenal Ratzinger, «el amor de sí mismo es una cosa natural y necesaria, sin la que el amor al prójimo perdería su propio fundamento». Esto se deduce de aquel pasaje evangélico en el que Cristo convoca a amar al prójimo «como a ti mismo», estableciendo el amor de sí mismo -la afirmación del propio ser- [como] «la forma y la medida para el amor al prójimo».

Entretanto, como explica el actual Papa, el amor de sí mismo «reclama siempre un abrirse, un trascender». «La necesidad de salir de sí, no excluye la autoafirmación, sino todo lo contrario: es el modo de encontrarse a sí mismo y de ‘amarse’ «, dice Benedicto XVI.

Repitiendo la doctrina tradicional al respecto, el entonces Cardenal Ratzinger incluía en la esencia del recto amor a sí mismo, la consideración de que todo hombre (y por tanto cada uno de nosotros) depende absolutamente de Dios, y está llamado a la unión con Dios. Es en la unión con Dios donde el hombre hallará la explicación completa de sí, y es en la búsqueda de Dios, donde el hombre encontrará su realización plena, su «humanización» total y verdadera. Esa ‘trascendencia’ divina, llevará a la trascendencia hacia el prójimo: Al otro lo amamos en función de Dios, porque es un ‘destello’ de Dios, porque así Dios lo quiere, porque ese otro está llamado a realizar el papel que Dios le tiene destinado.

En sentido contrario, dice el Papa que «en la medida en que uno se busca siempre a sí mismo, intenta realizarse e insiste en la plenitud del propio yo, el resultado es contradictorio, penoso y triste. El individuo se disolverá en mil formas y al final quedará únicamente la huída de sí mismo, la incapacidad de soportarse. El refugio en la droga o en otras múltiples formas de egoísmo es, en sí contradictorio.»

Por tanto, ceder al egoísmo es el peor negocio que puede hacer un hombre. El egoísta no se entenderá, no estará nunca satisfecho consigo mismo, no tendrá verdaderos ‘amigos’, no alcanzará su realización plena.

Entretanto, la tendencia al egoísmo es muy fuerte. Eso es algo que todos por experiencia propia sabemos. Para combatirla vino Cristo, y nos dejó tanto su doctrina de luz, como su fuerza, proveniente de los sacramentos y de la oración. Sirvámonos de ellas.

Por Saúl Castiblanco

 

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