martes, 23 de abril de 2024
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El arte de la conversación

Redacción (Jueves, 18-11-2010, Gaudium Press) El título de arriba puede sorprender. Pues, ¿conversar exigirá un cierto arte? ¡¿Estamos conversando a toda hora, respecto a todo, y alguien pretenderá haber en esto arte?!

No confunda conversación con charla.

Anteriormente, las relaciones sociales llegaron a alcanzar un alto grado de refinamiento, delicadeza, y -¿por qué no?- también de nobleza. Aquello que constituye uno de los atributos más propios del ser racional, que es la interlocución inteligible entre individuos, adquirió las características de un arte, en su sentido más elevado.

Como es sabido, el período del Ancien Régime, en Francia sobre todo, pero también en varias naciones de Europa, alcanzó este alto nivel de diálogo humano, transformándolo en arte consumado. Fue en el siglo llamado de las luces que este arte se expandió por entero, alcanzando entonces su apogeo con la aparición de los salones de conversación, que constituyeron uno de los fenómenos más fascinantes de la cultura europea. En ellos las personas se reunían tan solo para conversar, con día y hora marcados.

Intercambio de opiniones repetitivas no es conversación

Claro está que no se contentaban con un simple intercambio de ideas o, menos aún, con una banal permuta de palabras u opiniones repetitivas, del gusto de algunos actualmente. Los salones de conversación exigían de sus frecuentadores, además de elevada cultura general, una forma de presentación del discurso que dejaba trasparecer justamente todo su ‘charme'(encanto). Conversar era presentar un asunto de modo elegante, atrayente, inédito a veces, además de profundamente relacionado a la realidad, pudiendo hasta tener su nota de inesperado.

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Foto: John I. Andresen

No pocas veces, lamentamos el haber terminado el tiempo en el cual las personas tenían la superioridad de reunirse para conversar sobre temas elevados. Hoy en día, a pesar de la buena voluntad existente, las condiciones concretas de la vida tornan este tipo de arte casi impracticable.

Justamente, con este propósito, tomé conocimiento de una obra -Les Salons européens – Les beaux moments d’une culture féminine disparue- (1), que traza la historia de los salones de conversación europeos, sus pre orígenes hasta su desaparecimiento en el siglo actual, después de un período de agonía.

La conversación como favorecedora de la cultura

Transcribo, en traducción un poco libre, trechos del capítulo final, titulado «Último adiós a un paraíso perdido»:

«La vida de salón, como fenómeno cultural único, acabó en el conjunto del espacio europeo.

¿Cómo encontrar, por un golpe de varita mágica, el tiempo y el lugar para fundar un laboratorio de conversación altamente ingeniosa? La tranquilidad necesaria para usufructuar esto se encuentra estrangulada por la rapidez de la vida moderna. Mantener un lugar, con frecuentadores habituales, no corresponde más a las tendencias del hombre de hoy, el cual, la mayoría de las veces, atribuye más importancia al deporte y viajes que a dedicarse al arte de la conversación.

La conversación favorecedora de la cultura, que se desarrolla sin límites de tiempo y sin obligación de llegar a un término de entendimiento, cedió el lugar a la formación de la opinión por los medios de comunicación. La conversación recreativa se desplazó, cada vez más nítidamente, rumbo a un estilo pregunta y respuesta.

La comunicación escrita triunfó sobre las relaciones por medio de la conversación. Las discusiones culturales son llevadas a cabo, en la mayoría de las veces, por las redacciones de periódicos o emisoras de televisión, mucho más que en los hogares.

Se agrega a esto la tendencia a la especialización ?golpe mortal para el hombre común? que lleva a aquellos que están hartos de los medios de comunicación rumbo a asociaciones literarias y sesiones de lecturas, que revisten un carácter casi de conspiración.

La mundanería, en vez de la sociabilidad, es la que constituye presentemente el vehículo de la información. La conversación de tono ingenioso cede el paso ante la jerga de determinado medio.

La televisión también se presenta, hoy en día, como práctica literaria. Entretanto, tal acción permanece limitada al entrevistador y sus invitados; el telespectador permite pasivamente que le sirvan la conversación hasta en su propia sala de visita».

Tales observaciones son suficientemente convincentes y explícitas, para dispensar de otros comentarios. No obstante, aprovecho la ocasión para levantar una pregunta. Se ha hablado, y con mucho acierto, respecto a ciertos maleficios causados por la TV, en particular en el campo de la deformación moral.

Aquí aparece un daño más, del cual se ha tratado insuficientemente: el lento «homicidio» de la formación cultural individual, casi diría personalizada, por los medios de comunicación de masas. Todavía más que la producción de una cultura enlatada, como ha sido apodada por ciertos críticos, es la incapacidad de elaborar cultura que nos ha sido servida, casi impuesta, a pretexto de actualidad.

¿La pérdida del tiempo necesario para la conversación puede considerarse un beneficio?

– Claro está que en la conversación debemos mantener siempre un trato respetuoso con nuestro interlocutor, aunque tengamos objeciones para debatir con él.

Muy acertadamente pondera en este sentido un escritor católico (2):

«El trato respetuoso debe estar presente en la interlocución, inclusive, cuando las personas discuten por divergencias de opinión. Así como se admira en la esgrima la belleza de los movimientos, la categoría y destreza de los contendores, así se puede comprender este verdadero esgrima del espíritu que es la discusión bien conducida, en la cual una de las partes opone argumentos de peso contra la otra, y ésta responde a la altura. Al final, aquel que sustenta el concepto legítimo, gana la causa.

Sin duda, es interesante observar la confrontación entre dos individuos con mentalidad, inteligencia, forma de alma, modos de ser diferentes, oír argumento contra argumento y notar el triunfo de uno de ellos.

Forma parte del arte de la conversación, así como este otro punto muy importante que es el comprender la psicología de aquel con quien tratamos, a fin de conocer su personalidad y preparar su espíritu para aceptar lo que le decimos».

Practiquemos el arte de la conversación y busquemos expandirlo lo más posible. Además de una obra de apostolado de primer orden, también ayudaremos a tornar nuestros relacionamientos más culturales.

Por Guy de Ridder

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1) Von der Heyden Rynsch, Verena. Les Salons européens Les beaux moments d’une culture féminine disparue. Paris : Ed. Gallimard, 1993

2) Corrêa de Oliveira, Plinio. São Paulo: Ed. Retornarei. Revista Dr. Plinio, número 82, Janeiro de 2005

 

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