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Fundamentos de la teología moral

Redacción (Martes, 14-12-2010, Gaudium Press) Las fuentes de la teología moral son aquellas realidades donde tal ciencia se basa. Sus fundamentos están instaurados sobre:

1. La Sagrada Escritura.

El pecado en la Biblia es como una nota que mantiene el tono de una narración de la historia del diálogo de Dios con el hombre.
Y por ser la palabra de Dios, es la primera y principal fuente de la moral cristiana, que enseña al hombre con seguridad y sin error las normas de conducta que Dios estableció, en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, como prescripciones de naturaleza moral.

nouvelle1.jpgSan Agustín dice que la Biblia no es otra cosa que «una serie de cartas enviadas por Dios a los hombres para exhortarlos a vivir santamente». (In Ps. 90; P.L. 37, 1159).

Los libros del Antiguo Testamento contienen una abundante terminología que pone en relieve el rico y penoso significado del término «pecado». Los vocablos más reiterados son tres: «hatta´t», «pesa» y «awon». (FERNÁNDEZ, 2005, p.1027, traducción nuestra [1]).

De esto se deduce que la correcta interpretación de la Sagrada Escritura no puede ser dejada a la libre subjetividad de cada uno o «a adaptarla a los tiempos modernos».

2. La tradición cristiana.

Es la fuente complementaria de la Sagrada Escritura, pues, se sabe que no todas las verdades reveladas por Dios están contenidas en la Biblia.

Pues muchas de ellas fueron reveladas por el propio Cristo, y que por medio de los apóstoles, bajo la inspiración del Espíritu Santo, llegaron hasta nosotros por medio de la tradición oral.

Esta tradición se manifiesta de diversos modos, como podemos leer en Sada y Monroy (1998), y es infalible solo cuando reconocida por el Magisterio de la Iglesia.

Los Padres de la Iglesia (también llamados Santos Padres): conjunto de escritores de los primeros siglos de la Iglesia, que, por su antigüedad, doctrina, santidad de vida y aprobación por la Iglesia, merecen ser considerados auténticos testigos de la fe cristiana.

En materia de Fe y costumbres, no es lícito rechazar la enseñanza moralmente unánime de los Padres acerca de una verdad.
Se destacan entre ellos los llamados cuatro Padres orientales: San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nazianzeno y San Juan Crisóstomo; y los cuatro Padres latinos: San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno. (SADA; MONROY, 1998, p.17-18).

3. El Magisterio de la Iglesia.

Por medio del cual, por expresa determinación de Cristo, la Iglesia guarda e interpreta la Revelación divina, y tiene plena autoridad para imponer leyes a los hombres, con la misma fuerza que tendría si viniesen de Dios.

Esta autoridad no es solo en el orden privado e individual, sino también en el orden público y social para la interpretación de Derecho Natural y Divino, con el atributo de juzgar definitivamente en materia de Fe y moral.

Recientemente lo recordó el Episcopado latinoamericano, al decir que en el Magisterio de la Iglesia «encontramos la instancia de decisión e interpretación auténtica y fiel de la doctrina de la Fe y la ley moral». (III Conferencia General Del Episcopado Latinoamericano, Documento de Puebla, n. 374).

La infalibilidad del Magisterio Eclesiástico no incide solo en cuestiones de Fe, sino también en cuestiones de moral y, dentro de esta, no exclusivamente en los principios generales, pues va hasta las normas privadas y concretas. (SADA; MONROY, 1998, p.18-19).

Esta aclaración es hecha, pues, existen corrientes que afirman erróneamente que la ley moral natural no puede ser enseñada infaliblemente por el Magisterio de la Iglesia, siendo lícito discordar de estas enseñanzas cuando existen motivos «justos». Y así la Iglesia tendría la potestad de enseñar aquellas verdades morales permanentes reveladas directamente por Dios.

Al contrario, enseña el Concilio Vaticano II que el objeto posible de enseñanza infalible de la Iglesia no es solamente lo que contiene explícita o implícitamente la Revelación, sino también todo lo que sea necesario para conservar y exponer fielmente el depósito revelado.

Sin duda hay algunas normas morales concretas contenidas en la Sagrada Escritura y en la Tradición como permanentes y universales (especialmente el Decálogo), que el Magisterio de la Iglesia puede enseñar de modo infalible [2].

La no aceptación práctica de tales normas o de esa enseñanza, por parte de elevado número de fieles, no puede ser aducida para contradecir el Magisterio moral de la Iglesia [3]. (SADA; MONROY, 1998, p.18-19).

4. Otras fuentes subsidiarias.

Se podría hablar de otras fuentes subsidiarias, entre las cuales ocupa un lugar eminente la razón natural, que presta un especial y gran servicio a la Teología Moral, realzando la bella armonía entre las normas de la moral sobrenatural contenidas en la Revelación divina y las de orden ética puramente natural.

Enseña el Magisterio de la Iglesia que la Revelación y la razón nunca se pueden contradecir, y que ésta puede prestar valiosos servicios a la inteligencia para comprender mejor los misterios de la Fe.

En esta acción racional, se destacan los filósofos paganos (Sócrates, Platón, Aristóteles, Seneca, etc.), los cuales, carentes de las luces de la Fe, construyeron admirables sistemas éticos que casi no tienen necesidad de otra reforma que no sea la transposición y elevación a la orden sobrenatural. (SADA; MONROY, 1998).

P. Erick Bernardes Marchel, EP
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[1] – «Los libros del AT contienen una abundante terminología que pone en relieve la rica y penosa significación del término «pecado». Los vocablos mas reiterados son tres: ‘hatta´t’, ‘pesa’ y ‘awon’.»
[2] – (cf. C.I.C, c. 749).
[3] – (cf. C.I.C., nº. 5).

 

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