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"Eres toda bella, oh mi amada, y no tienes un solo defecto" (I Parte)

Redacción (Viernes, 05-11-2010, Gaudium Press) En el libro Cantar de los Cantares encontramos una descripción que la liturgia aplica a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora: «Eres toda bella, mi amada, y no tienes un solo defecto» (Ct 4,7). Es a partir de Jesucristo que debemos analizar esta afirmación, pues fue teniendo en vista la Encarnación y Nacimiento del Verbo, que el propio Dios creó para si un tabernáculo que fuese digno de ser su habitación.

Inmaculada Portugal.jpgEn la oración del Pequeño Oficio de la Inmaculada Concepción encontramos una comparación que coloca a la Santísima Virgen en destaque entre todos los seres creados: Lirio entre espinas (1), el lirio en su blancura y encanto es María en relación a las demás criaturas.

La maternidad divina

Habiéndose Encarnado para nacer en este mundo, el Verbo realizó este nacimiento de modo totalmente milagroso y por encima de toda comprensión racional. Siendo Todopoderoso utilizó su divinidad para actuar sobre las reglas de la naturaleza por Él mismo creadas: María concibió por el «poder del Altísimo» (Lc 1,35); aquí ya encontramos una paradoja, permaneciendo virgen Ella se volvió Madre.

De entre todos los seres humanos, María fue la única que gozó de la Maternidad Divina, por esta razón fue preservada del pecado original y dotada de una serie de dones y virtudes, infundidas por Dios en vista del pleno cumplimiento de su misión de Madre y tutora del Divino Infante. Entre estos dones, el más singular fue de ser concebida sin el pecado original. Éste es el más brillante de los fulgores de María Santísima.

Como afirma Bonnefoy «gran número de personas quisieron deducir la Concepción Inmaculada por su misión de Co-redentora, y por el privilegio de la Maternidad Divina, o por estas dos razones al mismo tiempo»(2).

Al analizar la Inmaculada Concepción de María, presentaremos una breve descripción del desarrollo histórico de esta devoción hasta la promulgación del dogma.

Breve recorrido histórico

El dogma de la Inmaculada Concepción fue floreciendo desde el segundo siglo de la era cristiana, pero implícitamente, pues en los primordios del cristianismo María era asociada como nueva Eva, de la misma forma que Cristo era tenido como nuevo Adán.

El pecado de Adán fue inducido por Eva, sería de esta nueva Eva que se iniciaría la vida para el nuevo Adán. A partir del siglo IV, el principal objeto de culto mariano viene a ser la perspectiva de María llena de gracia, sin renunciar a la idea anterior.

Los Padres de la Iglesia intentaron explicar esta verdad, hasta que en el siglo VII, aparecieron algunos himnos que denominaron a María de Inmaculada Concepción; en el siglo siguiente fue instituida la fiesta de la Concepción de María en Oriente, la cual fue celebrada en diversos conventos.

En el siglo XI, San Anselmo instituye esta misma fiesta en Inglaterra y por su influencia esta devoción se propagó por las iglesias de Normandía. Alrededor de esta misma época era recibida en Francia y, después, en el antiguo Reino de Navarra.

En el período de la Escolástica surgieron controversias, pues los grandes doctores de la época, por la poca exactitud de las ideas y argumentos concernientes al dogma, consideraban arriesgada tal afirmación. Incluso el Doctor Angélico delante de una cuestión tan compleja dudó en asentir una confirmación, como afirma Guéranger: «Santo Tomás de Aquino llevado al tribunal para juzgar tan grande cuestión, por su elevada razón teológica, tiene su mirada penetrante confusa delante de la contemplación de un tema tan difícil; dejando esta tierra sin haber esclarecido plenamente a los ojos de la posteridad un sentimiento definitivo»(3).

Inmaculada Quito.jpgJuan Duns Scoto presentó fuertes argumentos para defensa del dogma, con esto los adeptos de la Inmaculada Concepción tomaron nuevo vigor.

Sin el pronunciamiento oficial de Roma, el clero estaba libre para juzgar el tema. Para incentivar la devoción a la Inmaculada Concepción, el Papa Sixto IV publica, en 1476, la Constitución Cum praeexcelsa, aprovechando la ocasión para aprobar un nuevo Oficio y Misa de la Inmaculada compuestos por Leonardo de Nogarolis. Poco tiempo después publica también la Constitución Grave nimis (1483), en la cual prohibió a los predicadores de la época de atacar a los defensores del dogma.

En el Concilio de Trento (1546) fue promulgado el decreto que admite la universalidad del pecado original, entretanto, dejó expreso «que no es su intención incluir en este decreto, en el cual el asunto es el pecado original, a la bienaventurada e inmaculada Virgen María, genitora de Dios, pero que se deben observar sobre este punto las constituciones del Papa Sixto IV, de feliz memoria» (4).

En el siglo XVII fueron surgiendo innúmeras corporaciones y sociedades, tanto religiosas como civiles que adoptaron por patrona a la Virgen de la Inmaculada Concepción. Digna de mención fue la actitud de D. Juan IV, Rey de Portugal que la proclamó patrona de sus Reinos y Señoríos en 1648, mandando grabar monedas de oro y plata, llamadas Concepción. En el reverso de estas, aparecía la imagen de la Señora de la Concepción sobre el globo y la media luna, y a su alrededor aparecía el sol, el espejo, el jardín, la casa de oro, la fuente sellada y el Arca de la Alianza, símbolos bíblicos de la Virgen.

En 1661 sale a la luz la Bula Sollicitudo omnium Ecclesarum del Papa Alexandre VII, donde renueva vigorosamente los decretos antes promulgados sobre la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.

Debido al apoyo de las escuelas la devoción a la Inmaculada Concepción se esparcía por todos los católicos y como afirma San Alfonso: «Realmente las Academias de Sorbona, Alcalá, Salamanca, Coimbra, Colonia, Magúncia, Nápoles y muchas otras la defienden con ardor. En ellas el bachillerato laureado se compromete bajo juramento a defender la Inmaculada Concepción» (5).

Por Marcelo Rezende

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1 Expresión encontrada em la Hora Vésperas, retirada del libro Cantar de los Cantares: «Como el lírio entre las espinas, eres tu, amiga mia entre las hijas» (Ct 2,2).

2 BONNEFOY, Jean-François O.F.M. Le mystère de Marie selon Protévangile et l’Apocalypse. Paris: Libraire Philossophique J. Vrin , 1949, p.139.

3 GUÉRANGER, Dom Prosper. Mémoire sur la question de la l’immaculée Conception de la très Sainte Vierge. Paris : Julien, Lanier et Cie, 1850, p. 19.

4 DENZIGER, Heinrich. Compêndio dos símbolos, definições e declarações de fé e moral. São Paulo: Paulinas/Loyola, 2007, N. 1516.

5 LIGÓRIO, S. Afonso Maria. Glórias de Maria. 10 ed. Aparecida: Santuário, 1994, p. 253

 

 

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