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Cuando el celebrante necesita de pilas

Redacción (Viernes, 12-11-2010, Gaudium Press) Un Robot-«padre», llamado I-Fairy por su fabricante Kokoro, «celebra» un matrimonio en Japón. La noticia publicada en la web, narra los detalles de la ceremonia, que contaba con 50 invitados; pocos prestaban atención a los novios, pues los ojos estaban fijos en… el robot.

Casamento-150x150.jpgSon claras las ventajas que trae el rápido avance tecnológico mundial. Sin embargo, los efectos producidos en las personas son diversos; en general han sido dos: alegría y tristeza. Y es muy encontrar estos dos sentimientos en una misma persona. No es necesario hablar mucho sobre el motivo de la alegría, pues este progreso puede traer beneficios al bien particular o común, sea salud, facilidad de comunicación, de transporte, etc.

¿Y la tristeza? Se oyen tantas lamentaciones de una fuerte contrariedad en relación a varios aspectos de este crecimiento, como máquinas que toman el lugar de los hombres en sus profesiones, o hasta catástrofes que pueden ocurrir debido a la creación de sofisticado armamento, etc.

Ya en el siglo pasado, el Magisterio de la Iglesia prevenía sobre acontecimientos negativos que podían venir acompañados de este desarrollo. Así declaró la Constitución Pastoral ‘Gaudium et Spes’ del Concilio Vaticano II: «Como acontece en cualquier crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no pequeñas dificultades» (GS 4).

¿La primera de estas dificultades no será, talvez, el olvido de Dios? ¿La disminución de la Fe? ¿Y, por consiguiente, la pérdida del sentido, y, por así decir, del gusto por todo aquello que es sobrenatural? Más adelante la misma Constitución continúa: «Al contrario de lo que sucedía en tiempos pasados, negar a Dios o la religión, o prescindir de ellos ya no es un hecho individual e insólito: hoy, en efecto, esto es muchas veces presentado como exigencia del progreso científico» (GS 7). Es en esta perspectiva que el Teólogo debe evaluar los pros y los contras del tema en cuestión.

Pero, retomando el asunto inicialmente tratado, es claro que el aunque el I-Fairy tenga ojos parpadeantes y ejecute 18 tipos de movimiento con los brazos y repeta sonidos pre-programados, su uso en ministerios sagrados solo cae en lo ridículo.

Es muy probable que la intención de los emprendedores de esta ‘ceremonia’ realizada en Japón, no fuese sino la de hacer un teatro o una propaganda del nuevo producto. Sin embargo, ella nos da un buen pretexto para analizar brevemente el papel del sacerdote, ministerio este que participa del Sacerdocio de Cristo que es único y tiene por misión principal la mediación entre Dios y los hombres, ofreciéndole las oraciones del pueblo (Cf. III, q. 22, a. 1 resp.).

Además, la Iglesia enseña que «en el servicio eclesial del ministro ordenado, es el propio Cristo que está presente en su Iglesia como Cabeza de su Cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del sacrificio redentor y Maestro de la Verdad. La Iglesia lo expresa diciendo que el sacerdote, en virtud del sacramento de la Orden, actúa ‘in persona Christi Capitis’ » (CIC 1548). Así, para que se haga algo en la persona de Cristo Cabeza, es necesario ser miembro de este Cuerpo.

Por tanto, si alguno tiene la oportunidad de encontrarse con el I-Fairy, aunque él no le vaya a entender, dele el siguiente consejo, cariñoso y de corazón, en la medida en que se pueda serlo para una máquina: «respete sus límites, sus pilas se acaban prontamente…»

¿Y ese ‘matrimonio’, durará…?

Lucas Alves Gramiscelli

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