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El conflicto entre la ciencia y la Fe

Redacción (Lunes, 20-06-2011, Gaudium Press) Al comienzo del siglo XIX existió un serio conflicto entre la ciencia y la Fe. Fue el período del iluminismo, en el cual la razón fue honrada como la única intérprete del conocimiento. En aquel período, el movimiento contrario a la religión apodado de positivismo defendió que la dimensión metafísica de la vida era contraria al sentido común.

água-Lourdes.jpegHoy, esta mentalidad reduccionista reemergió como una nueva forma de cientificismo, [1] en el cual valores y la noción del ser son descartados como un mero producto de las emociones y la imaginación. Las cuestiones básicas de la vida: ¿Qué puedo yo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo esperar? [2] son consideradas por una tal mentalidad científica como un lamentable fruto de la irracionalidad y la fantasía.

Entretanto, el conflicto entre Fe, religión y ciencia también existe hoy a pesar del hecho de que estas materias no se oponen, sino al contrario, se complementan armónicamente. Hasta Galileo explícitamente declaró que la Fe y la ciencia, como dos fuentes de verdad, no se pueden oponer una a la otra. [3] Lo que es necesario para una armonía apropiada entre las dos es que cada una permanezca en su respectivo campo. El conflicto comienza cuando una u otra, arbitrariamente, extiende su campo de acción, proyectándose en el campo específico o en la materia del otro.

La armonía, la paz y la coexistencia son favorecidas cuando cada disciplina tiene una idea clara de su propia naturaleza y objetivo. [4] Un cientificismo militante y positivo, donde las disciplinas de teología y filosofía son absorbidas por la ciencia, es por cierto una fuente de tensión y conflicto. Por ejemplo, el cosmólogo Stephen Hawking es renombrado por extrapolar de su disciplina científica a teorías filosóficas, a fin de defender sus cosmológicas conclusiones bajo el pretexto de la «estética». Por basar sus teorías en una tal evidencia no científica, Hawking intenta excluir a Dios de su cosmos, tornándolo un «Dios de vacío» en una dimensión deística.

Así como el universo tuvo un comienzo, nosotros podemos suponer que tuvo un Creador. Pero si el universo está realmente auto-contenido, no teniendo límite o borde, sin ningún principio o fin: existiendo simplemente, ¿qué lugar tendría entonces un Creador? [5]

Delante de tal actitud, la teología no se debe alejar de la ciencia, y, menos aún, de la razón. Debe continuar el diálogo através de la filosofía, como un tipo de moderador ya sugerido por Juan Pablo II:

Como en épocas precedentes, también hoy -y tal vez más todavía- los teólogos y todos los hombres de ciencia en la Iglesia son llamados a unir la Fe con la ciencia y la sapiencia, a fin de contribuir a una recíproca compenetración de las mismas […]. [6]

La ciencia física, entretanto, debe ser pragmática y basada en reales observaciones. La teología debe continuar comunicante y provocando transcendencia, a fin de no perder su blanco específico.[7] Una especie de actitud de «regreso a lo esencial» es necesaria, para evitar caer en el error de sobreponer o, peor aún, aislarse bajo la forma de «fideísmo».

Otra fuente de dificultad en el diálogo entre la Fe y la ciencia surge cuando hay cierta manipulación de los autores al intentar vulgarizar la ciencia. Einstein, por ejemplo, cuenta en su autobiografía cómo, a los 17 años, él dejó de ser religioso debido a la lectura de libros de ciencia populares. Como resultado, hasta el momento de su muerte él nunca fue capaz de liberarse de la constante desconfianza en relación a cualquier forma de autoridad. [8] De hecho, las dificultades entre las dos disciplinas son generalmente resultado o de la falsa ciencia o de la mala teología. El científico tiene una autonomía que el teólogo debe respetar, mientras éste tampoco debe virarse hacia la ciencia de manera que le sean iluminados los misterios de su Fe.

Solo en los medios de comunicación y en escritos científicos populares y polémicos, el mito de la luz de la verdad puramente científica prevalece. En verdad, escritores como Richard Dawkinsy, Daniel Dennet [9] son responsables por perpetuar el mito de que la ciencia no puede coexistir con la religión y, a partir de ahí, la ciencia debe continuar luchando a la sombra del oscurantismo religioso impreciso.

La auténtica ciencia no tiene la necesidad de formar una ideología en torno de controversias con otras disciplinas. Siendo así, el conflicto de la ciencia no es con la Fe, sino con las interpretaciones filosóficas de la Fe. La ciencia y la Fe no están en contradicción. Afirmar que son enemigas una de la otra es una de las grandes distorsiones culturales de los tiempos modernos.

La vulgarización de la ciencia es el problema y es, generalmente, fruto de una cuestión ideológica. [10] Estas distorsiones se deben al hecho de que pseudo-científicos caen en ciertos esquemas, promovidos muchas veces por intereses económicos o políticos. La descreencia no es fruto de los nuevos descubrimientos y del progreso, sino de ideologías. «Nosotros debemos defender la libertad religiosa contra la caracterización de una ideología que se presenta como si fuese la única expresión de la razón […]». [11]

Por el P. François Bandet, EP

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1 Cf. Pope John Paul II, Fides et Ratio, 88.

2 Cf. Kant, Critique of Pure Reason, Bohn, London, 1855, 488.

3 «Sacred Scripture and the natural world proceeding equally from the divine Word, the first as dictated by the Holy Spirit, the second as a very faithful executor of the commands of God» wrote Galileo in his letter to Father Benedetto Castelli on 21 December 1613. Pope John Paul II, Fides et Ratio, footnote 29.

4 Cf. P. Haffner, Creazione e scienze, Millstream Productions, Rome, 2008, 125.

5 S. W. Hawking, A Brief History of Time, Bantam Press, London, 1988, 140-141; cit. in P. Haffner, The Mystery of Reason, Gracewing, Herefordshire, 2001, 162.

6 Pope John Paul II, RedemptorHominis, 19.

7 Cf. L. Oviedo, Whom to blame for the charge of secularization?, in Zygon, 2005, vol. 40, no. 2, 360.

8 Cf. A. Einstein, Pensieridegliannidifficili, Torino, Boringhieri, 1955.In: BenvenutoMatteucci, Scienza, Fede e Ideologie, in Scienza e Fede, 1983, n. 9. 35.

9 Cf. J. Polkinghorne, Belief in God in an Age of Science, Yale, New Haven, 1998, 77.

10 Cf. Scienza e non credenza, the plenary assembly of The Secretariat for Non-Believers, March 31 – April 3, 1981; P. Haffner, The Mystery of Reason, Gracewing, Herefordshire, 2001, 160,161.

11 J. Ratzinger, La Repubblica, 19 November 2004, Interview of Cardinal Ratzinger with Marco Politi.

 

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