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Cuando la ciencia confirma el milagro

Redacción (Viernes, 03-09-2010, Gaudium Press) Desde los pueblos más antiguos, de los cuales tenemos algún documento o noticia, se distinguen claramente dos puntos en común entre todos ellos: la existencia de una religión, y la de un grupo de personas que se dedicaba al estudio, sobre todo, de ciencias medicinales.

ciencia-e-religiao-150x150.jpgEstas características son notorias, también, en el pueblo elegido. Además de los maestros de la Ley, clase sacerdotal, profetas y otras personalidades de la sociedad espiritual, nosotros encontramos hombres a los cuales la Providencia dotó de una especial capacidad para otras ciencias. Por ejemplo, cuando David decide hacer la construcción del gran Templo, realizada por su hijo Salomón, Dios designa, Él mismo, aquellos que deben trabajar la plata y el oro, otros que deberán tallar la madera, y afirma que ellos poseen un especial don para estas tareas.

Con el advenimiento del cristianismo, la humanidad creció innegablemente en el conocimiento, desarrollo y aprovechamiento de todas estas ciencias. Esto se debe tanto a la experiencia heredada de sus ancestros, como, sobre todo, al valor infinito de la preciosísima Sangre de Cristo, de la gracia actuando en las almas.

A medida que los hombres se fueron abriendo a la influencia de la Iglesia, se fueron tornando cada vez más eficientes en sus estudios y actividades. Es el recorrido realizado por el bárbaro hasta llegar al hombre medieval. Vemos, por ejemplo, cual fue el progreso en la arquitectura e ingeniería alcanzado por los medievales. Basta entrar en alguna vieja catedral gótica de Europa para obtener de esto una bella prueba. O también, el constante avance que tuvo la música en todos sus aspectos, llegando hasta hombres de memoria inmortal como un Handel o Mozart. ¿Que decir además del propio cultivo agrícola? ¿De la culinaria? ¿Del arte? ¿De los ambientes, costumbres y civilizaciones?

Entretanto, en determinado momento, la humanidad decidió dar la espalda a todas estas maravillas traídas por Cristo, y pagadas al precio de su Sangre, y convertirse en adoradora de la pseudo-ciencia, que no era otra cosa sino un disfraz para esconder que se adoraba a sí misma, cometiendo el grave error de separar la Fe de la ciencia.

Si la ciencia fuese portadora de una filosofía, lo que se discute mucho hoy, tal vez la apertura al fenómeno de la Fe, y al propio Dios, debiesen constar, al menos como hipótesis, en su supuesta imparcialidad. Caso ella no pretenda abarcar esta famosa imposibilidad ontológica, en su parecer, relegándola a mero sensitivismo. Parece, entonces, salir un poco de sus patrones las banderas tantas veces desplegadas y que pretenden agitar los fundamentos más básicos de la creencia humana, pisoteando tantas veces la historia, la religión y la cultura, y pasando un certificado de incapacidad y estupidez a una humanidad que ya lleva muchos años peregrinando en esta tierra: Se olvidan que la religión no visa explicar cómo funciona el cielo y la tierra, sino cómo comportarse en la tierra para alcanzar el Cielo. Al entrar en este dominio, la ciencia se olvida de estar a pasar una frontera y penetrar en un territorio que no le pertenece.

¿Separación radical? ¡No! Respeto mutuo y colaboración. Es innegable el avance de la ciencia en nuestros días. Así como en un cadáver la barba crece por algunas horas, así la humanidad progresó en algunos puntos, pero, ¿habrá avanzado tanto, cuanto si lo hubiese hecho por amor a Dios?

Cuando la religión y la ciencia deciden colaborar, uniendo las manos en busca de resultados que visan, por encima de todo, la dignidad humana, se unen las herramientas de trabajo correctas con la caridad, el deseo de verdad con la propia Verdad.

Un hecho ilustra bien a qué punto se puede llegar en este trabajo conjunto, aunque para eso sea necesario superar las agruras y dificultades iniciales.

Sudario-206x300.jpgEn el año 1977, David Rolfe, con apenas 26 años de edad, ateo convicto y persuadido de la «falsedad» de la religión católica, decide estudiar a fondo el Santo Sudario de Turín, con el firme propósito de demostrar su falsedad, como él mismo declara.

Iniciando, sin embargo, su pesquisa, comienza a tomar contacto con otras personas y grupos que también estudian el Sagrado Tejido, pero cada uno de estos grupos lo hacen desde áreas diferentes. Algunos son anatomistas, otros estudian el tejido en sí mismo, otros son químicos, en fin, muchas otras áreas.

Con el decorrer del tiempo comienzan a aparecer pruebas de la veracidad de la reliquia. Por ejemplo, Ian Wilson, utilizando su conocimiento de los grabados artísticos de Cristo, formuló la idea de la ligación con Mandylion de Edessa, nombre por el cual era conocido el Santo Sudario en esta ciudad y donde permaneció hasta 943, según hipótesis de la revista GALILEO.[1]

En otra prueba, el botánico y perito judicial, Max Frei, encuentra 58 tipos diferentes de polen en el tejido, y afirma que la mayor parte de ellos son de la región de Palestina, algunos inclusive extintos, datando de hace 2000 años atrás.

Muchos científicos, como puede suceder, desmienten la veracidad de la reliquia y no creen en la seriedad de las pesquisas realizadas. Entretanto, la mayor parte de ellos dice que la ciencia es limitada y que aún no puede explicar todos los fenómenos. ¿Podrá algún día?…

Ya inseguro en su ateísmo, David comienza un proceso que resultará en su conversión. Hace entonces su documental en el cual expone todas las pruebas de la veracidad de la preciosa reliquia. Elabora su famosa película sobre el Sudario que es, hasta hoy, un Best seller sobre la materia. De ateo convicto, pasó a fervoroso católico.

El hecho más importante, y por el cual nos propusimos hacer este artículo comienza ahora. En el 2008, David hizo un documental para la BBC y la RAI sobre su estudio. Para esto, le fue permitido el acceso al Santo Sudario, que él filmó con máquinas de última generación que graban en alta defición, lo que, a su vez, permite visualizar el objeto filmado en tres dimensiones. Descubrió, entonces, que el Sudario es un objeto único y «adaptado» para ser capturado en 3D, pues contiene en sí mismo elementos tridimensionales. Dice David que podemos hacernos dos preguntas: ¿Quién puede ser la Persona impresa en el tejido sino el Fundador del Cristianismo? ¿Y el proceso que produjo la imagen en este mismo tejido no puede ser otro sino el evento que cambió la historia del mundo, la Resurrección?

Turim.jpgEl investigador se pregunta si el Sudario no habrá sido un regalo de Cristo para nuestra época.
Lo que es cierto, esto sí, es que nuestra época, para llegar a buen término, debe dirigirse a Él. ¿Y no seremos nosotros mismos el mejor regalo?

Basado en una noticia de L’Osservatore Romano – 19 mayo de 2010.

Por Samuel Vitor Linares

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[1] http://revistagalileu.globo.com/EditoraGlobo/componentes/article/edg_a. Abril de 2003, n° 141.

 

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